El protagonista de «Un roble» es un padre que acaba de perder a su hija en un atropello. El conductor, un hipnotizador que desde el accidente ha perdido la capacidad de trabajar con los demás. Dos personas que se encontrarán en un espectáculo de hipnotismo.La peculiaridad de la obra reside en que el segundo personaje es interpretado cada noche por un actor o actriz diferente.
Para contarnos los detalles sobre esta obra que se puede ver en Teatro del Barrio hasta el 1 de mayo, Carlos Tuñón, su director, visita las páginas de Más de Cultura: «En realidad el proceso de ensayo. Se basó en invitar a un actor o actriz, que no conocieran nada de la función y que viniera a hacerla. El mecanismo de la función se basa en eso. La experiencia es compartida con el público y la misma información que tiene el público es la que tiene ese segundo actor o actriz.
Reconoce que acudir a una función sin saber qué hacer es «ponerte al servicio de la historia». De ahí el interés en probar esta nueva forma de narrar teatro. El proceso es sencillo, el equipo cierra la agenda de los actores y actrices una semana antes y ellos llegan una hora y media antes de que empiece la función. Será el único tiempo que tengan para entender el mecanismo.
«la misma información que tiene el público es la que tiene ese segundo actor o actriz»
Sin embargo, aunque pueda parecerlo, nada en la obra es improvisado, puesto que el actor sigue un texto: «lo único que lo va descubriendo a medida que avanza la función. Lo que tiene es que el público lo está sintiendo por primera vez. Despierta una faceta muy especial».
Es la anécdota destacable de la pieza, no obstante también se trata de una obra en la que destaca la relación entre los dos personajes que se encuentran.
Un espectáculo que ha sido calificado como «experimental» por algunos medios, pero que sin embargo Carlos no lo considera tan cierto: «en nuestro caso, estamos devolviendo el teatro a sus orígenes. La dirección más directa con la pieza, que el público participe haciendo cosas… se lleva haciendo desde los orígenes. Está muy de moda y es que el público reclama experiencias, vivirlo de manera experiencial».
En el teatro parten del repertorio, de obras universales, que están en el imaginario de todo el mundo y las abren para que el público las pueda vivir desde dentro. Por eso lo define casi como teatro popular.
En este sentido destaca su proyecto «Hamlet entre todos«, un espectáculo donde el público puede, durante 4 horas y media, hacer todos los personajes de Hamlet con un actor. También Lear (desaparecer), que se estrena en mayo en los Teatros del Canal: «el público entra en una especie de salón de Baile en el que hace todo lo que hacen los personajes de la obra. Además hemos trabajado a partir de talleres con pacientes con Alzheimer y estamos en esa relación en la que todos y todas podemos hacer todo.
«el periodismo fue el primer descubrimiento de que un mismo hecho iba a ser interpretado por fuentes diferentes considerando que esa es su verdad»
Para un estudiante de Periodismo y Cine, como lo es Carlos Tuñón, resulta interesante plantear cómo se llega a descubrir las maravillas del teatro. Confiesa que no terminó sus estudios de Periodismo en Sevilla puesto que se inició en el mundo del cortometraje: «el periodismo fue el primer descubrimiento que tuve de que un mismo hecho iba a ser interpretado por diez fuentes diferentes y cada fuente considerando que esa es su verdad. Es una práctica que conservo». Eso le tranquilizó mucho: «y dije ah, vale, entonces no hay verdades. Aquí todo el mundo intenta empoderarse de una sola verdad».
Del descubrimiento de que el cine e un medio muy jerarquizado, y en el que el trabajo final tardaba mucho en llegar después de meses de trabajo, se encontró con el teatro: «en el teatro convivo con gente durante 3 meses, hago funciones con el público real en el que estoy compartiendo realmente la experiencia. Para mi es mucho más humano por el tema del contacto y está jerarquizado pero depende de cómo lo quieras llevar.
Como muchos otros profesionales, complementa sus proyectos creativos con la docencia, mediante la cual asegura haber encontrado una estabilidad económica que le permite dedicarse al teatro de la manera óptima.
De las propias cuestiones planteadas durante su trabajo en la docencia, surgen muchos de sus proyectos: «siempre tengo que derribar al comienzo de cualquier proceso lo de: ‘pero yo no tengo nada interesante que decir, o ¿por qué la gente va a querer ver algo mío, si yo no soy interesante?’.»
Se refiere a la comparativa del sistema en el que se recalca que nadie tiene nada nuevo que aportar: «al final lo que se demuestra es que la gente creativa tiene que ser gente que tiene voluntad de hacer algo, de hacer un movimiento. Sea cual sea. Un movimiento, decir algo, opinar algo, y generar una tensión. Una especie de pliegue con la realidad». Por eso define a todos los creadores como exploradores y exploradoras.
Así, desde su compañía «Los números imaginarios» ha logrado trabajar de manera colectiva. «Estuve pensando hace años sobre qué es lo que a mí me conectaba con el mundo, con las obras que veía, conmigo, intentando encontrar esas fuentes de expresarme de manera correcta y de manera personal. Fui encontrando mucho placer en juntarme con gente que opinaba de manera diferente a mí y desplazar un poco mi visión del mundo para compartirla con otros. Al principio era con el público y ahora es más en procesos con colaboradores, equipo artístico, actores, diseñadores y de alguna manera, cada vez creo más en lo colectivo. Es decir, en hacer una creación en la que no sean solo mis puntos de vista los que aparecen, sino la del equipo que yo reúno para que estén juntos».
Siguiendo con la colectividad de la que habla, le pedimos que nos recomiende un espectáculo y lo tiene claro, el espectáculo «La otra mujer (un concierto)» que fusiona la música con el teatro. Lo dirige Pablo Messiez y cuenta con la actriz Guadalupe Álvarez Luchía, la cual destaca especialmente. «Es una propuesta muy sencilla, ocurre en un bar y tiene libertad y capacidad de desbordar y de llegar a sitios. La actriz es un fenómeno. Ella en sí misma».
No podíamos despedirnos sin nuestra ya clásica pregunta: «Más de Cultura y menos de decirle al público que venga tosido de casa. Por ejemplo. Está bien que el público tosa en el teatro.
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