Fotografía: CRV Manager & Comunicación
Ya lo decía Ojete Calor, hoy en día puedes ser viejoven. Los límites entre ser mayor y joven ya no están tan claros y cada uno se toma el paso del tiempo de una manera diferente. Sobre ese tipo de madurez o madurescencia, según se mire, nos habla Nora Aguirre en la obra que ella misma ha escrito y representa hasta el 29 de noviembre en el Teatro de las Aguas: La madurez.
Una obra sencilla pero inteligentemente escrita que no deja ningún detalle al azar. Con un uso interesante del sonido los gags están muy bien seleccionados para llegar a la rápida identificación. Cómo si no se iba a poder hacer una broma con twitter, Amaral o Chiquito de la Calzada en una misma historia.
Natural de Venezuela, a la temprana edad de 21 años ya tenía su propia compañía de teatro. Hablamos con ella de lo que supone mudarse a un nuevo país para poder vivir el sueño de trabajar en el teatro, de su manera de trabajar y de su propia madurez como creadora en una obra en la que tira también del público. Ella, «conscientemente» interpreta a varios personajes.
¿Has tenido que preparar mucho el personaje o has tirado de experiencia personal?
Aunque todavía no estoy llegando a los 40, claro que es autobiográfico. Es una manera de sacar todos los clichés de la sociedad. A lo que uno se enfrenta a medida que se va haciendo mayor. Pero también la diferencia de cómo uno asume la edad.
«la edad es relativa, no tiene nada que ver con el cuento de que marca tu ritmo de vida o lo que dejas de hacer»
Es autobiográfico pero también sobre el fenómeno que ocurre. Por eso se llama «La madurez» o «madurescencia». Es un fenómeno nuevo de finales del siglo pasado: se dieron cuenta de que la gente mayor ya no hacía lo mismo. Una persona de 60 o 40 años ya no es esa abuela que uno tenía en su casa. La ves trabajando, con el pelo pintado de rosa, saliendo a la calle, casándose otra vez…
En una obra como esta es especialmente relevante la identificación del público con cualquier etapa de madurez…
Sí, cuando estuve exhibiendo la obra, al escribirla desde el punto de vista femenino no quería que cayera solo en eso o que solo cayera en una mujer de 30 o 40 años.
«llegó un momento que la obra no estaba hecha para romper la cuarta pared»
Creo que lo disfrutan o se sienten identificados tanto los hombres como las mujeres, gente más joven o gente mayor. En realidad no deja de ser un homenaje a todas aquellas personas valientes que dieron el primer paso en decir: «la edad es relativa, no tiene nada que ver con el cuento que nos han metido de que la edad marca tu ritmo de vida o lo que dejas de hacer». Es el verdadero mensaje de la obra y va para todo tipo de personas.
En un teatro tan pequeño como el Teatro de las Aguas ¿Cómo trabajáis para llegar al público?
El Teatro de las Aguas ya se ha hecho nuestra casa. Llevamos 6 meses allí y al ser tan acogedor, tan pequeño, llegó un momento que la obra no estaba hecha para romper la cuarta pared. Actualmente la cuarta pared no existe.
«el público que va está acostumbrado, quiere se partícipe de todo lo que sucede»
El público interactúa muchísimo dentro de la obra y te permite incluso cuando hacemos preguntas entre nosotras dentro de lo personajes, que el público responda y quiera participar. Ese encanto lo tienen este tipo de salas donde ya hay una energía familiar dentro de ellas.
Lo vemos con otras obras, el público ya no quiere ser sujeto pasivo…
Sí, la obra tenía sus momentos específicos de rotura de la cuarta pared donde se bajaba al público, se le hacen preguntas… pero es maravilloso ver que el espectáculo está vivo y sobretodo que la gente empatiza y a veces ante una pregunta al aire a la prota, que es mi compañera de escena, el público necesita expresar su opinión. O aplaudir cuando no teníamos pensado que iba a pasar o seguir comentando cuando termina la obra y darnos cuenta de que se ha logrado crear esa sintonía y que el espectador además cada vez está más acostumbrado al teatro.
«Uno no puede estar esperando pasivamente a que te llamen. La oportunidad va a tocar tu puerta y te tiene que pillar preparado»
Y eso es otra cosa que me encanta de las salas off, que el público que va está acostumbrado a ver teatro donde quiere se partícipe y sentirse parte de todo lo que sucede.
Los ralladores de queso del cartel… ¿esto dice mucho metafóricamente?
(Risas) El verdadero protagonista es un rallador de queso. Pero como todo lo que diga puede ser spoiler… cuando vengan a ver la obra se van a dar cuenta de que el rallador de queso es el prota de la historia.
