Mañana comienza el Festival de Cine de San Sebastián. Alfombras rojas, flashes y glamour competirán junto a carreras, sudores y contratiempos de organizadores del festival, periodistas, fotógrafos y fans que se agolparán a las puertas de los hoteles y del Palacio Kursaal buscando, antes la firma, ahora el ansiado selfie, con su estrella cinematográfica favorita.
La ciudad bullirá durante 8 días. Los fogones donostiarras no pararán ni de día ni de noche y los aplausos llenarán la ciudad de energía.
Hay quienes abominan de estos eventos, los hay que sueñan con asistir alguna vez y los hay que tienen prohibido acudir debido a «restricciones» del gobierno de su país. Es el caso de Jafar Panahi, director iraní invitado al festival para presentar en la sección Perlas y competir por el Premio del Público: «Tres caras» -Premio al mejor guión ex aequo junto a «Lazzaro Felice» en Cannes.
Ya le ocurrió hace tres años cuando competía en la misma sección con «Taxi Teheran», tampoco le fue permitido asistir. Panahi sólo pudo visitar San Sebastián en 2001 para recoger el Gran Premio Fipresci por «El Círculo».
El delito de Panahi consiste en hacer cine.
Jafar Panahi fue detenido en 2009 en un cementerio iraní cuando asistía al entierro de Neda Agha-Soltan, joven activista asesinada durante las protestas en Teherán por el presunto amaño electoral de ese mismo año. Desde ese momento, el director iraní, fue recibiendo sucesivas acusaciones acerca de su «intención de cometer crímenes contra la seguridad nacional y propaganda contra la República Islámica». Ha sido encarcelado en distintas ocasiones, liberado, condenado a arresto domiciliario… Actualmente sus restricciones consisten en la absoluta prohibición de viajar al extranjero durante 20 años, hablar con la prensa y escribir o dirigir películas.
El respaldo internacional ha sido constante desde su detención en 2009. Intelectuales, ministros, asociaciones y festivales cinematográficos, directores, críticos de cine, actrices y actores de distintos lugares del mundo han firmado manifiestos exigiendo su liberación, algo que a día de hoy no se ha conseguido.
Pero el gran triunfo de Jafar Panahi es que a pesar de todo, sigue haciendo cine y además es capaz de hacerlo viajar fuera de su país. A veces del modo más rocambolesco, como introducir un USB dentro de un pastel y enviarlo al Festival de Cannes.
Desde que está sujeto a restricciones ha dirigido dentro de su propia casa: «This Is Not a Film» en 2011 y «Closed Curtain» en 2013. Para «Taxi Teherán» dirigida en 2015 lo tuvo más complicado, pero se hizo pasar por un taxista y con cámaras ocultas rodó un tiroteo encubierto en el propio vehículo.
La cuarta película que ha logrado rodar en clandestinidad y distribuir para el mundo, es la que se verá en la presente edición del Festival de San Sebastián: «Tres caras». Cuenta la historia de tres actrices iraníes de diferentes generaciones.
Hoy se celebra el Día Mundial de la Libertad de Expresión y de Pensamiento. Pero hay profesionales como Jafar Panahi que han conseguido, entre otros galardones, el León de Oro en Venecia, el Oso de Oro en Berlín, la Camera d’Or en Cannes, y en este día no tienen nada que celebrar.
El delito de Panhi consiste en contar, con su cine, historias de su país, de las personas que lo habitan. Su cine se considera neorrealista, pero él dice interpretar la realidad desde un punto de vista poético y artístico. Acepta que se conciba como cine humanitario porque expone lo abominable de las restricciones establecidas en su país, pero se distancia del carácter social y político incluso del emotivo. Panahi no quiere hacer llorar, quiere exponer y, sobre todo, como ha declarado en Instagram: «Mi mayor deseo como cineasta es que mis películas se proyecten fuera de Irán, en un cine a ser posible, en los lugares más lejanos».
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