Princesas que se salvan solas: los referentes que necesitaba el género sci fi
No es el protagonista ni mucho menos. De hecho, siempre ha sido bastante secundario. Sin embargo, el personaje de Steve sentencia la frase que podría definir Stranger Things 3: “Hay que equivocarse para aprender”.
Como si también así la serie de Netflix se reconciliase con el público y nos enseñase que es aplicable a muchos de los temas que repasa de manera inteligente en esta tercera edición del thriller de ciencia ficción.
Al igual que con el feminismo imperante en la temporada. Quizá con los referentes también habríamos estado equivocados y ahora el género sci fi también comienza a tener mujeres fuertes capaces de liderar la trama en sus ficciones.
Con ese clima stephenkiniano, en este caso el escenario se asemeja más a un Joyland, donde, al igual que en la novela de Stephen King, la feria sirve de contexto macabro maquillado de ese mundo de artificio americano acentuado en un 4 de julio.
Nos encontramos ante un periodo de maduración de la serie. No sólo en sus temas sino también en el propio viaje de los personajes. Un coming on age a la etapa adulta en la que Jonathan, Nancy y Steve tienen que enfrentarse a las garras del futuro laboral, y sus compañeros de menor edad a las del amor y la sexualidad.
Con la estética que caracteriza a la serie de los hermanos Duffer, la guerra fría y los soviéticos contra los americanos protagonizan esta entrega cargada de ritmo en su montaje de imagen y sonido.
Con un texto que va más allá del thriller y las escoge como maestras de ceremonias a ellas, a las mujeres, para liderar la trama principal del misterio autoconclusivo de esta temporada.
Importantes los referentes sin necesidad de meter tramas con calzador, a excepción quizá de un personaje LGTBI que denota aires de desarrollo futuro pero que se sospecha innecesario de no ser por el giro inteligente hacia otro lado, cuando el argumento amoroso clásico americano se hace patente.
Una crítica también la de esta temporada a la lucha constante entre el capitalismo y el comunismo a través, en mayor medida, de los labios de una niña de 10 años espectacular en su papel.
Y reescribo, niña, porque son ellas las que llevan la voz cantante en esta temporada, para recordarnos que ellas también merecen su espacio en un género dominado por la masculinidad, el arquetipo de la princesa que se salva sola.
Rozando la ciencia ficción con la serie B, lo desagradable de los efectos especiales espectacularmente conseguidos en esta tercera entrega consigue reconciliar al público amante de este tipo de ficción que se había quedado desilusionado con la segunda temporada demasiado sobria.
Mención especial el fantástico montaje de sonido y efectos especiales, a veces poco valorado en formatos para televisión, pero que consta de una vital importancia cuando se habla de ciencia ficción.
En este caso Stranger Things 3 aprueba con nota, a pesar de no ser una temporada con una playlist muy extensa en su banda sonora, como sí lo fue en las anteriores.
Interesante también que las mujeres que no lideran la trama, se humanizan de manera necesaria, como es el caso Karen Wheeler a la que por primera vez vemos expresar sus sentimientos de manera coherente y necesaria.
Y a pesar de que para cualquier amante del género literario y audiovisual nos encontremos ante una historia ya contada, los cliffhangers de Netflix siguen siendo su punto fuerte en esta serie. Y los finales de desconcierto.
Porque cuando el espectador cree que el chicle no puede estirarse más, Stranger Things 3 lo consigue, dejándonos con la duda para una cuarta temporada que en este caso se vislumbra clara con una secuencia postcréditos que está desatando todas las teorías entre el fandom.
Incluso Netflix, que nunca da datos de sus mejores movimientos, ha conseguido que las casi 41 millones de cuentas que ya han consumido la temporada en la plataforma le garanticen un buen futuro al Mind Flayer (Azotamentes) que sigue amenazando a ese pueblo americano donde “nunca pasa nada”.
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