Fotografías: Carlos Bandrés
Isadora Duncan fue artista, feminista y revolucionaria. Dominó el arte de la danza y viajó por todo el mundo para convertirse en una musa, que muchos consideran la creadora de la danza moderna.
Podríamos estar hablando de cualquier referente actual, pero lo cierto es que Isadora hizo todo esto en el siglo XIX. Ahora, Aurora Navarro le rinde homenaje en la obra «Isadora» que se exhibe estos días en la sala El Montacargas.
Hablamos con ella de la estructura que ha utilizado, el proceso de documentación para intentar retratar lo más oculto y relevante de su biografía y aprovechamos su posición como fundadora de la sala de teatro alternativo El Montacargas para hablar de la necesidad de seguir apostando por la cultura desde las instituciones.
Todo un honor poder llevar al teatro la historia de un referente como Isadora Duncan.
Sí, tenía la idea desde hace muchísimos años. Para mí Isadora es un referente que además hizo todas esas cosas por las que todos hemos luchado en estos años. Resulta que ella lo hizo en 1900.
Fue muy escandalosa en su época pero lo hizo todo con naturalidad y alegría de vivir. Ella estaba por encima de los obstáculos y la familia le influyó muchísimo.
Estoy cada vez más convencida de que las madres y el entorno familiar es dónde se te inculcan los valores y el espíritu de vida. Como en ellos, que todo el rato se hablaba del valor del arte, la poesía, la música… Su madre era profesora de piano y hacían una cosa que admiro muchísimo, las veladas familiares. Es una cosa que yo reproduzco en la obra.
¿Cómo habéis construido la narrativa?
Siempre digo que hago a Isadora gracias a Isadora. Lo que quiero no es ser Isadora, sino contar la vida de esta mujer.
«Está hecho con mucho amor y con una ilusión bárbara por transmitir la libertad de Isadora»
Cuando preguntaba sobre ella todo el mundo me decía: «qué trágica vida tuvo esa mujer. Se le murieron los dos hijos y se mató con el fular». Y a mí me llevaban los demonios porque pensaba: «¿Con todo lo que ha hecho esta mujer?».
Estuvimos meses y meses Concha Párraga y yo investigando, leyendo tres biografías suyas, todo lo que leía ella.
Y luego la música. Me pasaba el día con RNE poniéndome a todos, a Mendelssohn, Mozart, Beethoven… y todos están en la obra. He cogido casi todos los autores del XIX porque es un siglo brillante a nivel musical.
«Las compañías independientes no teníamos un espacio donde poder ejecutar nuestras obras»
En general es una estructura en cuadros. De atrás para adelante, pero no cronológicamente. La muerte al principio coincide con los niveles de versatilidad y credibilidad. Tengo 59 años, puedo dar la Isadora de 50, pero no la de 20 años. Aunque también quería que esa Isadora estuviera.
Por eso en algunos vídeos aparecen bailarinas veinteañeras a las que yo llamo las «isadorables». Por lugares no es cronológico. Por ejemplo, a Rusia fue cinco veces. A Grecia fueron a comprarse terrenos para hacer el templo de Terpsícore la diosa de la danza. Y su infancia, que es el último cuadro, para acabar bailando en el seno de la madre.
Las escuelas también están relacionadas con sus amores, por eso también es circular. Está hecho con mucho amor y con una ilusión bárbara por transmitir la libertad de Isadora y reivindicarla.
También eres directora del teatro alternativo El Montacargas ¿Cómo es estar al frente de una de las salas que más apuestan por espectáculos independientes?
Con mucho esfuerzo y pasión. Somos dos, Manuel Fernández y yo, además pareja desde hace 35 años (risas).
Siempre decimos que empezamos porque no teníamos otro remedio, por pura necesidad. Como dicen ahora con lo del Gobierno, es una necesidad histórica.
La sala también era una necesidad histórica porque las compañías independientes no teníamos un espacio donde poder ejecutar nuestras obras. Los centros culturales ya no programaban lo profesional y los centros nacionales y los comerciales no te acogían si no eras famoso o conocido.
«He llorado mucho en este montaje. Ella tuvo una vida muy intensa de emociones y yo también»
Por eso teníamos muchas cosas que decir. El teatro, tiene muchas cosas que decir a nivel social, político, sentimental… todo lo que gira alrededor del ser humano y eso es lo que hemos intentado.
También hemos tenido que romper bastantes moldes. Sobretodo a nivel artístico era muy difícil decir: «quiero vivir del teatro». Mi madre siempre me decía: «Concha Velasco que es tan famosa dice que está todo el día al lado del teléfono a ver si la llaman». En mi caso soy licenciada en derecho porque mis padres me obligaron a estudiar una carrera, y estoy contenta también por ello.
Ahora que has mencionado el Gobierno, Mónica Regueiro nos hablaba del mal que hace la inestabilidad a la cultura…
Sí, la cuestión además es que a la cultura ni la nombran. Da hasta vergüenza. Porque las humanidades son lo más cercano a las personas, el propio nombre lo indica.
Las artes, la historia, la literatura, la filosofía… todo eso es lo más interno del ser humano y tiene que ver con su evolución. No nos podemos olvidar de eso y tenemos que potenciar la cultura. De lo contrario, el teatro corre el riesgo de quedarse en un arte para cultos cuando no es cierto. A la gente le encanta el teatro porque tiene de todo.
Últimamente la cultura está sacando del cajón todos esos referentes femeninos que estaban ahí, pero nadie había reparado en ellos. ¿No da miedo que esto sea una moda pasajera?
Nuestra trayectoria ha sido siempre independiente de las modas. Por ejemplo, cuando se hacía mucho teatro social o feminista, pero de panfleto, por así decirlo, yo siempre he hecho cosas feministas a través de la profesión de actriz a nivel filosófico, literario…etc. Pero en gestión cultural habría muchos cambios que hacer y sobretodo en poner a personas que sepan del tema.
¿Cuando consigue uno levantar un proyecto como Isadora, ¿Qué se siente?
Lo que siento es una vorágine de nervios porque lo quieres dar todo y todo tiene que estar medido. Hay una lucha entre la emoción y lo medido. Por ejemplo, los vídeos, los efectos de sonido… tenemos 40 efectos audiovisuales sin contar con los luminotécnicos.
Pero sobretodo la ilusión de que le guste a la gente. He llorado mucho en este montaje precisamente porque es super emocional. Ella tuvo una vida muy intensa de emociones y yo también. Por eso creo que a la gente también le va a emocionar y es muy bonito emocionarse.
Nos gusta que nuestros entrevistados nos recomienden talento…
Carlos Pérez Mántaras, un músico con familia dedicada al mundo de la música, es una persona increíble. Ni él ni sus hermanos están reconocidos y valorados lo suficiente. Ellos son pianistas y han hecho música original para nuestros espectáculos cuando había más presupuesto. Han hecho también música de piano para cortos de cine mudo y cosas muy originales.
Y Javier Botella que es nuestro videoartista que es músico, actor, videoartista, cineasta, fotógrafo… de todo.
¿Más de Cultura y menos de qué?
Y menos enfados.
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