“Esta es la historia de una mujer sensata que cuando se dio cuenta de que todo lo que le habían contado era mentira, fue al juzgado, denunció los hechos y lo puso todo patas arriba”. (Primeras palabras del libro Hay algo que no es como me dicen, de Juan José Millás y sobre el Caso Nevenka)
En la España de los años noventa, una mujer que se acostaba libremente con un superior en el rango empresarial era considerada una golfa o una trepa que quería medrar en la escala social. Él no, él era considerado un mujeriego al que se le premiaba con una palmadita en la espalda por pichabrava. También se consideraba algo normal el acoso laboral y sexual en el trabajo, con roces improcedentes y comentarios sexuales fuera de lugar. Miles de mujeres lo vivieron durante décadas. Primero en la España una, grande y libre y después en la España sin ira y de ejemplar transición.
Todo eso era normal, pero un 26 de marzo de 2001 Nevenka Fernández denunció públicamente a alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez, por acoso sexual. Con el texto que leyó en aquella rueda de presa, en la que la hasta entonces concejala del ayuntamiento de Ponferrada evidenciaba un tremendo deterioro físico, comienza la serie documental Nevenka, dirigida por Maribel Sánchez-Maroto.
Para entender la magnitud del calvario Nevenka, solo hay que verla leyendo ese comunicado que dio aquel 26 de marzo, una lectura que Sánchez-Maroto monta con la lectura original. Ya en estos momentos de la serie vemos que Nevenka es incapaz de no romperse al releer, al recordar. Y cuando se realizó esta grabación para la serie habían pasado veinte años del histórico momento que conmocionó a buena parte de España.
Ponferrada y el Partido Popular como cómplices del acosador:
Ismael Álvarez era triplemente popular: por ser famoso en Ponferrada, por ser del PP y por ser típico empresario (de la noche, para más señas) populista. En el documental se le describe como a un “depredador de mujeres y de sustancias”. Él no lo veía así. En el juicio llegó a decir que de haber acoso sexual, sería al revés, que Nevenka lo acosó a él.
Nevenka Fernández es el ejemplo del típico españolito medio que se deja abducir por la empresa política, la gran empresa de España, la mayor red clientelar del país desde los ayuntamientos hasta los diputados inútiles con sueldazos en el Parlamento Europeo. Sin comerlo ni beberlo, y gracias al enchufe de Carlos López Riesco, Nevenka, una joven de solo 25 años que estudiaba en Madrid, se convertía en concejala de un ayuntamiento que manejaba entonces 6.000 millones de presupuesto anual.
En el PP buscaban mujeres para simular cierta modernización y Nevenka no se preguntó por aquel dedazo, aceptó el cargo que le ofreció el PP y una envidiable vida para millones de jóvenes españoles con carrera y cuya proyección laboral más cercana era fichar en un call center o en Burger King. Igual que la España machista, esa España de castas no ha cambiado, sigue igual. O peor, porque hoy la desigualdad cada vez es más bestia.
Pero aunque esta información es una aclaración importante para poner a la víctima en su contexto, ese es otro juicio y otro análisis, centrémonos en el Caso Nevenka. Si hay algo peor que te recuerden aquel famoso caso, es que también te recuerden la complicidad de un pueblo y de toda una corporación. Una de las imágenes más tristes de la serie es la de escuchar a una individua diciendo: “A mí no me acosa nadie si no me dejo”. Y estamos hablando de la España del año 2000, no de un remoto pasado.
Y aterra pensar cuánta gente pensará lo mismo todavía hoy. Solo hay que recordar que el proyecto de ley de medidas urgentes en materia de protección y asistencia a las víctimas de violencia de género durante la pandemia contó con el apoyo de todos los grupos del arco parlamentario a excepción de Vox, Foro Asturias y PP. Solo hay que pensar en la cantidad de votantes que tienen estas formaciones para hacernos una escalofriante idea de la España en la que todavía vivimos.
Mención especial para el fiscal del caso, el repugnante José Luis García Ancos, que sometió a la víctima a un interrogatorio que pasó a la historia por sus palabras. “¡Usted no es la empleada de Hipercor que le tocan el trasero y tiene que aguantarse porque es el pan de sus hijos!”. Se reprodujeron en todos los informativos y García Ancos fue inhabilitado. Era la primera vez que se apartaba de un caso a un Fiscal Jefe.
