A estas alturas seguro que habréis visto No mires arriba, la película de Netflix protagonizada por Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio. Esta historia, contada desde la ficción, se hizo viral por su analogía con la realidad y con la crisis climática. Muchos y muchas hemos dejado de visionar este tipo de contenido por salud mental, pero le dimos una oportunidad, ya que la película se enmascaraba (al parecer) en una comedia absurda. Si tu también eres una de esas personas que sufrió en su cabeza las consecuencias de esa decisión, que cambia de canal cuando aparecen catástrofes naturales y que sale a la calle y nota en su olfato la contaminación, he de decirte que padeces lo que se conoce como Ecoansiedad. Y es de lo más normal.
Ecoansias de Irene Baños, un rayo de esperanza
Desde que tengo un uso de la razón adulto, la crisis del cambio climático ha afectado a mi vida cotidiana de manera estructural. Y me alegra saber, que aunque la estupidez humana nunca dejará de sorprenderme, he visto una clara evolución en cuanto a concienciación se refiere. He pasado de encontrarme sola en una clase con veinticinco adolescentes a los que sólo les interesaba hacer botellón a salir a la calle con mis casi treinta años a una manifestación convocada por Fridays for future. Y la vida, me dio la oportunidad de encontrarme, al principio de la pandemia, con el libro Ecoansias: Salimos de una crisis, no caigamos en otra, de Irene Baños.
Irene apela a todas aquellas personas como tu y como yo, que pasamos los días buscando cuál es la mejor alternativa para dejar la menor huella posible en nuestro entorno. Gracias a su libro conseguí encontrar esos pequeños hábitos locales que pueden mejorar mi alrededor, en vez de agobiarme por una responsabilidad que no me concernía de manera directa. La solución está en romper la cadena. En conseguir, a través de pequeños gestos y del boca a boca, que esas cien empresas responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero inviertan en sostenibilidad, y que los gobiernos presionen más y más. ¿Por qué empezaron a cobrar las bolsas de plástico? ¿Por qué hay carnes vegetales en las estanterías de los supermercados? Gracias al boca a boca.
Combatir el llamado green washing
También es cierto, y aquí sí que me pongo un poco pesimista, cuando hablo de que el capitalismo ha sabido transformarse de tal forma, con el llamado Green washing, que posicionarte en su contra se ha convertido también en objeto de consumo. Es como decir que las redes sociales son el demonio poniendo un tweet. O como comprarte cada semana ropa nueva diciendo que es de poliéster reciclado. La solución para identificar este tipo de problema es bien sencilla, elegir aquello que no implique consumir. Es decir, mejor quedarte con tu camiseta de hace años, en vez de comprar una por semana “reciclada”.
El mejor combate al capitalismo es dejar de consumir, y ese debería ser nuestro mantra. No necesitamos tener el último iPhone, necesitamos arreglar el que ya tenemos, y ese pensamiento es el que puede cambiar el sistema y el futuro.
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