Resumir la obra de Ramón Paso en un par de líneas se hace, francamente, imposible. Con más de una treintena de montajes teatrales, el escritor, dramaturgo, guionista y director de escena se encuentra en estos momentos presentando tres de ellos en Madrid. Blablacoche en el Teatro Quique San Francisco, El abanico de Lady Windermere y El secreto en el Teatro Lara.
Las carencias comunicativas de sus personajes en la ficción chocan de lleno con sus grandes dotes como comunicador, pero reconoce para Más de Cultura que son los textos que más le atraen. Aquellas comedias que no buscan serlo, sobre personajes que en sus problemas para manejar la información terminan por aportarle muchas más capas al espectador. Quizá por ser nieto y bisnieto de escritores de renombre, la responsabilidad que Ramón Paso le otorga a sus obras es mayor. Hablamos con él de dramaturgia, de adaptaciones literarias y de educación.
Eres ya un habitual presentando tus propuestas en escena en el Teatro Lara. Ahora estrenas El Secreto, ¿De dónde surge este montaje?
Hace bastante tiempo, antes de la pandemia, Enrique Salaberría, el productor y cabeza de Smedia, decide que quiere montar esta función. Le fascinó en su momento y lo intentó antes de pandemia pero claro, la pandemia se llevó sus planes por delante y cuando ahora de pronto ha decidido que quería volver barajó nombres y decidió que era una buena idea que yo la dirijiese.
A mi cuando me la ofreció me apeteció mucho. Ese tipo de teatro francés lo conozco muy bien porque me gusta, me divierte. Además me apetecía trabajar para Smedia. Es un mundo que he conocido circunstancialmente porque ellos co-produjeron El mensaje el año pasado, pero nunca había trabajado a sus órdenes y, sobre todo, es que el texto me llamó mucho la atención.
«la comunicación y la familia es una constante en teatro que me interesa y me llama la atención»
Es una historia muy divertidad. No es una comedia de súper carcajada porque tiene más trasfondo del que es habitual. Muchas veces en España se busca la risa sin más, que ya es difícil, pero esta comedia tiene la peculiaridad de que tiene un trasfondo muy interesante de cómo es la comunicación dentro de las familias. Que además es un tema que a mi me llama mucho la atención.
Me resulta curioso porque muchas de tus obras reflexionan a cerca de la poca capacidad de comunicación del ser humano cuando se trata de temas importantes. Un ejemplo también lo teníamos en El mensaje, en la que la comicidad venía precisamente de esa madre con carencias comunicativas con su familia y, a su vez, el resto de miembros de la familia también.
Yo creo que me interesa mucho la comunicación en general. Acabo de reestrenar Blablacoche de Eduardo Galán que es una obra de cuatro personas en un coche que, por un error de comunicación, es por lo que toda la obra se dispara.
Luego de pronto El secreto, otra obra sobre gente que no se dice la verdad. Eso crea equívocos y luego el 28 de julio en el Lara estreno El abanico de Lady Windermer de Oscar Wilde, donde otra vez hay un secreto que hace que por no comunicarse se dispare toda la obra. Sí, es un tema que me interesa muchísimo, está clarísimo (Risas).
«Los mejores cómicos que conozco son gente que no intenta hacer reír. De ahí viene la risa»
Es verdad que cuando me ofrecieron en su momento Blablacoche fue eso lo que me llamó la atención. Una obra que se desarrollaba en un coche con cuatro personas que no se conocen y que, de pronto, un equívoco o un problema de comunicación, un leve desfase linguïstico, hace que se precipite. El secreto es eso, una obra sobre las bombas que se sueltan. Verdades que, de pronto, salen a la luz y crean un caos absoluto. Y eso me llamó mucho la atención. Es verdad que la comunicación y la familia es una constante en teatro que me interesa y me llama la atención.
¿Cómo es el ejercicio de dirigir comedia? ¿Hay alguna metodología que te guste aplicar con los actores con los que trabajas?
Siempre depende muchísimo del texto. Ahora mismo justo me ha tocado trabajar a la vez en Blablacoche, El secreto y Windermere. La única cosa que te podría decir en común, porque al final son tres comedias, es que siempre las trato mucho como si fuesen dramas. Intentando no hacer reír. Esa gente que te cuenta un chiste y te dice: «ya verás qué gracioso», normalmente no te ríes.
La mejor forma de hacer reír a alguien es que no se lo espere. Hay que hacerlo muy en serio. Esa búsqueda de que el público esté riéndose pero que al mismo tiempo le entre una información se consigue normalmente haciéndolo todo en pequeño. Los mejores cómicos que yo conozco son gente que no intenta hacer reír y de ahí viene la risa.
