El rebec, la viola de gamba, el clave o el clavicordio, la vihuela…instrumentos musicales tatarabuelos de las actuales guitarras, violines, pianos, ukeleles. Tan desconocidos en nombre como en sonoridad, de pronto te topas con ellos y no puedes dejar de interesarte por su origen e historia. Son tan singulares y bellos en su forma como en su sonoridad.
Resultado del brillo y el aire fresco que llegó a Europa con el Renacimiento, estos instrumentos llegan para acompañar a juglares y trovadores, pero también para iniciar una pequeña e imparable revolución en muchos ámbitos: suponen el comienzo de la democratización de la música y el inicio de las escuelas, antesala de los actuales conservatorios.
La música que arrancan a estos instrumentos es heredera natural del canto gregoriano por lo que escuchar una pieza supone una teletransportación a otra época, a otra sensibilidad, se trata de una experiencia completamente inolvidable.
A la belleza de su sonoridad se une la increíble artesanía con que están realizados estos instrumentos. Creados por artesanos en pleno Renacimiento los instrumentos están calados de flores, hojas, mariposas pintadas, colores vivos, inscripciones, paisajes… Todo un homenaje al esplendor artístico en el máximo de manifestaciones.
Podemos argumentar que prácticamente cualquier tipo de música, si nos dejamos llevar, nos puede facilitar un estado de embriaguez muy apetecible, pero en serio, prueben la llamada “música antigua”. De pronto el tiempo transcurre con más placidez, reniegas de la prisa y lo práctico te parece una banalidad insoportable. Piensas entonces que aquellos antepasados nuestros renacentistas estuvieron acompañados de esta música inspiradora y resuelves de manera natural que se interesaran por todas las artes posibles. Que se convirtieran en espectadores, oyentes y participantes de una realidad más rica, atractiva y colorida.
Existen diferentes propuestas por nuestro territorio para escuchar conciertos de música antigua. Además suelen realizarlos en entornos fantásticos que acompañen la voluptuosidad de esta experiencia, como bosques o preciosos jardines. Pero además existen colegios públicos, escuelas de música y conservatorios donde han recuperado este pasado musical glorioso y donde los pequeños toman en sus manos rebecs, clavicordios o violas de gamba y entonces descubres que el futuro puede ser menos feo de lo que a veces puede parecer.
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