Victoria Abril recibirá el premio Feroz de Honor 2021 el 2 de marzo. En la gala, que será presentada por la actriz Pilar Castro, se le otorgará el Premio Feroz de Honor, galardón que antes han recogido José Sacristán, Carlos Saura, Rosa María Sardà, Chicho Ibáñez Serrador, Verónica Forqué, José Luis Cuerda y los hermanos Julia y Emilio Gutiérrez Caba.
El verdadero nombre de esta inmensa actriz es Victoria Mérida Rojas, que es como aparece en los créditos de Robin y Marian, deliciosa película con Sean Connery y Audrey Hepburn en la que consiguió su primer papel con solo dieciséis años. Lo curioso es que ese mismo año estrenó otra película sobre Robin Hood, la espantosa producción italiana Y le llamaban Robin Hood, en la que Abril interpretaba a la bella Lady Anne Birdsley.
Su primera incursión en la televisión fue como azafata en el famoso concurso Un, dos, tres… responda otra vez y en Los libros, programa también de Televisión Española (no había otra televisión) y en el que coincidió con la única actriz española que la ha igualado en talento y calidad: Carmen Maura. Entre otros grandes de la escena española, también desfilaron por el espacio Charo López, Eusebio Poncela o Miguel Rellán.
Tras trabajar con Miguel Picazo en El hombre que supo amar, en la espantosa Caperucita y Roja (con Pilar Bardem, con quien trabajaría en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto) y en El puente, de Juan Antonio Bardem (hermano de Pilar), conoció al director de su vida: Vicente Aranda, con el que estrenó, en 1977, Cambio de sexo. Basada en una historia real, en ella una Victoria Abril portentosa interpretó a un joven de 16 años que se siente mujer en un cuerpo de hombre.
Con Vicente Aranda, Abril llegó a trabajar nada menos que en doce ocasiones. La última fue en la co-production entre España, Italia y Reino Unido Tirante el Blanco, a la que precedieron Libertarias, Intruso, Amantes, Los jinetes del alba, Si te dicen que caí, El Lute (camina o revienta), Tiempo de silencio, El crimen del Capitán Sánchez, Asesinato en el Comité Central y La muchacha de las bragas de oro.
Sin duda la película más conseguida de todas ellas es Amantes, guion basado en un crimen real y que inicialmente estuvo pensado para formar parte de la antología criminal televisiva La huella del crimen, para la que Aranda había hecho, y con Abril, El crimen del Capitán Sánchez. Pero Aranda convenció al productor, Pedro Costa, para reescribir el guion como una película para salas. Pensaba que podía ser un gran éxito de taquilla, cosa que fue.
En el rodaje de Amantes, en escenarios de Madrid, Burgos y Alcalá de Henares, una de las más famosas y atrevidas aportaciones de Victoria Abril (y según confesó Jorge Sanz en una entrevista) fue hacer una de las escena de sexo con un pañuelo, uno de los grandes momentos de la película. Finalmente Amantes logró siete nominaciones a los Goya y ganó el de mejor película y director. Abril y Maribel Verdú, su compañera de reparto, perdieron ante el trabajo de Silvia Munt de Alas de mariposa.
El otro estupendo aunque breve (rodó solo diez días) trabajo de Abril con Aranda fue El Lute (camina o revienta), film muy bien rodado y con guion de Aranda, Joaquim Jordà y el propio Lute (Eleuterio Sánchez). El film fue nominado a cuatro premios Goya (película, dirección, actriz y actor protagonistas) en el año que el premio a la mejor película fue para El bosque animado y el de dirección para José Luis Garci por Asignatura aprobada.
Tras La colmena, Las bicicletas son para el verano, Río abajo, La hora bruja y la serie Los pazos de Ulloa, Abril se topó con su segundo director más importante: Pedro Almodóvar. Todo empieza con un diminuto cameo en La ley del deseo junto a Miguel Molina. Tras Baton Rouge, escrita por Agustín Díaz Yanes y con Carmen Maura y Antonio Banderas como compañeros de reparto, Abril rodó con Almodóvar y Banderas ¡Átame!, una formidable película y sin duda una de las mejores de la irregular carrera del manchego.
Hoy, en el imperio de lo políticamente correcto, no se podría rodar algo como ¡Átame!, la historia de un enfermo mental que rapta, pega, ata y secuestra a una bella actriz que acaba enamorada de él. Al final el personaje de Abril, acostumbrada a un mundo sórdido (su pasado en el cine porno y el jaco y un director viejo y paralítico que la acosa) es feliz con la absoluta simpleza y lo bueno que es en la cama Banderas. El polvo de la película es muy creíble y a la vez bonito, los dos magullados. Magistral.
El siguiente Almodóvar fue Tacones lejanos, película mucho peor y bastante fallida. Abril iba a volver a hacer pareja con Antonio Banderas, pero el actor rechazó el papel de Juez Domínguez para aparecer en su debut americano: Los reyes del mambo tocan canciones de amor. Lo sustituyó un flojísimo Miguel Bosé, con el que Abril volvió a trabajar en Libertarias.
Kika, su última película con Almodóvar, nos trajo un personaje tronchante: la periodista de sucesos Andrea Caracortada. Lástima que la película sea tan mala. Los mojigatos ingleses se escandalizaron con el poster de la película, que mostraba a Abril vestida de Gaultier y con tetas falsas. Lo prohibieron en el metro de Londres a pesar de que era la imagen que usó El Deseo, productora de los hermanos Almodóvar, para promocionar la película en todo el mundo.
Desde ese destrate que fue Kika, la relación entre la actriz y el director ha sido fría. Hace tres años Abril dijo que para el manchego ella estaba muerta y Almodóvar la definió como “borde, pequeñita y sabihonda”. Eso sí: Abril se subió al escenario en la pasada edición de los Feroz para entregar al director su premio a la mejor película dramática por Dolor y gloria.
A partir de Kika, Abril compaginó el cine español con el francés (ha vivido en Francia desde 1982 y tiene dos hijos fruto de su relación con el director Gérard de Battista), lo intentó en el cine americano de forma desastrosa (Jimmy Hollywood, de Barry Levinson) y deslumbró con su trabajo en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, su primer y único Goya de nueve nominaciones. Con esta película también ganó la Concha de Plata a la mejor actriz en Festival de San Sebastián, certamen en el que ya había logrado ese premio por su trabajo en El Lute (camina o revienta).
Sin su mentor Vicente Aranda, que murió en 2015, con Díaz-Yanes retirado (trabajó con él en las muy olvidables Sin noticias de dios y Solo quiero caminar) y con Almodóvar pasando de ella, Abril ha acabado refugiándose en la televisión. Y eso, nos los van a permitir, es una vergüenza para el cine. Ya sea español, francés o de Honolulu.
En MDC celebramos los merecidos honores para esta genial actriz, una mala estudiante a la que le gustaba la danza, que acabó hablando perfectamente francés e italiano y de forma fluida el inglés, una currante que en la mayor parte de su carrera ha interpretado papeles escritos para otras actrices. Una actriz de nacimiento y no de escuela de interpretación, instintiva, natural, creíble, extraordinaria, una artista todoterreno que ha trabajado en España, Francia, Portugal, Canadá, Colombia y México, oficial de las Artes y las Letras de Francia, caballero de la Legión de Honor francesa, Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes y Oso de Plata a Mejor Actriz en el Festival de Berlín por Amantes.
Sobre los premios, y con desparpajo habitual, dijo hace poco: “A mí me dan yuyu los premios porque creo que son el principio del fin y creo que todavía voy a dar por el culo muchos años”. Qué tía.
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