El próximo 25 de noviembre llega a los cines La Visita y Un Jardín secreto, una película documental dirigida por Irene M. Borrego. El filme rescata la figura de Isabel Santaló, una artista hoy olvidada. Tía de la propia directora, Santaló es contemporánea de Antonio López, una de las pocas voces que la recuerdan. Ese olvido que gira en torno a la misteriosa figura de la artista es el que estudia Irene M. Borrego en La Vista y Un Jardín secreto.
Hemos hablado con la directora para conocer más de cerca su trabajo. La obra ha supuesto para Borrego enfrentarse a un pasado familiar partiendo de sus miedos. Se ha tenido que enfrentar a ella misma en lo que parecía un juego de espejos con la figura de Isabel Santaló. Una película sobre la memoria y el olvido, sobre el Arte y el proceso creativo, sobre qué significa ser mujer y una artista
¿Cuándo descubres la figura de Isabel Santaló?
Conocía a Isabel prácticamente sólo de oídas y mis poquísimos encuentros con ella fueron siempre muy fugaces. A partir de mis doce o trece años de edad ya nunca más la vi. Y de su faceta artística sólo sabía que era pintora, poco más.
Sólo muchos años después, cuando vuelvo a España y me asiento en Madrid, es que una tarde busco su nombre en internet. Y es ahí cuando descubro la existencia de Isabel Santaló y sospecho que quizás es una artista notable.
¿En qué momento decides hacer un documental sobre ella?
Mi primera visita a Isabel me dejó una impresión muy profunda. Fui a verla por motivos puramente personales y ni remotamente pensaba en hacer un proyecto; pero lo cierto es que salí de aquella casa tocada. Muchos aspectos del mundo del arte resonaban con las dinámicas del cine. Y existían también similitudes entre las vivencias de Isabel y las mías. Así que salí de aquel piso con la sensación de que tras esa puerta se escondía una película. En aquel momento trabajaba en Muebles Aldeguer y al terminarlo comencé a investigar sobre Isabel Santaló. Me sobrecogí al descubrir algunos de los lugares en los que había expuesto y el presente con el que me había encontrado. La cuestión del olvido apareció pronto como uno de los principales temas.
Cuando le cuentas a tu familia que estás trabajando en un documental sobre tu tía, ¿cómo reacciona?
No se lo conté. Sólo cuando la película estuvo en un estado muy avanzado del proceso fue que por fin se lo dije a mis padres; durante gran parte del tiempo sólo lo sabía mi hermano. Como era un proyecto en coproducción con Portugal y pasaba mucho tiempo en Lisboa, camuflaba todo hablando de “la película de Portugal”.
Así que cuando por fin dije que la protagonista era Isabel fue una sorpresa para mi familia. La noticia no gustó especialmente y tampoco comprendían por qué estaba trabajando en aquel proyecto. Su reacción no fue muy distinta a la que imaginé, por eso también me demoré en contarlo.
¿Cuál ha sido el mayor obstáculo a la hora de sacar adelante el trabajo?
Principalmente que el hacer este proyecto me exigía bajar a mis infiernos personales y habitar en ellos durante bastante tiempo. E inicié el proyecto de una manera bastante ingenua, sin saber el revulsivo que iba a suponer. La Visita y Un Jardín secreto es también una película sobre eso que Jung llama la integración de sombra, en mi caso partiendo de miedos muy profundos. Fue un proceso con largas temporadas oscuras, sumamente angustiosas. Pero no podía huir: tenía sí o sí que atravesar todo aquello porque existía además el compromiso asumido de terminar la película.
¿Había miedo a la hora de enfrentarse a una historia tan familiar?
No era consciente del berenjenal en el que me estaba metiendo cuando arranqué el proyecto; ni siquiera era consciente de la importancia de la cuestión familiar en la película. Fue a lo largo del extenso proceso que paulatinamente voy dándome cuenta de diversas cuestiones: básicamente del lugar desde el que me estaba aproximando a Isabel y por qué. Para ello fue fundamental el trabajo con el montador Manuel Muñoz Rivas y también con las productoras, Mariangela Mondolo-Burghard y Renata Sancho. También me ayudó mucho Alexis Delgado Búrdalo.
Durante el proceso de investigación y rodaje, ¿alguna sorpresa o dato que te haya sorprendido?
Durante la investigación me sorprendió encontrar tan pocas huellas del paso de Isabel por el mundo de la pintura. Durante el rodaje, el nivel de agresividad y falta de empatía al que se puede llegar cuando se tiene miedo.
¿Referentes cinematográficos?
La verdad es que este proyecto lo abordé con pocos referentes cinematográficos; pero la literatura de Kafka y Bernhard sí estuvieron muy presentes en diversos momentos del proceso, especialmente La Condena y El malogrado. Para la concepción de la puesta en escena me ayudó mucho leer sobre teoría del retrato. Y en términos estrictamente cinematográficos, posiblemente podría citar Santiago, de João Moreira Salles, e India Song, de Marguerite Duras.
En la revista nos gusta que nos recomienden talento, ¿último trabajo artístico que te haya emocionado?
Un cuadro de Hopper que tuve la oportunidad de ver hace muy poco: se titula Room in New York. Y también The New York Movie, del mismo artista.
La revista se llama Más de Cultura y nos gusta acabar las entrevistas preguntando, ¿más de cultura y menos de qué?
Menos de juzgar y/o hablar mal de los demás.
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