Si la industria televisiva ha desbancado al cine como modelo dominante de consumo no es solo por su poderío económico. También lo es por la tremenda libertad creativa que ofrece a los hacedores de sus contenidos frente al cine de Hollywood, una industria llena de miedo, decadente y tremendamente pueril.
Un buen ejemplo de ese terror de la industria del cine a lo nuevo y de la superioridad creativa de la televisión es Alex Garland y su película Aniquilación, film que contó con una estrella en su cartel (Natalie Portman), perteneciente a un género que seduce a millones de aficionados (es una mezcla de Depredador y La amenaza de Andrómeda) y con un presupuesto de cuarenta millones de dólares.
El coste de la ambiciosa producción corrió a cargo de Paramount, pero cuando los ejecutivos del estudio del monte nevado vieron el montaje final de la película de Garland quedaron horrorizados, paralizados. Los tipos no entendían el final y la película les parecía demasiado femenina, densa y pretenciosa, cosa que es porque pretende renovar el género y lo consigue.
Finalmente, y sin saber qué hacer con la costosa patata caliente, cedieron los derechos internacionales de Aniquilación a Netflix, que la supo rentabilizar ante miles de fans del género fantástico. Alex Garland, eso sí, quedó muy tocado y defraudado con la experiencia y por eso dirigió su mirada a la televisión. Pero no a Netflix, sino a HBO.
Nacido en una familia “bien” londinense, Garland es hijo de una psicoanalista y de un dibujante. Sus abuelos por parte de madre eran un zoólogo y una escritora. Rodeado siempre de cultura y gente interesante en casa, Garland se licenció en la Universidad de Mánchester y enfocó su vida a una de sus grandes pasiones: la escritura, disciplina en la que destacó pronto (también se forró, todo hay que decirlo) con un best seller: La playa, publicada en 1996. Le siguieron The Tesseract, publicada en 1998, y The Coma, de 2004.
La playa, una curiosa revisión de El señor de las moscas pero con turistas en vez de niños, ya mostraba sus obsesiones y el terreno de ficción en el que Garland ha sabido moverse: una narración amena y con bastante acción pero a la vez con un fondo filosófico, con chicha. En La playa Garland apuntaba ya el tema de las sociedades utópicas (en este caso una secta montada en un paraíso natural) que acaban siendo un infierno y más bestia y totalitaria que una comunidad normal.
La crítica no fue tan generosa con la novela como las ventas. Aunque alabó la capacidad descriptiva y el manejo del ritmo, The New York Times no fue muy compasivo con el tramo final de la ópera prima de Garland. No obstante, también destacó que “es impresionante en su retrato grupal de una nueva generación de jóvenes vagabundos. Criados en una era de confianza disminuida, se han embarcado en busca de algo que se sienta genuino y gratificante. Lo que encuentran resulta no ser utopía sino infierno”. Puede que sea justo lo contrario a lo que se van a encontrar las futuras generaciones tras el colapso que se avecina.
A la película La playa, para la que Fox se gastó 50 millones de dólares y contrató a la estrella del momento (DiCaprio), le sucedía lo mismo: una buena premisa desinflada al final. Lo curioso es que Alex Garland no firmó el guión, pero el director de La playa, el cotizado Danny Boyle, hizo muy buenas migas con Garland y le hizo firmar el guión de 28 días después, película que fue todo un éxito de taquilla y en la que los zombies en vez de gruñir y arrastrar los pies corrían como gacelas y pegaban unos gritos que acojonaban mucho.
Boyle, que no quiso hacer la secuela de su película de zombies (la rodó el canario Juan Carlos Fresnadillo de manera admirable), llamó a Garland para firmar el guión de Sunshine, una película fallida pero que tenía que ver son sus obsesiones, como la tecnocracia, el futuro de la raza humana y las sociedades paralelas.
Tras su colaboración con Boyle, Alex Garland escribió la adaptación de Nunca me abandones (novela de Kazuo Ishiguro, autor de Lo que queda del día), dirigida por el interesante Mark Romanek, auto de la estupenda Retratos de una obsesión. Aquí Garlan volvió a la ciencia ficción, pero en un drama romántico con tintes filosóficos que remiten a Blade Runner y su reflexión sobre las relaciones de pareja y la mortalidad.
Después Garland se embarcó en, cómo no, otro proyecto futurista: Dreed, que escribió y también produjo. La película, dirigida por Peter Travis, no tiene nada que ver con el excremento de Stallone de 1995. Garland dejó su firma empequeñeciendo el universo del famoso juez Dreed a un constreñido y autogestionado entorno: un edificio en el que se concentra toda una sociedad en pequeño. La estructura del guión es digna del lenguaje de los videojuegos, industria en la que Garland, un artista del Renacimiento, también ha hecho sus pinitos como guionista y supervisor.
Un hombre clave de la carrera de Garland es el reputado y muy inteligente productor Scott Rudin, responsable de peliculones como La red social o El show de Truman. Fue él quien le dio su primera oportunidad como director con Ex_Machina, una película brillante y que tiene mucho que ver con la serie que han estrenado juntos en HBO: Devs. En Ex_Machina nos encontramos por primera vez con el científico millonario y vanidoso y una película sencilla, con tres personajes y un espacio delimitado y ultratecnológico, gran obsesión de Garland.
Ex_Machina, como Devs, huye de los grandes presupuestos y del exceso de efectos digitales para volver a su gran monomanía: el mito prometeico de Esquilo o las ideas de Mary Shelley en Frankenstein. Y todo con adecuadas dosis del mundo de Ira Levin, en concreto Almas de metal y Las mujeres de Stepford. Por cierto: gracias a Ex_Machina, Alex Garland logró su primera nominación al Oscar, premio que acabó ganando Tom McCarthy por Spotlight. Ya se sabe que el cine fantástico no suele tener muchos amigos en las academias.
Y entonces llegó Devs, una joyita de HBO de la que todo el mundo habla, una fascinante mezcla de película de viajes en el tiempo, de espías, de magnates a lo Ciudadano Kane y física cuántica (un misterioso algoritmo que predice el pasado y el futuro).
Garland, que para los ocho guiones de Devs se basó en los trabajos del físico de la Universidad de Oxford David Deutsch y las teorías de Hught Everett, dijo en la presentación de Ex_Machina que cualquier día los creadores de Google o Facebook nos presentarán un humano artificial y el mundo seguirá igual, nos acostumbraremos como nos estamos acostumbrando a los nuevos y tremendos acontecimientos. La pregunta tras ver Devs es: ¿y si esos creadores de Google o Facebook un día nos presentan no un ser, sino un mundo artificial entero?
Aprovechen el aislamiento para ver Devs y reflexionar sobre los temas que plantea.
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