Si uno piensa en lo que hoy en día se considera un «retrato moderno», nos podríamos mover en términos como «selfie» o venirnos a la cabeza todo tipo de experimentos con los filtros de instagram. Pero a finales del siglo XV, sin esbozos siquiera de lo que sería una red social, Lorenzo Lotto consiguió a golpe de pincel, retratar la psique humana.
Se le considera el primer retratista moderno, un genio del Cinquecento italiano que dominaba los recursos plásticos y los combinaba con los intelectuales para llegar a retratar no sólo el aspecto físico de sus modelos, sino también la psicología interna de cada personaje.
Así, en sus cuadros, los elementos definen el estatus, el trabajo y las aficiones de cada persona. Especializado en relatos tristes, sus cuadros no fueron valorados hasta 4 siglos después, cuando en 1895 Bernard Berenson los redescubrió. Desde entonces, su obra ha sido expuesta en salas de Washington, Bérgamo, París y Roma. A Madrid, llega su obra centrada en el retrato que estará disponible en el Museo del Prado.
Pintar al casero para pagar el alquiler
Historias que son retratos y retratos que son historias. La pintura de Lotto provoca que el visitante quiera descubrir más de las caras que aparecen representadas en el lienzo. Precursor también de los primeros retratos matrimoniales en Italia, fue dibujante, pintor e ilustrador.
Y como todo gran genio, fue un inadaptado, dominado por la depresión y un carácter difícil. Nunca se casó y acabó viviendo en la miseria. Incluso, como si el arte mal pagado se repitiese siglo a siglo, a él tampoco le pagaban lo suficiente por sus obras y llegó a pintar a sus caseros para pagarse el alquiler. Como ven, no hemos evolucionado mucho.
El pintor es especialmente valorado por el dominio a la hora de pintar las manos y su capacidad narrativa. Los detalles como lagartijas, pétalos de rosa, anillos, cartas o libros aportan pistas sobre los protagonistas y nos habla de su estrato social.
Aunque no se conserva ninguna pieza que pueda ser considerada como un autorretrato del artista, los expertos creen que podría ser el joven vestido de rojo que aparece en la parte inferior de San Antonio de Florencia repartiendo limosnas(1540-1542).
Su mayor aspiración, la consecución de la vida contemplativa. Por eso, el sello con el que cerró su testamento en 1531, que cierra la exposición, muestra una grulla levantando el vuelo con un yugo en sus garras. Los expertos sostienen que esto viene a significar esa continua oposición entre la vida activa, la tangible y la contemplativa, la espiritual. Para comprobarlo, del 19 de junio al 30 de septiembre de 2018 en el Museo del Prado.
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