El thriller en España es uno de los géneros más atractivos, tanto para plataformas, como estamos viendo en los últimos estrenos de Netflix (Intimidad, La noche más larga) como para los estrenos tradicionales (A diente de perro, As Bestas).

La comedia “a la española” que todavía renquea en alguna película veraniega, ha sido sustituida por el cine de humor blanco de estilo yanqui. La originalidad brilla por su ausencia en las películas más comerciales y las productoras cada vez se la juegan menos con conceptos innovadores. Es en el thriller, donde encontramos esa combinación de suspense y novedad.

Lejos de lo que puedan suponer muchos y muchas, el thriller se configura más allá de un planteamiento, un nudo lleno de tensión y un desenlace apoteósico. Las películas se convierten en éxitos cuando todos sus departamentos brillan a la vez, no sólo el de guion.

A priori, podríamos pensar que Quien a hierro mata, el thriller de Paco Plaza que se estrenó en 2019, en el que el protagonista trabaja en una residencia de ancianos y se ve envuelto en problemas con la mafia, podría haber sido una historia de lo más convencional. No lo es, desde luego. La fotografía, el montaje, las interpretaciones de Enric Auquer o Luis Tosar, las localizaciones… Toda la atmósfera que se genera ayuda de una manera muy eficaz a convertir un thriller al uso en una historia patria, original y llena de tensión.

Unos años antes, en el 2016, se vivió una época de esplendor en el cine de suspense con el estreno de Tarde para la ira, la ópera prima de Raúl Arévalo en su faceta como director y Que Dios nos perdone, el afianzamiento de Rodrigo Sorogoyen como director de referencia tras el estreno de Stockholm. Sorogoyen, muy curtido en esté género y en llevarlo a la gran pantalla, reventó la taquilla con El Reino, un thriller político protagonizado por Antonio de la Torre sobre la corrupción en nuestro país con muchos símiles entre ficción y realidad.

Un año después, otro de los actores fetiche del thriller español, Javier Gutiérrez, estrenaba en salas El autor, de Manuel Martín Cuenca. Con los antecedentes de su papel en La Isla Mínima (Alberto Rodríguez), este no podía ser menos. Un trabajo actoral que lleva las riendas de un filme que genera tensión desde la introspección del propio personaje.

Pero si hay un tipo de thriller que ha destacado por la originalidad y ese “orgullo patrio”, es aquel que incorpora elementos de nuestra cultura popular. Si hablamos de Magical Girl, rápidamente nos viene a la cabeza esa maravillosa secuencia de José Sacristán vistiéndose a cámara lenta con La niña de fuego de Manolo Caracol resonando de fondo. O el humor negro de El crimen ferpecto tan rancio y a la vez tan nuestro. O las Tres Mil Viviendas que retrata Paco Cabezas en Adiós. Hasta la esencia del cine quinqui (más light, eso si) al que hace referencia Las leyes de la frontera.

La pregunta que nos hacemos ahora, después de haber enumerado todos estos títulos es, ¿por qué no hay mujeres dirigiendo thrillers en España? Será una cuestión de testosterona o de que realmente hay una mano negra que no les proporciona los fondos necesarios?

 

*Fotografía de portada: Fotograma de Quien a hierro mata. Vaca Films. Todos los derechos reservados.