Fotografías: Luz Soria.
La maternidad como deseo y no cómo derecho. La procreación como trabajo regulado en un sistema capitalista. Encima de una mesa que tiene ruedas, varios platos utópicos, muy al estilo de Un mundo feliz o 1984. Pero la obra Lengua madre no es una utopía, su texto rezuma realidad, puesto que las nueve personas que conforman el elenco están interpretando su propia historia ante el patio de butacas.
Lengua madre se representa hasta el 10 de abril en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. Dirigida y escrita por Lola Arias, nos plantea varias preguntas relacionadas con la maternidad, en voz de sus propias protagonistas, que le prestan sus nombres y sus historias reales al espectáculo.
Paloma, Rubén, Susana, Pedro, Eva, Silvia, Laura, Candela y Besha existen, y sus historias también. El trabajo de orfebrería de Arias nos las empaqueta en poco más de una hora y media de duración. Sorprende, por tanto, el dominio interpretativo y el carácter polifacético del grupo de performers, que alejan de todo carácter puramente documental la obra y le dan la entidad de espectáculo.
Así, a modo de enciclopedia (La de la reproducción en el siglo XXI), con sus diferentes epígrafes, sobre el escenario se van sucediendo una serie de historias, que son reales, que nos llevan por los datos con los que nos topamos día a día: la baja tasa de natalidad, la fecundación asistida, la gestación subrogada, la adopción y las batallas políticas que implican todos ellos.
El montaje de Mariana Tirantte se presenta sencillo, pero muy bien utilizado, sacando el máximo partido a sus elementos. Se sustenta en una estructura argumentativa con ritmo, que entrelaza temáticas y personajes de una manera muy inteligente.
Meike Clarelli aparece en los momentos clave para dirigir al coro en los espacios musicales, que ayudan a destensar los momentos de máxima información. Como también ayudan los elementos de comedia, que compensan muy favorablemente el drama de algunas historias. ¿Provocación? Sí, un puntito, pero ¿Qué es el teatro social sin un poco de provocación?
Los hijos, aquellos que no son culpables del sistema capitalista en el que les ha tocado nacer, o ser adoptados, también tienen su protagonismo en la obra, como también lo tienen en el concepto propio de maternidad.
Madrid, Berlín y otras ciudades
Y aunque el espectador o espectadora pueda estar más o menos de acuerdo o sentir más o menos empatía por ciertas realidades narradas, sin duda constituye un ejercicio muy interesante de reflexión. Apertura a realidades que ya no son tan nuevas, un viaje también por la historia política y socioeconómica de una España en continua transición.
Quizá por ello, Lengua madre está planteada para representarse en distintos lugares del mundo con distintas comunidades como un laboratorio móvil. Lingua Madre, edición Bolonia fue producida por ERT Emilia Romagna Teatro y es la primera performance de una serie que se realizará en Madrid, Berlín y otras ciudades.
Los vacíos legales, correctamente explicados sin resultar densos para el espectador, se mimetizan en una representación que va tomando cada vez más velocidad a medida que zarandea a los asistentes con las propias inquietudes de los personajes.
Una idea original muy buena, que se resuelve con una puesta en escena de lo más solvente. Una lástima que sean obras para un público más reducido. Quizá de enorme dificultad para despertar el interés de aquellos que no quieren oír hablar de temas que pueden antojárseles como ajenos.
Sobre la mesa la maternidad en todos sus ámbitos, salpicada a menudo de otros conflictos y debates sociales como la lucha racial, política, los derechos LGTBI, la donación altruista, los intereses del mercado y los estigmas sociales que nos etiquetan constantemente. Como mujeres y también como seres humanos, pertenecientes a una generación que nos cataloga. Condenados a entendernos en una sociedad, el instrumento sigue siendo el diálogo abierto, en esa lengua, madre o no, con la que tenemos la capacidad de hacernos oír y, solo a veces, entender.
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