Es cierto que, de entrada, la palabra Hollywood es frívola, está relacionada con sueldazos, grandes fortunas, mansiones, premios, fiestas y clínicas de desintoxicación. Billy Wilder lo dijo con su habitual sorna y mala leche: “Del mismo modo que todo el mundo odia a Estados Unidos, todo Estados Unidos odia a Hollywood”. Sobre todo el profundo y reaccionario sur que vota a Trump, lugares como Texas, Louisiana, Alabama, Georgia, Misuri, Kansas… se hacen una idea.
Durante casi toda su historia, los premios del cine más famosos y poderosos del mundo, los Oscar, han sido empleados como envidiable plataforma para todo tipo de causas progresistas. De hecho, y salvo raras excepciones, Hollywood (como toda California en general) siempre ha estado ligado al Partido Demócrata. Por eso el facha norteamericano odia Hollywood.
Una de las excepciones a la tendencia progre fue el guionista Paddy Chayesfsky (Network). En 1978 Vanessa Redgrave logró su cuarta nominación al Oscar por Julia, a la que se opusieron la Liga de la Defensa Judía porque Redgrave había producido y narrado el documental El palestino, sobre la inhumana situación del pueblo palestino tras la fundación del estado de Israel. Al ganar su único Oscar, Redgrave agradeció a los académicos que no se dejasen “intimidar por un pequeño grupo de matones sionistas”. Tras escucharlo, Chayesfsky le dijo la actriz que su premio no era ningún hito histórico y que “resulta agotador que la gente utilice estos premios para explotar su propaganda política personal”.
Otro momento memorable en aquellos combativos años setenta fue el Oscar que ganó y no recogió Marlon Brando por su memorable papel en El padrino. Brando dio las gracias, pero avisó a la organización: no asistiría a la gala y en su representación iría Sacheen Littlefeather (Pequeña Pluma), activista pro derechos de los indios. La Academia estaba avisada, algo “incómodo” podría suceder en aquella noche del 27 de marzo de 1973. Y sucedió ante Roger Moore y Liv Ullman.
Sacheen rechazó la estatuilla y dijo: “Soy una Apache y presidenta del Comité Nacional de Imagen Afirmativa de los Nativos Estadounidenses. Esta noche vengo en representación de Marlon Brando, que lamentablemente rechaza este generoso galardón. Y eso se debe al maltrato de los indios estadounidenses en la actualidad por la industria cinematográfica”. Algunos de los asistentes la abuchearon.
Fue una excepción, como la de Michael Moore en los Oscar de 2003 (“vivimos tiempos ficticios y en una época de resultados electorales ficticios ganados por presidentes ficticios y en la que un hombre envía a todos a la guerra por razones ficticias”), porque generalmente la cúpula de Hollywood se cuida de hacer mucho ruido, ser muy radical o ir demasiado lejos. Hay demasiados dólares en juego y sus mansiones y piscinas, como dijo una vez Orson Welles. Bien lo saben los partidarios de unirse a causas sociales y medioambientales y demócratas confesos como Jack Nicholson, Warren Beatty, Michael Douglas, George Clooney, Leonardo DiCaprio, Alec Baldwin, Steven Spielberg, Tom Hanks, Barbra Streisand, Will Ferrell, Meryl Streep, Scarlet Johansson… Y sin olvidar al depredador Harvey Weinstein, que aportó grandes cantidades de dinero para el Partido Demócrata.
A parte de ser una inmensa máquina de estilos de vida y modelos de consumo o de pura propaganda política (sin olvidar los oscuros tiempos de la Caza de brujas), muchos cineastas de Hollywood han recogido las reclamaciones sociales y políticas de su tiempo. Tampoco hay que olvidar las protestas derivadas de las guerra de Vietnam e Irak ni el cine valiente de directores como Otto Preminger, John Frankenheimer, Sydney Pollack, Alan J. Pakula u Oliver Stone.
