El próximo 17 de mayo se estrena en cines la película Un sol radiant. Un proyecto creado en colectivo con dirección de Mònica Cambra Domínguez y Ariadna Fortuny Cardona, guion de Ariadna Fortuny Cardona y Clàudia Garcia de Dios y sonido de Lucía Herrera Pérez y Mònica Tort Pallarès.

Una historia sobre el fin del fundo que desde la luminosidad retrata la fortaleza de los vínculos, el duelo, el amor y la amistad. Un sol radiant está protagonizada por Laia Artigas (Estiu 1993), Núria Prims (Sica, Historias del Kronen, Hospital Central, Hache), Núria Sales y Jaume Villalta.

Hemos hablado con las responsables de Un sol radiant para conocer mejor los detalles de la historia y descubrir si ante la llegada del fin del mundo, organizarían una fiesta parecida a la de la protagonista de su película.

¿Cómo surge la idea de la película?

La película surge en el marco de la universidad como trabajo de fin de carrera. Queríamos hablar del miedo y la muerte, pero, sobre todo, de la gente a la que queremos y de las cosas que realmente tienen valor para nosotras. Y la premisa de ciencia ficción nos permitía ahondar en ello. Las cosas cuando más se suelen apreciar, es cuando se están acabando.

En la historia, la inminencia de un final lo dispara todo y permite que cojamos distancia y veamos nuestra realidad con otros ojos. Como generación, creemos que somos muy conscientes de que el mundo tal y como lo conocemos ahora tiene un fin. Y está más cerca que lejos. Las crisis, el capitalismo feroz y el cambio climático, entre otras cosas, nos están llevando a ello y eso es algo que, de manera más o menos inconsciente, nos preocupa y estaba latente durante el proceso creativo.

«Las cosas cuando más se suelen apreciar, es cuando se están acabando»

La película pese a tratar un tema trágico como puede ser el fin del mundo, es muy luminosa. ¿Qué intención teníais al ubicar la trama en este escenario?

Nos interesaba hacer un tratamiento luminoso de un tema muy oscuro. Nos parecía que la historia era suficientemente triste por sí sola y no queríamos regodearnos en ello. En cambio, queríamos hacer un relato de apreciación a la vida, algo que quisimos transmitir a través del tono y de las escenas de naturaleza. Especialmente teniendo en cuenta que la protagonista es una niña y vivimos la película desde su punto de vista, su inocencia y su mirada al mundo, aun por descubrir.

¿Creéis que los personajes adultos se resignan ante la llegada del fin del mundo y los personajes jóvenes interpretados por Laia y Nunu se rebelan?

Todos los personajes pasan por las distintas fases del duelo, cada uno a su manera y siguiendo su propio ritmo. Una de ellas es la negación, que no deja de ser una forma de protegerse de lo que se les viene encima. Para Mila, esa negación se materializa en la voluntad de organizar una fiesta para el momento final. Para Alícia, la madre, su forma de afrontar la catástrofe inminente consiste en intentar resguardar a sus hijas, aunque en el fondo sepa que eso es imposible.

Todos los personajes viven momentos de resistencia y momentos de resignación, pero es cierto que quien más encarna el espíritu de rebeldía es Íngrid, la hermana mayor, quien exprime cada segundo que le queda de su juventud robada.

La protagonista de la película tiene claro que quiere hacer una fiesta ante la llegada del fin del mundo. ¿Qué os gustaría hacer a vosotras si os veis en esa misma situación?

Esa pregunta nos ha acompañado durante todo el proceso de creación y la propia película es nuestra respuesta.

Nosotras viviríamos el fin con miedo, pero también con muchas ansias de vivir. Pasaríamos por momentos de desesperación, pero también por instantes de lucidez y de apreciación a la vida.

No sabemos si organizaríamos una fiesta, como Mila, pero lo que sí que tendríamos claro es que lo querríamos vivir acompañadas de las personas a las que más queremos.

Un sol radiant cuenta con actores profesionales y naturales. ¿Cómo ha sido el proceso de cásting de la película?

Cada uno de los personajes tuvo un proceso diferente. Empezamos buscando a Mila, para quien vimos a decenas de niñas con un casting abierto. Era la pieza clave del engranaje y, hasta que no conocimos a Laia Artigas, que llegó a nosotras gracias a Carla Simón, no sentimos que habíamos dado con la tecla adecuada. Luego, continuamos con Íngrid, la hermana mayor, que fue un proceso bastante similar. Hicimos un casting masivo y trabajamos en conjunto con las actrices de Mila para ver las posibles conexiones y tándems. Para Alicia, la madre, lo teníamos claro. Veíamos que Núria Prims encajaba muy bien y le enviamos el guion. Tuvimos la suerte de que le gustó y se sumó al barco. Por último, con Gabriel, fue un proceso radicalmente diferente. Una de las directoras, Ari, era amiga de Jaume Villalta, el actor que encarna al abuelo, y durante la época de castings, le planteó hacer la prueba.

