La historia de los lugares se escribe muchas veces con la historia de sus gentes. A casi 1.000 kilómetros de Moscú se encuentra Tolyatti (Toliatti). Muchos de sus más de 700.000 habitantes vivieron cómo la ciudad era un orgullo socialista. Eje central de la fabricación de los coches Lada, la industria daba empleabilidad a todo el mundo en los años 60 y simbolizaba el poder soviético. En 2022, tras el cierre de las fábricas, la región se ha convertido en el Detroit ruso, una de las ciudades más empobrecidas del país donde los coches, que en su día fueron un emblema, ahora desfilan por sus invernales calles haciendo derrapes, o drifts, como se denominan en la película de Laura Sisteró, de la directora y guionista de Tolyatti Adrift.
La película documental se estrena el próximo 28 de octubre y nos lleva por las vidas de los jóvenes Slava, Misha y Lera, pilotos de estos Lada grafiteados, miembros del colectivo Boyevaya Klassika, que también son los representantes de esa juventud estancada, ahora una suerte de cabezas de turco de la guerra de la década.
La también fotógrafa catalana, recurre a una propuesta muy visual que contextualiza una parte de la historia rusa. Charlamos con Laura Sisteró del proceso de creación de un documental que le ha llevado 7 años.
¿Cómo llegas a este grupo de jóvenes y cómo es ese momento en el que te dejan meterte en sus historias?
Pues por diferentes medios. Yo, como persona curiosa, con ganas de hacer proyectos, siempre estoy leyendo y haciendo muchas búsquedas de temas que me impactan. Pero en concreto a este proyecto llegué hace siete años con un colega que es periodista. Pensamos en empezar un proyecto de documental sin saber muy bien qué forma tendría.
De varios temas que teníamos encima de la mesa, llegó Tolyatti. En un artículo leímos que Tolyatti era la ciudad grande más pobre de Rusia. Esto en 2015. Con eso, nos interesaba hablar de la adolescencia en ese contexto. De cómo sobrevivían los jóvenes en ese contexto. Nos tiró mucho el tema y nos fuimos para allá. Una vez allí fue cuando descubrimos el movimiento Boyevaya Klassika.
Nos rodeaban constantemente estos chicos con esos coches oxidados. Esas tartanas con graffitis haciendo ruido. Los veías con su música a tope y con un orgullo brutal. Era muy impactante visualmente. Nos llamó mucho la atención y seguimos investigando. Nos dimos de cara con con el hecho de que en esa ciudad se habían fabricado esos coches, era como si estuviéramos hablando del Detroit ruso. Una ciudad que había crecido mucho por la industrialización automovilística durante la Unión Soviética y que hoy en día estaba sumida en un abandono.
«Representaba la prosperidad, el orgullo de la Unión Soviética y se ha convertido en un símbolo totalmente oxidado, una forma de sobrevivir y de rebeldía»
Rodé un teaser que era bastante diferente a lo que es hoy la película. Pero que ayudó a enseñar esa realidad a los diferentes productores y colaboradores futuros del proyecto. A partir de ahí me enamoré de esa idea y de hacer una película de esa realidad, una película documental, un relato documental, que es lo que a mi me gusta decir. Quería huir desde el principio de las entrevistas y hacer un acercamiento más de ficción.
Cinco años dedicados a la peli y en ella vemos mucho legado de tus trabajos para videoclips y piezas publicitarias que tienen mucha fuerza visual. También, por ejemplo, de tu cortometraje Waste. ¿La estética tan característica del film estaba ahí desde el principio o es algo que se ha ido matizando en postproducción?
Yo creo que son varios factores, soy una visual researcher. Como también soy fotógrafa, de alguna manera la imagen me traspasa. Esa primera imagen, que no es sólo estética, para mí es lo más importante. No caer en la estética por la estética.
No creo que esta sea la película, sino que hay algo que es como muy profundo de lo que está sucediendo ahí. Por el hecho de que están utilizando los coches de una manera totalmente diferente y le están cambiando totalmente el sentido a ese coche.
Un coche que representaba la prosperidad, el orgullo ruso y el orgullo de la Unión Soviética y de la ciudad. Cómo se había convertido en un símbolo totalmente oxidado y cómo ellos lo reconvierten como una forma de sobrevivir y de rebeldía.
Vemos a estos chavales jóvenes con con un coche oxidado haciendo drift, pero hay mucho más que una imagen potente. Hay un contexto. Por eso yo creo que se ha ido haciendo todo a la vez. La imagen te lleva, pero para mí si la imagen solo fuera eso, hubiera hecho un videoclip, y hubiera quedado increíble, pero para mí era muy importante lo que estaba pasando porque era una reconversión del paradigma que vivía esa ciudad.
