Martin Scorsese estuvo en Oviedo y dejó algunas perlas que deberían ser leídas en las escuela de cine. O sencillamente en los ordenadores de casa, porque para hacer cine no hace falta ir a una escuela de cine, sino tener la determinación de encontrar el dinero y los padrinos para hacerlo. Y a los mejores aliados, artistas, técnicos.

Marty fue uno de esos jóvenes arrebatados por el cine (no solo es un gran director, también un empedernido cinéfilo y una eminencia en conservación de clásicos) que iba para sacerdote en una iglesia y acabó de maestro de ceremonias en la sala oscura. Todo empezó dándole el coñazo al productor Roger Corman y encontrando la valiosa amistad de Brian De Palma, que es quien le presentó a Robert De Niro.

No se olvidó en su discurso de su amigo Paul Schrader, ni de Francis Ford Coppola (Premio Princesa de Asturias 2015), mentor de todos aquellos ambiciosos jóvenes que iban a estrenos, fiestas y cenas para encontrar financiación, luz verde en un estudio. “No podía descansar hasta que hice mi película y a mi manera. Schrader tenía razón, éramos ambiciosos y era difícil estar cerca de nosotros, éramos salvajes”.

Sus primeros arrebatos, los que le hicieron decidirse por ser un cineasta, fueron las proyecciones de Force of Evil, de Abraham Polonsy, y La ley del silencio, de Elia Kazan. Cuando se estrenaron tenía seis años y doce. Después llegó la inmensa influencia de su amigo John Cassavetes y sus rodajes en la calle.

En su discurso se movió entre la esperanza y el miedo. Esperanza por las facilidades de los jóvenes para rodar, nunca vistas hasta la fecha. Miedo porque ese cine sea inane. El mejor momento fue cuando dijo: “No hay ni una sola película ni un solo cineasta que existan de forma aislada. Todos hemos estado inmersos en esta conversación continua, interrogándonos, respondiendo unos a otros y provocándonos mutuamente con nuestro trabajo a lo largo de distancias extraordinarias no solo en el espacio sino también en el tiempo. Lo notable del cine para mí es que siempre es el presente. Siempre es el ahora. Para mí, las películas de Buñuel están más vivas y son más actuales que el último mensaje de texto que recibes, si sabes cómo utilizar un teléfono móvil. Peter Bogdanovich ha dicho que no existe una película antigua: es simplemente una película que no has visto”. Magistral.

Ahora tenemos lo que no tuvo Scorsese en su juventud: acceso al cine de todos los tiempos, a toda su historia, y enormes posibilidades de rodar una película. Pero los nuevos cineastas “¿qué tipo de inspiración reciben? ¿Cuál será el resultado? ¿Están inspirados por el arte y por la verdad, o simplemente por lo comercial? Espero que no; que puedan ver el camino que conduce a su propia luz interior. Y puede que eso lleve a la creación de arte con mayúsculas”. Amén, Marty.