Abandonada por las mujeres y por las feministas:
En el artículo titulado Perro mundo, Juan José Millas escribió que “Nevenka no fue acogida por la izquierda ni por los movimientos feministas, seguramente porque era de derechas y también porque era guapa. Peor aún: porque era inteligente. Que se joda o que no hubiera sido de derechas, vinieron a decir. Que no hubiera sido guapa. Que no hubiera sido inteligente”.
Juan José Millas es el que motiva la imagen de la pecera con un pez rojo que representa a un ser especial rodeado por una corporación de grises y cutres machos. Y no solo de machos, ya que las concejalas que trabajaban junto a Nevenka respaldaron al acosador por conservar su puesto y sueldo en el ayuntamiento. De hecho, ellas también desfilaron en el juicio sin ningún tipo de vergüenza. A veces la mujer es la peor enemiga de la mujer acosada.
La complejidad del Caso Nevenka es que no es un caso de violación, como el caso del depredador Harvey Weinstein. Este caso es el ejemplo de un enmarañado caso de acoso sexual mezclado con mobbing, acoso laboral. Lo que logró Ismael Álvarez es minar a Nevenka hasta anularla como persona, destrozarla gota a gota, de forma tóxica, con mensajes, llamadas, cartas… hasta convertirla en una piltrafa. Muestra de ellos son las escenas de terror vividas en habitaciones de hotel y recordadas por ella en el juicio. Te parten el alma.
Nevenka fue una pionera gracia a su abogado, que es el que le explicó por qué debería denunciarlo todo y el que le expuso las dos palabras que lo cambiarían todo: acoso sexual. Necesitaba esas palabras para coger fuerzas e ir a por todas aunque tuviese todo en contra: el poder del alcalde y del PP, el pueblo y hasta su propia familia y conocidos. Estaba tan sola, que hasta Charo Velasco, su rival del PSOE, se emociona al recordarla en la serie. También su rostro demacrado y esa terrible indefensión. Velasco no solo era mujer, también médico. Y nunca usó su caso para beneficiar a su partido, al que pidió que no usasen a Nevenka contra el alcalde y el PP.
Nevenka es un relato de terror que no acaba con final feliz. Porque ganó el juicio y logró que el acosador dimitiera, pero tuvo que soportar la furia de miles de habitantes de Ponferrada (esta serie es una vergüenza para la localidad) y el buzoneo masivo de Ismael Álvarez con su versión. Él, además, siguió viviendo de la política. Ella optó por el destierro voluntario. Nevenka ahora vive en Irlanda con su marido y sus hijos.
Pros: Nevenka y su mirada rota y triste.
Cuando ella recuerda su encuentro con el rey Juan Carlos, que al verla le dijo: “Eres muy guapa”. Y ella le respondió: “Y muy inteligente, majestad”.
Está grabada con gusto, la serie se toma su tiempo. Y no aburre en ningún momento.
Contras: comete el mayor pecado de un documental: ser parcial. Y resulta paradójico que la serie sea de una productora, propiedad de la presentadora Ana Pastor, que se hace llamar Newtral. Al igual que sucede con la serie documental de HBO sobre el Caso Woody Allen, en Nevenka no hay un solo testimonio de alguien del PP, que no ha querido colaborar con la serie. Tampoco hay testimonios de defensores del alcalde y que duden de Nevenka en la Ponferrada actual. Ni siquiera aparece alguien de la Asociación para la Defensa de la Mujer Acosada, que inicialmente había ejercido la acusación particular y se retiró antes de empezar el juicio argumentando que había perdido la confianza en Nevenka Fernández.
Tampoco hay mucho cine en Nevenka, es un programa de La Sexta alargado y con una fotografía más “arty”. Pero poco más.
Al final muestra un tono propagandístico ligado al MeToo que tampoco ayuda mucho a su objetividad como pieza documental.
En definitiva: un trabajo digno, pero en absoluto redondo. Y nada ambicioso o memorable como documental. Eso sí: resulta necesario para que la soledad en la que se vio inmersa Nevenka no se repita.
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