Manuel pregunta que quién llama y su madre, sin fingir, a pesar de ser muy buena actriz, le confiesa que se trata de una periodista con la que va a hablar un rato por teléfono sobre su nueva obra. Y en eso precisamente se basa el proyecto Magna Mater, una reflexión a la que llegó su creadora Amaya Jiménez, actriz y escritora del libreto que se lanzó a escribirlo cuando nació Manuel, que ahora tiene 6 años: «después de muchos diálogos y conversaciones con madres sobre la no-conciliación laboral y sobre la dificultad de retomar la profesión, sin importar a lo que te dediques».
Sin embargo recalca que lo artístico es todavía más complicado: «surge de ahí, de contar la realidad de cómo lo he vivido yo y cómo lo veía que lo vivían las madres a mi alrededor». Comenta entre risas que también lo comentó con su madre, en una conversación tipo: «¿Cómo no me contaste esto antes?». Sin embargo recalca que el producto final no se concibe solo para madres, ni siquiera para mujeres exclusivamente: «porque todo el mundo tenemos una madre y todo el mundo tiene una herencia también. No es solamente lo laboral o lo maternal».
Esta obra de teatro se estrena el próximo día 7 de abril en NAVE 73, bajo la dirección de Javier Aranzadi. Con la compañía Tirititrán Danza-Teatro como maestra de ceremonias, se trata de una idea original de la propia Amaya Jiménez que estará representándose en la sala los días 7, 14 y 21 de abril. Un puzzle en el que la protagonista de la puesta en escena intenta encajar las piezas de esa herencia e identidad con la dificultad de conciliar el ser madre con la profesión artística, como en su vida real.
La música en directo reúne una mezcla de estilos entre flamenco, paso dobles y hasta nanas que tienen como hilo conductor la propia catarsis artística: «lo convertí en un formato danza-teatro porque yo siempre he estado entre dos mundos, entre le flamenco y el teatro, en la actualidad soy profe de teatro y el formato para contarlo mejor ere ese».
Para una artista que comenzó a bailar flamenco en 1993 (con 11 años), la vida ha estado marcada por las artes escénicas. Sobretodo cuando hace 8 años ya comenzó a trabajar con el grupo de músicos que le acompaña ahora en Magna Mater: «en realidad somos familia, trabajamos mucho siempre. Les conté la idea y me hicieron la banda sonora».
Amaya cuenta que se sienta más identificada con el flamenco porque es lo que hace desde niña, además su marido que le acompaña, también es cantaor y por eso el flamenco forma parte de sus vidas: » lo que pasa es que yo hubo un tiempo en el que me peleé con el flamenco porque sí que es verdad que es una disciplina demasiado rígida y yo, como soy más artística o más creadora, busqué y en el teatro y encontré ese juego con él que al final me gusta conjugar. Porque al final el flamenco es demasiado ortodoxo».
Ante la eterna pregunta de si uno no se vuelve un poco loco cuando escribe y a la vez interpreta el texto lo tiene claro: «Sí, llega un momento en el que es un poco obsesivo, pero también es una catarsis. Dije ‘bueno pues antes de irme al psicólogo, voy a hacer esto’. Y ha sido así. También es bonito recibir luego cuando viene a verte la gente lo que percibe». En ese sentido ha contado con la ayuda de un director para «verlo desde el punto de vista del espectador».
Un proyecto que como todo trabajo de teatro independiente no ha sido fácil para levantar sin subvenciones de por medio. De hecho, pretende visibilizar el estigma de hablar de identidad como un ejercicio complejo para las mujeres en nuestros días, más aún cuando a ésta se suma la maternidad.
Una red de talento reunido en un mismo escenario para ofrecer al espectador baile, interpretación y una composición musical de la mano de Alberto Muñoz (guitarra), Ye Xin con (Violín), Alfredo Valero (acordeón, teclado y contrabajo) y como cantaor a David Vázquez. Un movimiento artístico que cuenta con las coreografías de Gustavo de Ceglie.
¿Qué es entonces Magna Mater si no es sólo baile, sólo música o sólo teatro? «Cuando algún programador que nos ha venido a ver dice ‘¿Pero esto que es?’, digo: ‘bueno, esto soy yo, y mi expresividad’ que al final todo lo que estudias y en lo que te formas es lo que sacas a la luz».
Aprovechamos y antes de lanzarle nuestra clásica pregunta le pedimos una recomendación y nos chiva que la última pieza de mi amiga Manuela Barrero con su Compañía dlcAos, llamada Zèbre (bicho raro en francés coloquial) se puede disfrutar hoy 5 de abril en la Sala Berlanga de Madrid. «Es súper bonita. Es sobre bichos raros que somos todos».
Se trata de otra obra inspiradora, en este caso sobre los genios más grandes de la cultura y el pensamiento universal que incluye numerosas referencias y que también experimenta con la dramaturgia, la luz, la escenografía, el sonido y la danza.
Amaya Jiménez prefiere «más de cultura y menos programas basura en la tele». Porque considera que son los que «hacen en mucho daño a los que nos queremos dedicar a esto». Sin embargo como ella bien sabe, una vocación es también una necesidad, por eso en el futuro se ve creando los nuevos proyectos que ya tiene en mente.
Para ver este último, muy cerquita de nuestra redacción, en Nave 73, calle de Palos de la Frontera, 5 en Madrid.
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