Un recuerdo muy común entre millennials madrileños cuyos padres se conocieron en la capital, es el de pasear por Gran Vía mientras tus progenitores te brasean con anécdotas de los teatros y cines que visitaban en su época de noviazgo. Anécdotas acompañadas de una posterior desilusión al ver ahora todas esas salas reconvertidas generalmente en tiendas de grandes cadenas.
Y es que aunque haya milagros como el de la reapertura del mítico Teatro Albéniz, lo cierto es que las salas de espectáculos son una especie en peligro de extinción en Madrid. Aunque los datos de espectadores digan lo contrario.
No hay más que retroceder en el tiempo para apreciar la gran cantidad de oferta cultural que la calle más famosa de Madrid llegó a ofrecer. Aunque su nombre más conocido fue el de Avenida José Antonio, en 1981 y durante la Transición, Tierno Galván modificó su nombre y le puso el título de Gran Vía, el que se ha mantenido hasta la actualidad. Su teatro más emblemático es el que ostenta el mismo nombre, el Teatro Gran Vía. Se inauguró en 1913 y fue construido sobre el antiguo mercado de los Mostenses. Paradójicamente, se tuvo que derribar para construir el tercer tramo de la Gran Vía. En 1944 volvió a levantarse como cine por el arquitecto Germán Álvarez de Sotomayor y en 2004 recuperó la actividad teatral. A día de hoy sigue en pie en el mismo número 66.
Ahora viajemos un poco más atrás en el tiempo, hasta la segunda mitad del siglo XIX, entre la Puerta del Sol y cuando Gran vía todavía era un proyecto sobre papel. Ahí se situó El Recreo, un popular teatro que también desapareció con la obra de la avenida. Este pequeño negocio, puso en marcha la fórmula de los “teatros por horas” para conseguir una mayor rentabilidad. Se dice que su estructura era de madera, con soportes de hierro y que podía albergar a unas setecientas personas. Una lástima que no se volviera a levantar.
En este paseo virtual, en el que nos ponemos las gafas para ver en blanco y negro, debemos sacar a relucir nuestra imaginación. Porque no todos los teatros tuvieron la misma suerte que el Teatro Gran Vía.
Aunque no es considerado un teatro como tal, el Cine Imperial fue otra sala situada en el número 32 que albergó la primera pantalla gigante del país. (Los Cines Callao ostentan el título de ser el primero en proyectar una película sonora en España). Como dato curioso, el edificio del Cine Imperial se construyó para compartir espacio con la compañía Grandes Almacenes Madrid-París. Las ventas no ayudaron y la empresa tuvo que cerrar en 1933, las proyecciones se mantuvieron y continuaron hasta 2002. En la actualidad no tenemos rastro alguno de lo que fue esta sala tan visitada por el público de la capital, pero si un local comercial.
Si miramos a la acera de enfrente, en el número 35 de Gran Vía, probablemente veamos un mural que cubre la fachada de un edificio abandonado. Es el Palacio de la Música, un teatro que llevaba desde 1926 siendo utilizado como sala de conciertos y cine. Tras su cierre en 2008, el edificio fue adquirido por Bankia, que lo volvió a poner en venta por una supuesta falta de fondos. El proyecto cultural quedó varado y se puso en venta para reconvertirlo en una macrotienda. La presión ciudadana por mantener este edificio histórico, consiguió que el Ayuntamiento de Madrid cediera la licencia a la Fundación Montemadrid. El proyecto que está sobre la mesa convertirá el Palacio de la Música en un espacio cultural respetando los elementos originales.
¿Te imaginas viviendo encima de un teatro? Pues así fue como se concibió el edificio Coliseum. Construido entre 1931 y 1933, se utilizaba como edificio de viviendas y como local ambivalente en la planta baja, tanto para cine como para artes escénicas. Durante la Guerra Civil se utilizó como almacén de material militar y en el 2000, el empresario valenciano Juan Bautista Soler volvió a recuperar la sala como teatro.
Terminamos nuestra visita en el número 30 de Gran Vía con otro de los primeros teatros de esta arteria de la capital. El Teatro Fontalba, llamado Teatro Popular durante la Segunda República, fue uno de los primeros de Europa en instalar alumbrado interior. Contaba con un aforo de 1400 personas, salón de té y bar. Fue un referente del mundo de la comedia pero que desapareció cuando los herederos del Marqués de Fontalba lo vendieron tras la Guerra Civil.
Fotografía de portada: Vista del Teatro Fontalba y Gran Vía. Postal de todocoleccion.net
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