Una vez tuvimos el casting, hubo un gran trabajo de ensayos en el que se formaron los vínculos y la intimidad entre ellos. Trabajamos sobre todo a partir del cuerpo y todos afrontaron el trabajo desde el compañerismo y la humildad. Fue muy bonito ver cómo actores con más y menos experiencia se complementaban los unos a los otros.

«Cinco cabezas piensan mejor que una y es reconfortante tener con quien compartir las dudas y la responsabilidad»

¿Nos podéis contar alguna anécdota del rodaje?

A pesar de que rodamos en verano, tuvimos que lidiar con muchos días de lluvia, y el día que rodamos una de nuestras escenas favoritas fue uno de ellos. La escena transcurre en un descampado, cuando Íngrid decide llevarse a Mila a una fiesta con sus amigos.

Como no teníamos los recursos suficientes para poder volver a rodar en ese descampado otro día, tuvimos que apurar el rodaje y grabar parte de la escena bajo la lluvia. Sin embargo, cuando estábamos rodando el último plano, una nube inmensa cubrió el cielo en cuestión de segundos. Tuvimos que cortar a media toma y salir todos corriendo a refugiarnos en los coches y en el camión de material, donde esperamos durante un par de horas a que amainara. Fue una tormenta eléctrica espectacular.

Por suerte, mientras la directora de fotografía se refugiaba en un coche, decidió rodar unos planos del cielo y de la lluvia, los cuales han acabado entrando en el montaje final de la película y nos han ayudado a generar la sensación de fin del mundo.

¿Cómo ha sido el trabajo en equipo?

El proyecto nace de una manera muy horizontal y colaborativa, por lo que, para nosotras cinco, ha sido muy natural trabajar en equipo. Ya desde la concepción de la idea, teníamos una misma visión de la película y, al tratarse de una ópera prima, ser varias al mando nos ayudó a tirar adelante y a ir siempre a favor de obra. Cinco cabezas piensan mejor que una y es reconfortante tener con quien compartir las dudas y la responsabilidad de algo tan abrumador como es hacer una película.

En cuanto al rodaje, trabajamos con un equipo técnico muy reducido y familiar en el que todo el mundo confiaba y creía mucho en el proyecto. Y, sobre todo, aceptamos nuestra falta de experiencia y siempre funcionamos desde la prueba y el error. Tanto nosotras como el resto del equipo. Nos equivocamos y ensayamos mucho para que el rodaje fuera lo más fluido posible.

¿Cuál es el mayor aprendizaje que os lleváis de todo el proceso de Un sol radiant?

Al tratarse de una película que tiene su origen en un contexto universitario, uno de los mayores aprendizajes que nos llevamos es intentar sacar lo mejor aprovechando los medios que se tienen, sean los que sean. Desde la escritura, pensamos en crear una película que pudiera ser rodada. Esto pudo cortarnos las alas en algunos momentos, pero nos obligó a ser creativas, sintetizar y, sobre todo, buscar tanto nuevos recursos narrativos como la verdadera esencia de lo que queríamos contar. Con el tiempo y gracias a la compañía de Atiende Films tuvimos la suerte de que se fueran sumando agentes, subvenciones y entidades que apoyaron e hicieron crecer el proyecto para que fuera lo que se ve en pantalla hoy.

También hemos aprendido la importancia de adaptarse a cualquier escenario. Los rodajes son imprevisibles y siempre hay que estar listo para hacer un cambio de rumbo. Hay que saber ser flexible, a la vez que mantenerse firme con lo que es necesario.

¿Tenéis pensado más trabajos en colectivo?

La verdad es que ahora mismo nuestros caminos se han separado un poco. Cada una de nosotras está focalizándose en formarse y profundizar en el campo que más le interesa, pero no descartamos volver a trabajar juntas. Un sol radiant ha sido un viaje maravilloso con el que hemos aprendido mucho y quién sabe si el futuro nos vuelve a unir profesionalmente.

La revista se llama Más de Cultura y nos gusta acabar las entrevistas preguntando, ¿más de cultura y menos de qué?

Más cultura y menos complicidad con el genocidio.