Ha pasado medio siglo (se estrenó en Nueva York el 25 de mayo de 1969) desde que se produjese el milagro. Sí, el estreno de Cowboy de medianoche fue un milagro en aquellos tiempos. Tras conseguir luz verde del estudio, algo alucinante para la sórdida historia que contaba, la película se rodó en el mítico Mayo del 68. En París los estudiantes la liaban en las calles, en Estados Unidos seguían las protestas contra la Guerra de Vietnam, en Checoslovaquia la Primavera de Praga, en México la matanza de Tlatelolco… el mundo estaba en llamas y en este contexto se rodó una película que cambió el cine norteamericano. Y todo gracias a un londinense llamado John Schlesinger.
Tras ser reconocido en su país con películas de Free Cinema británico como Billy el embustero, Darling o Lejos del mundanal ruido, Schlesinger se plantó en la gran manzana con su novio y dirigió a un equipo mucho más grande del que acostumbraba en tierras inglesas. Schlesinger, que se llevaba de maravilla con todo el mundo, nunca ocultó que vivía con un señor, algo que tenía mucho valor hace 50 años y en una industria tan conservadora como la de Hollywood.
El guión, basado en una novela de James Leo Herlihy, era de Waldo Salt, autor de los libretos de Serpico, El regreso (con Jon Voight) y Como plaga de langosta (dirigida por Shleshinger). El texto era una carga de profundidad contra el “Sueño americano”, una bajada a los infiernos de la pobreza y la prostitución masculina, una fotografía nada agradable de la crueldad de Nueva York, ciudad blasón del capitalismo americano.
El guión de Salt le llegó a Schlesinger por parte de un ejecutivo de estudio. En el sobre el tipo le explicaba que Elvis Presley quería ser el protagonista de la película. Tras mediocridades como Amor en Hawai, Chicas, chicas, chicas o El ídolo de Acapulco, la estrella del rock pretendía demostrar a Hollywood que realmente era un buen actor. Junto al guión, el ejecutivo le escribía al pobre Schlesinger: “Será un gran vehículo para Elvis si limpias un poquito el guión y metemos algunas canciones”.
Afortunadamente, el casting fue otro. Pero no fue fácil conseguirlo. Michael Sarrazin y un desconocido Harrison Ford hicieron una prueba para el personaje del joven prostituto, pero el que estaba loco por hacerlo era Warren Beatty, que ya había protagonizado a un chico de compañía en La primavera romana de la Sra. Stone. No lo consiguió y se pasó tres años sin trabajar desde su gran éxito Bonnie y Clyde.
Para lograr el papel del tuberculoso, Dustin Hoffman no se duchó en días, se hizo el cojo y vistió harapos para ser contratado, cosa que logró sin problemas. Cuando el director que lo descubrió en El graduado, Mike Nichols, se enteró de que iba a interpretar a Rico le dijo: “¿Estás loco? Te he convertido en una estrella, este es un personaje feo, solo un acompañante de Jon Voight. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué te saboteas?”. Mike no dio una.
Empujado por su representante, también preocupado por el daño que podría hacer Rico a su carrera, Hoffman aceptó protagonizar, junto a Mia Farrow, el drama romántico John y Mary, dirigido por Peter Yates. Por esta película fue nominado al BAFTA y al Globo de Oro y por su trabajo en Cowboy de medianoche al Oscar al Mejor Actor, premio al que también aspiró Voight.
El Oscar por el que competían los dos jóvenes actores lo ganó, por Valor de ley, John Wayne, al que no le sentó bien el triunfo de Cowboy de medianoche en una ceremonia de los Oscar a la que Schlesinger no acudió. Ganó el premio al mejor director frente a nada menos que Arthur Penn, Costa-Gavras, George Roy Hill y Sydney Pollack. Menuda cosecha.
Wayne, conocido ultraderechista y gran patriota que se jamás combatió en guerra alguna, dijo que Cowboy de medianoche era “la historia de dos maricas y una película perversa”. Wayne ya había atacado de forma furibunda a Easy Rider por ser una película que pervertía el cine como él, gran amigo de Nixon y Reagan, lo entendía. Puede que su cabreo tuviese que ver con un diálogo de la película en el que Rico le dice a Buck que con sus pintas de vaquero “parece un marica” y Buck le responde preguntándole si acaso es marica John Wayne.
Aquel Hollywood, todavía plagado de homófobos, fachas y reaccionarios, no aceptaron la película y la calificaron X. A pesar de todo, y en un hecho que pasó a la historia, la Academia le dio su máximo galardón y Cowboy de medianoche se convirtió en el único film con calificación X que ha conseguido el Oscar a la Mejor Película.
Y si por algo es famosa Cowboy de medianoche, además del gran trabajo de todos sus actores, es su música. Y no tanto por la fabulosa banda sonora que compuso John Barry (que se cabreó por el uso de la armónica de Toots Thieleman en el tema principal), sino por la famosa canción Everybody’s Talkin. La canción elegida para ser la principal había sido I Guess the Lord Must Be In New York City, pero Schlesinger se decantó finalmente por el tema de Fred Neil. Además, no llegaron al montaje final las canciones Cowboy, de Randy Newman y Lay Lady Lay porque Bob Dylan no llegó a entregarla a tiempo.
Con su quinto largometraje, el bueno de Shleshinger dio una inmensa lección de cine a los americanos. Sacó su cámara a las calles de Nueva York y la captó con un realismo al que los estudios no estaban acostumbrados. Según el propio Schlesinger, el origen de su estilo visual es una rara película yugoslava de 1967 llamado Kad budem mrtav i beo y también My Hustler, film de Warhol en 1965.
Como Roman Polanski o Milos Forman, Shleshinger fue otro de los inmigrantes que dio unas cuantas clases de cine a los americanos. Uno de sus aciertos en Cowboy de medianoche fue rodar con teleobjetivos para que los actores trabajasen con libertad y los viandantes no se diesen cuenta de que estaban siendo rodados. Así, en una toma un taxi embistió a Dustin Hoffman. El actor, instintivo, se dio cuenta de que la toma quedaría perfecta si seguía actuando. Así, golpeó el capó del taxi y gritó al conductor (I’m walkin’ here!). Las reacciones de los viandantes y los gritos del taxista son reales y la toma leyenda de cine. Como toda esta inmensa película.
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