«La militarización de la juventud en Rusia es algo latente, lo que pasa es que ahora hemos visto para qué está»
Me enamoraba también el drift. No sólo como la idea que tenemos del drift, de la de la agresividad, de la fuerza, de la rebeldía. He intentado utilizarlo como un símbolo en la película,porque estos chavales cogen esos coches que utilizaban sus abuelos y los utilizan para dar vueltas en círculos Y ese círculo para mí, que también en la película me volví loca para hacer un plano donde viéramos círculos, para mí ese momento simboliza esa vuelta en la vida. El hecho de estar atrapado en una realidad.
Ellos dan vueltas alrededor de postes de luz o de lo que sea como si fueran animales atrapados en una rueda. Y para mi hay algo también de esto muy simbólico. Nos habla de la realidad de esta generación joven rusa. Estos tres personajes que tenemos en la película son los protagonistas, pero al final son las caras de toda una generación y todos ellos son esa rebeldía joven rusa.
Es curioso porque lo que se planteó como esa forma para dar visibilidad a una Rusia por la mayoría desconocida, ahora tiene incluso más fuerza en el momento en el que se va a estrenar, con una guerra abierta.
Total. El otro día me decían: «Es muy creepy ver a Putin dando un discurso de navidad. Y claro ahora es creepy pero es que antes también. Esa Rusia, con esa actitud sistemática que tiene Putin y su Gobierno en Rusia ha estado siempre, lo que pasa que ahora nos llega a nosotros. Ahora lo vemos. Por eso para mí era importante también que estuviera en la película. Para generar ese contraste entre sus palabras y lo que veíamos.
Y también por eso fui a Rusia en primera instancia, porque no sabía nada de ese país y me parecía que también siempre es el «Gran malo». Veo películas y siempre son los malos. Pero es que hay gente que también sufre las decisiones de su Gobierno. Y esto que te decía del círculo y estar atrapado, para mí, Tolyatti Adrift es como muy redonda, porque también estos chavales nacieron con Putin y siguen con Putin.
«Slava está en Tolyatti, Lera sigue haciendo drift y Misha sigue estudiando»
Están atrapados dentro del mismo sistema. No han visto absolutamente nada más. Uno de los protagonistas intenta no ir al servicio militar. Porque la militarización de la juventud en Rusia es algo latente. Está allí todo el rato. Lo que pasa es que ahora hemos visto para qué está. Por lo que estamos viviendo ahora.
Y lo más fuerte del tema es que si tienes dinero puedes pagarte un ticket, de manera ilegal, para no ir al servicio militar. Lo que nos lleva a: Entonces, ¿Quién va al servicio militar? ¿Quién va a acabar yendo a la guerra? La mayoría de los chavales de este movimiento van porque no tienen otra. Y ahora muchos de ellos seguramente, se me ponen los pelos de gallina cada vez que lo pienso, acabarán yendo a la guerra, si no están ya allí.
¿Has vuelto a contactar con ellos? ¿Han podido ver la película?
Pues sí que han visto la película, pero igualmente para mí no estará terminado mi viaje de alguna manera con esta película hasta que no pueda ir a Tolyatti o pueda enseñársela a todos los chavales de Boyevaya Klassika. A sus padres, familiares y profesores, porque fueron muchos los que nos ayudaron a hacer esta película.
Pero voy teniendo contacto con ellos y, de momento, todos están bien, entre comillas, cada uno va haciendo su vida y sus cosas. Slava está en Tolyatti, Lera está en una ciudad de al lado, sigue haciendo drift y Misha sigue estudiando. Han pasado dos años y medio desde que me fui.
Hay muchas secuencias impactantes. Me viene a la mente ese coro y la letra de la canción ¿Algún detalle que te impacte especialmente por la historia que hay detrás?
Pues todos (risas). Si hubiera audio-comentarios duraría como cuatro horas la película. Porque de todos los momentos hay mil historias para contar. Con la secuencia del coro, cada vez que la veía en el montaje, se me ponían los pelos de punta. No dejaba de emocionarme. Era algo muy fuerte. Tiene un impacto muy fuerte porque pensé que de repente no hacía falta nada más. Tenías a unos unos señores mayores cantando a las glorias de Rusia de las glorias de la fábrica. Y se autonominan el Coro Joven. Entonces te imaginas la historia y no hace falta decir nada más.
Al principio estaba mucho con los chavales pero con el el tiempo empecé a querer incorporar a sus padres, a sus abuelos, a sus profesores… porque al final ellos describían el Tolyatti que había sido. Los diálogos entre ellos eran brutales.
Con eso ya cuentas la historia de la ciudad. Yo iba creando la película mientras iba yendo, el guión está ahí siempre abierto. Fui cuatro veces durante un año, de invierno a invierno. Investigando, hablando con los protagonistas, pensando que podríamos rodar, creando algunas escenas.
¿Más de Cultura y menos de qué?
Pues mas de cultura y menos menos ignorancia.
Qué me va a decir alguien que está siempre investigando, ¿No?
Es que creo que la cultura a mi me lo ha dado todo. Tanto la cultura que cada uno arrastra por dónde vive, como todo lo que tiene que ver con el consumo de cultura. Es lo que a mí me ha hecho sobrevivir. Así que más de cultura y menos de incultura.
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