Ahora el foco, como es lógico, es la urgencia climática. O la lucha animalista, como en el caso del discurso de agradecimiento de Joaquin Phoenix en los últimos Oscar, en el que dijo que uno de los principales dones de un famoso es la posibilidad de utilizar su proyección pública. “Nos hemos desconectado del mundo natural y vivimos en un mundo egocéntrico, nos creemos el centro de todo y explotamos nuestro entorno para nuestro bien. Cuando una vaca da a luz a un ternero, se lo quitamos y privamos al ternero de una leche que utilizamos para echarla a nuestro café. Creemos que la idea del cambio político es que tenemos la necesidad de sacrificar algo, pero cuando aprovechamos el amor como principio podemos llevar a cabo sistemas de cambio beneficioso para el ser humano”. Irreprochable.
La última entrega de los Oscar terminó con la aparición Jane Fonda, que recientemente fue detenida junto a Joaquin Phoenix y Martin Sheen en una manifestación organizada por la actriz, que en los últimos meses ha sido arrestada por exigir al gobierno de Estados Unidos una respuesta ante la crisis medioambiental. En la protesta que compartió con Fonda, Phoenix dijo que a veces nos preguntamos qué podemos hacer para luchar contra el cambio climático “y hay algo que puedes hacer hoy y mañana: simplemente elegir qué consumes. Hay cosas que yo no puedo evitar, pero lo que sí puedo cambiar es mi hábito de alimentación”. Igual de irreprochable.
Otros intérpretes que también han acabado detenidos por participar en las manifestaciones organizadas por Fonda (y acusados de algo tan insignificante como hacinamiento o “incomodidad”) son Sally Field, Sam Waterston, Ted Danson y Diane Lane. La policía del Capitolio, donde se han organizado hasta ahora la mayoría de las protestas, ha afirmado que han detenido a casi 200 personas, posteriormente liberadas.
A Fonda, de una vitalidad envidiable para sus 82 años, le va la marcha. De muy joven se mojó (como Marlon Brando, con el que trabajó en La jauría humana) en las protestas a favor de los derechos civiles. Más tarde lo hizo con las masivas protestas contra la guerra de Vietnam. En 1970 cometió uno de los mayores errores de su vida. En el verano de 1972, en Hanoi, no se le ocurrió otra cosa que visitar a unos soldados vietnamitas. Tras la reunión, distendida y alegre, se sentó sobre uno de los cañones que usaban contra los americanos. Cuando la foto llegó a su país fue calificada de traidora.
Hoy Fonda pretende llamar al atención de Trump, que proyecta una serie de oleoductos en terrenos que pertenecieron a los nativos norteamericanos. Justo antes de ir a los Oscar, y con el riesgo de volver a ser detenidos, Fonda y Phoenix se unieron a la manifestación que partió desde el Ayuntamiento de Los Ángeles hasta las oficinas de Maverick Natural Resources, una de las compañías petrolíferas implicadas y que tiene sede en California. De hecho, en el acto Fonda dijo que California, y no Washington, era ahora la primera línea de la crisis climática. “Literalmente, lo que pasa aquí puede impactar en el resto de EE.UU. y del mundo”. También mencionó a Greta Thunberg: “Dice que tenemos que actuar como si nuestra casa está en llamas porque lo está”.
Y Fonda no es, ni mucho menos, la más implicada con la urgencia climática. El más célebre activista, y que ha gastado millones de dólares en el asunto, es Leonardo Dicaprio, con una fundación a su nombre y dedicada a causas ecológicas. También financió el documental The 11th Hour y la serie de televisión Eco-Town. Otro guapo, pero del viejo Hollywood, Robert Redford, es ecologista desde 1975 y pertenece al Consejo de Defensa de Recursos Naturales. También Brad Pitt gastó una fortuna para construir casas en Nueva Orleans tras la tragedia del huracán Katrina y George Clooney lanzó la iniciativa Oil Change, que denuncia, igual que Fonda, la alineación de Estados Unidos con la industria del petróleo.
Solo hace falta leer la prensa a diario y atisbar el terrible futuro que se avecina para ver que les queda a todos ellos muchas manifestaciones y todo tipo de acciones e iniciativas por delante.
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