Las series se adaptan a los nuevos tiempos. Así lo evidencian las versiones renovadas de algunas que estaban en el imaginario (gay) colectivo como The L Word, que acaba de estrenar su segunda temporada bajo la nueva generación: The L Word, Generation Q. Así, una Alice, que se presentaba como abiertamente bisexual conversa en una etapa más adulta con su pareja actual y, después de haber mantenido una relación a tres en la anterior temporada el guion no tiene reparos en comparar la bisexualidad con la poligamia para generar el conflicto en ambos personajes.
¿Está confundiendo el audiovisual la promiscuidad con la libertad o responsabilidad sexoafectiva? ¿Será que al volvernos tan modernos e inclusivos se nos ha olvidado reflexionar acerca de la influencia del audiovisual para los cambios?
En general, suelen existir dos tipos generalizados de personajes LGTBIQ+ en las ficciones actuales: Los que forman parte de una trama en la que intervienen otros personajes heterosexuales y los que pertenecen a una trama puramente LGTBIQ+. Pues bien, a menudo seguimos tendiendo a confundir promiscuidad con libertad y bajo la etiqueta de la “necesidad de explorar” seguimos viendo a personajes del colectivo que han conseguido salir del estigma de la trama de la “salida del armario”; pero que han entrado de lleno en otros: “Necesita conocerse a sí mismo y por tanto explorar, es normal que sea infiel”. Como 6si de repente las infidelidades del personaje hetero estuvieran peor vistas que las del homosexual, como si se sobreentendiese que por pertenecer al colectivo debe entender intrínsecamente las relaciones más allá de la monogamia.
Asusta por tanto ver este tipo de sucesos en series como The Bold Type, que en sus cuatro temporadas (a punto de estrenar la que cerrará el círculo de la revista Scarlet) nos presenta a una Kat Edison indecisa que, casualmente, es prácticamente el único personaje LGTBIQ+ desarrollado de la serie.
Pero no hace falta irse al otro lado del charco para observar este fenómeno. Lo tenemos en Élite, que hasta ahora no se había atrevido a introducir personajes LGTBIQ+ femeninos pero que, aun haciéndolo en su última temporada, da por supuesto que la infidelidad, las relaciones a tres y demás variantes que compara siendo éstas bastante contrarias, siempre pertenecen al colectivo. Dando por supuesto que como son gays, obviamente van a ser infieles. El ejemplo lo tenemos en la única pareja sólida que ha dado la serie (Omar y Ander) que termina por ser dinamitada por esta razón.
Si nos vamos a otro perfil adolescente contrario, algo hemos hablado en estas páginas del reverso tenebroso de Merlí, que en su versión también renovada de Movistar (Merlí. Sapere Aude) prometía un avance en cuanto a la bisexualidad de su protagonista. Sin embargo, nos vuelve a mostrar a un Pol Rubio promiscuo, infiel y negado a las relaciones. Qué casualidad que los únicos personajes bisexuales que añadimos a la trama sean femeninos y también protagonicen algún que otro encuentro infiel.
Sin embargo, no todo va a ser negativo, hay quién lo está intentando de verdad. Para muestra los universos Skam, en, por ejemplo, sus versiones española y francesa. Lejos de este espejo en el que se miran sus coetáneas, han conseguido introducir relaciones sanas dentro del colectivo, que casan con el resto de tramas heterosexuales de la serie y que consiguen mantenerse en temporadas posteriores sin asuntos de promiscuidad o infidelidad que se den por sentado.
Para los que quieran explorar y reflexionar sobre esto en el audiovisual. El programa Tabús presentado por el actor David Verdaguer para TV3 arroja bastante luz sobre el asunto en su capítulo titulado Diferents maneres d’estimar, igual no vendría mal que algún guionista le echase un ojo.
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