Hay quien considera al cine como un producto y no como una disciplina artística. Al igual que un lienzo, las películas utilizan paletas de colores y muchos directores se inspiran en obras de arte para componer planos. Por esta razón, en Más de cultura te vamos a dar unas cuantas razones para dejar de hablar de «industria del cine» y comenzar a denominarlo «arte colectivo». Como hay infinidad de ejemplos maravillosos, vamos a centrarnos en una corriente concreta: el surrealismo.
Abrimos esta selección con una de las obras femeninas más representativas del movimiento: La columna rota (1944) de Frida Kahlo y El quinto elemento (1997) dirigida por Luc Besson e interpretada por Milla Jovovich. La trágica historia del accidente de Kahlo le sirvió después a Jean-Paul Gaultier para crear el traje más icónico de esta distopía futurista.
Aunque aquí una servidora se indignara por el Oscar a Mejor Película que se llevó Moonlight en 2016, he de reconocer que el trabajo de composición de Barry Jenkins es espectacular. Gracias en parte a la influencia del maestro surrealista René Magritte. En concreto su obra La robe du soir de 1955.
La presencia de Magritte en el cine también se pone de manifiesto en películas tan míticas como El show de Truman (1998), de Peter Weir. El plano más dramático y emocionante del largometraje parte de la obra Architecture au clair de lune (1956).
Otra imagen icónica de la película El exorcista (1973), que hasta formó parte del cartel promocional diseñado por Bill Gold, está basada en L’Empire del Lumères (1954), también de Magritte.
Los Elefantes de Dalí (1948), dieron el salto del lienzo a la pantalla para componer un precioso plano general de Mad Max: Fury Road (2015), de George Miller. La fotografía de John Seale se mereció la nominación al Oscar y mucho más.
La obra menos conocida de esta lista y nacida en los inicios del surrealismo es Over the town (1918) de Marc Chagall. Una preciosidad que puso en movimiento Jonathan Glazer en Sexy Beast (2000).
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