Los Estados Unidos han sido un país repugnantemente racista hasta hace solo unas décadas y siguió siendo racista después del 1 de diciembre de 1955, cuando Rosa Parks se negó a ceder el asiento a un blanco y moverse a la parte trasera del autobús en Alabama. El cine reciente nos sigue recordando la espantosa forma con la que fueron tratados los negros en ese país donde en los billetes de dólar se lee que creen en dios. Ejemplo de ese cine son títulos como 12 años de esclavitud (Steve mcQueen), El nacimiento de una nación (Nate Parker) o el documental What Happened, Miss Simone? (Liz Garbus).
Entre las más racistas películas de Hollywood destacan la muda El nacimiento de una nación, con una deleznable elegía al Ku Klux Klan, El cantor de Jazz, con aquel señor con la cara pintada con betún, y Lo que el viento se llevó y aquel glorioso y noble Sur. Entre las películas antirracistas reconocidas en los Oscar destacan Arde Mississippi (7 nominaciones), Adivina quién viene esta noche (10 nominaciones) y En el calor de la noche (7 nominaciones y 5 Oscar, incluido el de Mejor Película).
La primera mujer negra en ganar el Oscar, en 1940, fue la Mami de Lo que el viento se llevó: Hattie McDaniel. Lo que pocos saben es que el productor David O. Selznick tuvo que pedir un permiso especial para que la pobre mujer pudiera entrar en el hotel en el que se celebraba la entrega de premios porque estaba prohibido el acceso a los negros. De hecho, en vez de sentarla en la mesa de Vivien Leigh, Clark Gable, Victor Fleming o su contrincante Olivia de Havilland, Hattie tuvo que sentarse, humillada, contra un muro y al fondo del comedor. Ese año, por cierto, gobernaba el progresista Franklin D. Roosevelt, que volvió a ganar las elecciones.
Este 2019 los Oscar, que se entregan este domingo, iban a tener un nuevo presentador negro tras Chris Rock. Se trataba de Kevin Hart, que anunció su renuncia a presentar la ceremonia por comentarios y tuits homofóbicos que había hecho en el pasado. En concreto imbecilidades de este calibre: “Uno de mis mayores temores es que mi hijo crezca y se haga gay”. Machacado en las redes sociales, y con razón, Hart renunció a presentar unos premios que no van a tener un conductor. O no ha habido tiempo de encontrarlo o anda todo dios acojonado por lo que le puedan sacar de su pasado.
Pero la minoría negra ya lleva años representada en Hollywood, que sigue pagando, y con razón, por el ninguneo y desprecio de décadas. Este año la Academia (organismo formado en su 95% por blancos) ha vuelto a nominar en su máxima categoría a películas como Green Book, Infiltrados en el KKKlan o Black Panther. Nominar a la mejor película a esta última es una majadería, pero forma parte del intento desesperado de los premios por hacerse con una audiencia joven. ¿Y las otras dos? Green Book es una película meliflua y descaradamente académica (es calcada a la oscarizada Paseando a Miss Dassy pero con conductor blanco y conducido negro) e Infiltrados en el KKKclan es una película cañera de Spike Lee, pero no está a la altura de los premios supuestamente más influyentes del planeta.
Recordemos, además, que hace dos años sufrimos la histórica cagada en la lectura de sobre más esperado por parte de Warren Beatty y Faye Dunaway. En aquella ceremonia la ganadora real fue Moonlight, película afroamericana y de temática gay. En otro de esos absurdos académicos (también ocurrió en los últimos Goya) el director la de cinta ganadora, Barry Jenkins, perdió ante el realizador de la sobrevalorada La La Land, Damien Chacelle. En esa misma entrega de premios también estaban nominadas Fences, con Dencel Whasington, y Figuras ocultas, sobre la matemática afroamericana que calculó las trayectorias de vuelo del Apolo 11.
La disyuntiva es saber cuánto hay de verdadero talento y justicia en estos premios y cuánto de corrección política y marketing. Como se demuestra en estos Oscar, el tema racial sigue más vivo que nunca en las nominaciones y esto ya huele a pura mercadotecnia. Y en algunos caso se ha llegado hasta el histerismo. Lo sufrió en sus carnes el protagonista de la antirracista Green Book, Viggo Mortensen. El actor estaba sentado junto a su coprotagonista, Mahershala Ali, y el director de la cinta, Peter Farrelly, cuando dijo que afortunadamente “ya nadie dice la palabra nigger”. Al escucharlo, una mujer desde el público gritó encolerizada: “¡No digas eso!”.
Aterrorizado por las repercusiones para él y la película, Mortensen tuvo que escribir un innecesario comunicado: “Al señalar que muchas personas usaron casualmente la palabra nigger en el momento en que se desarrolla la historia de la película, en 1962, utilicé la palabra completa. Aunque mi intención era hablar fuertemente contra el racismo, no tengo derecho ni siquiera a imaginar el dolor causado por escuchar esa palabra en cualquier contexto, especialmente viniendo de un hombre blanco. No uso la palabra en privado o en público. Lamento mucho haber usado la palabra completa anoche y no la volveré a pronunciar”.
Pero en una entrevista a Nando Salvà, Mortensen apuntó que la polémica se había salido de madre porque a los competidores de Green Book les interesaba que la película se pringase con el tema racista y así fuese tocada a los premios. No dio nombres, pero Mortensen sugirió que había juego sucio y muchos dolares en juego: “Para los estudios de Hollywood los premios son importantes porque proporcionan prestigio y, sobre todo, sirven para que más gente vaya al cine. Y por eso no me sorprende que, a veces, se recurra a métodos turbios para dañar al rival”.
Lo cierto es que aunque se pongan estupendos cada año, los Oscar no ha premiado jamás a un director negro con la estatuilla a mejor director, ni siquiera al más famoso de ellos: Spike Lee, nominado este año y que sí tiene el Oscar Honorífico. En toda su historia, solo seis películas producidas por negros han llegado a estar nominadas a mejor película. Y todas ellas, por supuesto, trataban el tema racial. Por eso la verdadera igualdad llegará a los Oscar cuando un director, producto o actor negro gane su premio por una película escrita y protagonizada por blancos.
La conclusión a la que estoy llegando en los últimos años es que Hollywood se ha olvidado de ser original, con sus remakes, historias repetitivas, guiones simples y cine comercial se ha alejado por completo de las historias de verdad. A diferencia del cine europeo, iberoamericano o del resto del mundo que este año, con películas como Roma, Cold War, Border, Girl, Cafarnaum, Un asunto de familia o incluso aquí en España con El reino, han demostrado que esas historias siguen ahí solo hace falta un interés de verdad por escribir cosas hechas desde el corazón y no con la expectativa de «ser política o socialmente aceptado». Esa es la sensación que tengo yo con los Oscars de este año y como se trata el tema racial desde el cine estadounidense, utilizándolo solo como mera excusa para hacer películas «para quedar bien», pero olvidando siempre la profundidad de la cuestión y sin entender el verdadero problema que tiene ese país con ese tema. Por otro lado, difiero mucho en tu crítica a Damien Chazelle, con Z y no con C, y a su película La la land, ya que puedo llegar a entender que te pueda haber gustado más o menos la película, que pueda ser de tu estilo o no, eso ya no lo sé, pero lo que es incuestionable es el trabajo en la dirección de Chazelle, así como en los trabajos de montaje, fotografía y diseño de producción.