“Los que hacen imposible la revolución pacífica harán inevitable la revolución violenta”.
John F. Kennedy
Recuerdo que el libro de historia era gordo, sin embargo, los de la LOGSE, nunca llegábamos a terminarlo del todo. Una pena, porque era cuando la historia se empezaba a poner interesante y sobretodo, las imágenes recientes ayudaban a entender el pasado. ¿O era el pasado el que servía para entender el presente? La verdad es que tengo un lío porque creo que los libros pesarán más en el futuro, y en ese futuro, a lo mejor se sigue hablando entonces de dos Cataluñas, dos Españas, dos Europas e incluso dos mundos.
Lo que también debía de pesar era el guion de Álvaro Longoria y Gerardo Olivares, algo más que el premio que rechazaron. Porque no es ningún premio que se atente contra la neutralidad.
El documental Dos Cataluñas es una clase de historia. Un intento de pluralidad de opiniones mostrándose en las mismas condiciones y volúmenes con las que se deberían mostrar también las de las partes implicadas.
Porque yo, que no soy catalana, que no estaba ni planeaba existir en el 1714, que no tengo conocidos implicados, ¿por qué siento que también va conmigo? Supongo que como ustedes que leen este artículo, también tendrán amigos de ideologías contrarias con los que se ponen de acuerdo para el día a día.
Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando en el viaje informativo que plantean sus dos creadores, el espectador se va cerciorando de que se está hablando de un fracaso en la coherencia en un estado que siempre se ha concebido como un estado de derecho.
Desde jugar a hablar de Real Madrid y Fútbol Club Barcelona para que la gente de a pie también rivalice sin saber muy bien por qué hasta la falsa creencia de que todos los catalanes odian al resto de España y el resto de España hace lo propio con la región.
Y en el seno de todo bipartito, se erige un centro desorientado y enfadado que siente que no tiene elección entre ser un traidor o ser coherente. Un centro que intenta refugiarse en unos medios de comunicación obsesionados con vender una historia inteligentemente construida y atrayente a la opinión internacional. ¿Les suena? Esa propaganda, palabra que por cierto se dice igual en múltiples idiomas de origen latino, lleva en su significado implícito el «convencer», no se trata simplemente de informar.
Sobretodo porque al igual que muchos testigos extranjeros del documental, si el asunto es complicado de entender de puertas para adentro, más lo es ante los ojos de un extrajero. Ojos que por cierto si ven lo que sufren sus hijos criados en una contienda que no entienden.
El resultado es la decepción de unas ideas que también han fallado a los propios catalanes, los que sabían a lo que se exponían y los que no. Porque a pesar del título, Dos Cataluñas merece la pena hasta el final, para adivinar que no estamos hablando de un problema concreto sino que lo que se estudiará en los libros de historia, gordos o no, será simple y llanamente un fracaso de la democracia que a algunos de las páginas anteriores tanto les costó arraigar. Un fracaso de la humanidad, de la empatía y un fracaso de la solidaridad.
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