El guionista James Manos Jr es uno de los escritores más brillantes que tiene la televisión norteamericana. Su debut, hace 22 años, fue por todo lo alto. Manos Jr fue, junto a David Chase, el autor del guion del mejor capítulo de Los Soprano. Y eso es decir mucho para una obra maestra de la televisión de la que también fue productor en cinco episodios. Si algo demostró Los Soprano es que los escritores de la televisión empezaban a dar sopa con hondas a los escritores del cine.
Tras su gran debut, Manos Jr escribió dos episodios de The Sheild y dio con la gallina de los huevos de oro con Dexter, personaje creado por el novelista Jeff Lindsay en la novela Darkly Dreaming Dexter, publicada en 2004. La primera temporada siguió la trama del libro original, pero no las siguientes temporadas, que presentaron historias originales y que no se basaron en las novelas posteriores (en total ocho libros) de Dexter, un forense del Departamento de Policía de Miami especializado en análisis de la sangre encontrada en los escenarios del crimen.
Además, Dexter es un compañero de trabajo muy reservado pero brillante, novio formal, enrollado padrastro, buen hermano y también un psicópata. Pero un psicópata que sedujo a millones de telespectadores porque no es un repugnante asesino en serie sin empatía. Dexter es un asesino en serie con su propia moral y son sus víctimas los seres realmente despreciables. Una valiente premisa que gustó a los ejecutivos de Showtime y funcionó a las mil maravillas.
Dexter, que logró el Emmy al mejor drama y a los mejores títulos de crédito en 2007 y al mejor director y actor secundario (enorme John Lithgow) en 2009, engancha porque su protagonista es fascinante y logró, como toda buena serie, una imaginaría propia. A saber: la caja con las muestras de sangre de todas su víctimas, el plástico con el que forra los lugares en los que ejecuta y descuartiza, la víctima con cinta aislante en la frente y la boca… Y su voz en off, con frases recurrentes, y ya míticas, como “Esta noche es la noche”.
Otro personaje clave de la serie, además de su pareja y su hermana, es el padre adoptivo, el único que, en su infancia, lo conoció realmente. Harry Morgan fue quien le dio la educación y el modus operandi con el que lleva a cabo sus crímenes y su singular justicia. Dexter no puede evitar matar, pero mata tras ser convenientemente educado por Harry. “El código de Harry” se centra en perseguir, cazar y liquidar a los asesinos que han conseguido burlar la acción de la Justicia.
Aquel padre de Dexter, por cierto, fue el actor James Remar, eterno y estupendo secundario que empezó su carrera a finales de los setenta con directores como Walter Hill, William Friedkin o Francis Ford Coppola y en películas como The Warriors, A la caza, Forajidos de leyenda, Límite: 48 horas o Cotton Club. Remar estuvo años en listas negras de Hollywood por una adicción a las drogas de la que está recuperado hace años. Su caída empezó con un arresto por posesión de drogas, que hizo que James Cameron lo despidiera fulminantemente del rodaje de Aliens.
En esta reformulación de la franquicia (no es una novena temporada según Showtime, aunque no sabemos muy bien por qué) que en España podemos ver en Movistar, Dexter Morgan también sigue siendo padre, pero esta vez de un adolescente, interpretado por un buen actor llamado Jack Alcott. Los nuevos guiones (de, entre otros, Clyde Phillips, Tony Saltzman y David McMillan) nos presentan al personaje diez años después del final de la serie. Dexter Morgan vive con un nombre falso en la pequeña ciudad de Iron Lake, Nueva York. Ha pasado del calor de Miami al frío helador del estado de Nueva York, donde lleva una vida normal y es un miembro respetado de la sociedad.
Pero claro, para que haya serie hacen falta “eventos inesperados” que hagan que al pobre Dexter le surja nuevamente la necesidad de dar rienda suelta a sus oscuros instintos asesinos. Y aquí es donde Dexter: New Blood cojea. Porque la serie entretiene y sigue siendo perfecta para los fans, pero basar sus guiones en la casualidad (y es mucha que Dexter se encuentre en su pueblo con un joven millonario, repugnante, caprichoso y culpable de la muerte de inocentes) no es muy brillante.
Y no contentos con eso, los guionistas también nos plantan en el pueblo, dejado de la mano de dios, a otro psicópata que retiene, para asesinarla, a una joven. Eso en el área metropolitana de Miami, una población de más de 5 millones de habitantes, te lo puedes tragar, pero aquí no. Demasiada casualidad para tan pocos kilómetros, que son los de Shelburne Falls, Massachusetts, el verdadero lugar de rodaje. Una pena.
Lo peor: las citadas casualidades de sus guiones y las apariciones de la hermana muerta (Debra, tan histérica e insoportable como siempre).
Lo mejor: las escenas con el ciervo blanco y el villano, nada menos que el malo de Los inmortales, Clacy Brown.
En resumen: con sus peros, es muy entretenida.
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