Con tan solo 21 años dirigiste tu primera obra de teatro y fundaste tu compañía de Teatro AMES. Casi nada…
Comencé con el teatro a los nueve años aproximadamente. Con 12 años ya estaba en el escenario de forma profesional. Cuando me mudé a una de las ciudades de Venezuela, entré a la universidad y no pude estudiar en la de artes porque quedaba muy lejos.
Empecé con una compañía que se llama Teatro Nacional Juvenil, una escuela que tenía una compañía estable y vi que mi universidad no tenía grupo de teatro. Como no tenía, lo fundé yo.
Así nace este grupo de teatro que luego se creó como un grupo cultural de más de 40 personas con el que tuve la oportunidad de viajar a Cuba, a Colombia…y representar mis primeras obras.
Un buen consejo para quién lea esta entrevista y esté en ese momento de no saber qué hacer con su talento, si existe, créalo tú.
Eso ha ido mi ley de vida desde siempre. He vivido en muchos sitios, hace poco vivía en Málaga y ahí tenía mi compañía de teatro. Hace dos años llegué a Madrid y me dí cuenta de que es un monstruo comparado con Málaga.
«la política en mi país truncó la carrera de muchísima gente. Pero si el artista sigue queriendo estar en esto lo va a seguir haciendo»
En Málaga ya me conocían y cuando llegué a Madrid lo que hice fue seguir con mi compañía de teatro, pero como muchos de los actores estaban en Málaga empecé a escribirme yo las obras y montarlas. Y así nació «La madurez».
Ese es un consejo que doy siempre. Uno no puede estar esperando pasivamente a que te llamen. La oportunidad va a tocar tu puerta y te tiene que pillar preparado. El trabajo llama al trabajo y te trae a gente con energía que esté en tu misma sintonía, te mantiene alegre, activo y vivo, que es lo importante.
Supongo que la artes se ven de otra manera en Venezuela ¿Cómo vivís la situación del país trabajando aquí?
En mi caso yo ya llevo casi 14 años viviendo en España entonces ya pasé el proceso de adaptarme o las comparaciones. Es triste y al mismo tiempo inspirador.
Tengo compañeros de medios, del mundo del teatro o de la televisión porque cuando me vine de Venezuela trabajé en televisión saliendo en series y en películas y de repente les veo aquí con apenas dos años empezando de cero adaptándose a los códigos diferentes y te das cuenta de que el artista va a seguir buscando hacer sus cosas donde quiera que esté.
Lamentablemente la parte política en mi país truncó la carrera de muchísima gente o hizo desviar o alargar el camino. Pero si el artista sigue queriendo estar en esto lo va a seguir haciendo.
Estoy hablando contigo y se me viene a la mente «El pianista» que ese es el alma de un artista. Pueden estar cayendo bombas a tu alrededor, puede estar pasando lo que sea pero necesita seguir expresando su arte.
Claro que es complicado, yo ya lo pasé al inicio. Lo sufrí mucho y tuve que volver a instruirme aquí en España. Los nuevos códigos, las maneras de subirte al escenario, el acento, todo ese tipo de cosas. Ahora veo a compañeros que están comenzando y digo: «buf, les queda, pobrecitos» (risas).
¿Además de la madurez de la protagonista ha habido también una madurez de Nora como creadora?
Sí, todo lo que he pasado desde que me fui de Venezuela lo agradezco porque la Nora que dirigió a los 21 años en Venezuela no es la misma que dirije aquí. La madurez tiene un toque de comedia que habla de muchas cosas muy serias y como autora he evolucionado muchísimo.
Estoy preparando dos nuevos proyectos de larga duración. Una que se llama «La oscuridad» y otra que se llama «La loca del barrio» ya con toques más líricos, más dramáticos y si no tuviese la cabeza amueblada que tengo ahora jamás hubiese podido escribir esos textos.
O hablar sobre la vida que se te va. Obviamente cuando tenga 60 o 70 años miraré a la Nora de 36 y diré: «ay, que chica es». Pero eso es lo bonito de las experiencias, que vas dando pasitos.
He evolucionado mucho y lo maravilloso es que se que me falta un mundo por conocer pero soy consciente de ello y eso es lo que más me gusta.
¿Más de Cultura y menos de qué?
Y menos de reality shows que funden cerebros.
Más artes cercanas como el teatro, ¿no?
Sí, dejar de engañar a la gente con una población que realmente no representa lo que somos. Nos están engañando, no somos así, nos quieren ver así.
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