Otras veces es una adaptación como también fue el caso del texto de Oscar Wilde, La importancia de llamarse Ernesto. en estos casos ¿Cómo te preparas para hacer una interpretación de un texto que ya ha sido llevado a otros espacios por otros dramaturgos?
Pues muy difícil, porque además existe una responsabilidad. A Oscar Wilde se le estudia, es universal. No todo el mundo tiene por qué ver sus obras pero todo el mundo ha oído el nombre, se han hecho películas, mil puestas en escena distintas…
«La educación es el principio de todo. Somos libres porque tenemos educación»
A mi siempre me da mucho pudor y mucho miedo porque siempre piensas que él es estupendo y si no funciona, la culpa va a ser mía. Yo lo que hago es empaparme muchísimo, leo mucho su obra, vuelvo a Dorian Gray, vuelvo a sus cuentos, a sus aforismos. A todo lo que es él para empaparme de su mundo. Creo que si quieres dirigir a un autor, tiene que gustarte. Tienes que tener una complicidad para dirigir y sobre todo, en mi caso, que también lo versiono. Tienes que tener como sensación de cercanía. Y ahí es cuando te sale.
Hoy en día, que se está hablando tanto de la educación, de lo que es o no es adoctrinar a los niños con no se qué textos… Tengo la impresión de que la cultura se está disipando cada vez más. Tu que vienes de una estirpe familiar escritora, ¿Crees que es importante trasladar ciertas inquietudes también a los espacios formativos para que la cultura no se pierda?
Yo hay un comentario que he hecho muchas veces en reuniones con gente de la profesión y que sienta muy mal pero yo cogería todo el presupuesto de cultura y se lo daría a educación. Si tuviésemos una educación fuerte no haría falta conseguir que la gente se acercase al teatro.
La educación es el principio de todo. Somos libres porque tenemos educación. No somos racistas porque existe educación. El racismo, la homofobia, el machismo, son falta de educación en el sentido más extricto de la palabra.
La educación nos ayuda a convivir. A entender que que el otro sea diferente es maravilloso. Que la diferencia nos hace mejores. Que todos iguales, eso suena a nazismo. La educación es fundamental.
Y si es verdad que en el mundo cultural tenemos cierta responsabilidad en cuanto a tratar temas que a la gente le hagan plantearse cosas y le hagan dar una vuelta a lo que piensan. No tenemos el poder que se nos presupone. Ojalá. Ahora está esta polémica por la peli de Lightyear que, de pronto, la derecha está enfadadísima porque hay un beso entre dos mujeres. Y dices, «pues ojalá tuviésemos el poder de que por meter una escena, automáticamente convertir a todo el mundo». Porque si ese poder existiese y todo el mundo fuese a ser homosexual por ver esa escena, haríamos un montón de películas o de teatro donde la gente fuese maja y aceptase la diferencia y ya no habría más nazis… pero no es así. No tenemos tanto poder, ojalá lo tuviésemos.
¿Y como espectador? ¿Qué historias le gustan a Ramón Paso?
Pues es muy curioso. Yo me defino por hacer, normalmente, historias pequeñas, íntimas… y luego a mi me encantan, por ejemplo, las pelis de super héroes.
Me gusta mucho el teatro clásico que es algo que no he hecho nunca y no tengo demasiado interés. Me gusta el circo, que es una cosa que tampoco he hecho ni tengo interés y me encanta verlo. La danza me fascina, es algo que me vuelve loco, veo muchísima. Ya te digo, luego pelis de super héroes todas. Las que me eches.
Nos gusta recomendar y que nos recomienden talento ¿Alguien en mente?
Hay muchísima gente ahora mismo que hace cosas muy brillantes. Johnny Chico, en el Teatro Infanta Isabel, que es una cosa que habría que ver porque es un espectáculo maravilloso y no está teniendo la cobertura que debería. Es una espectáculo muy especial, muy interesante.
Y luego hay una escritora que me tiene loco que se llama Kristen Roupenian que aquí en España, de momento, es muy poco conocida. La editó Anagrama pero en tiradas muy cortas y es absolutamente fantástica con unos relatos que te mueres. Probablemente es la voz de narrativa más alucinante de momento y es verdad que no veo apenas reseñas. Cuando hablo con gente no la conocen y yo estoy loco con esta señora.
¿Más de Cultura y menos de qué?
Menos de racismo, xenofobia, sexismo… menos de maldad. Es que además nos cuesta tanto comprender que que el de enfrente sea distinto es bonito… Creo que la diferencia nos hace mejores a todos.
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