«Un obús en el corazón» es un viaje en plena noche que resume el viaje de una vida. Es una historia de miedos y de pérdida pero también de perdón y esperanza. Es un texto del escritor libanés Wajdid Mouawad que enamoró al actor y director Santiago Sánchez hace unos años. Santiago decidió traducir el texto por puro placer y al ver el potencial, decidió llevarlo al teatro.
Hoy, la obra puede presumir de presentar su sexta temporada y seguir emocionando al público. Protagonizada por el actor Hovic Keuchkerian, conocido por sus papeles en La Casa de Papel o Alcatrán enamorado, se puede ver todos los viernes en los Teatros Luchana de Madrid. Hemos hablado con el director de la obra, Santiago Sánchez, para descubrir los entresijos del texto de «Un obús en el corazón» y conocer cómo ha sido la vuelta al escenario.
Acabas de volver al teatro con la obra «Un obús en el corazón», ¿cómo sienta volver a los escenarios?
Creo que se han dado las circunstancias porque desde la compañía hemos querido hacer un esfuerzo porque nos parece que es más importante que nunca que se produzca ese encuentro. Por un lado vemos que los espectadores están deseosos. Lo digo como creador y como espectador. Yo también he acudido al teatro con esa necesidad, después de todo este tiempo apartados de ese espectáculo en vivo, de encontrar lo que puede dar el teatro. Eso evidentemente no lo puede dar ninguna plataforma ni ninguna pantalla. Es algo muy especial.
Vimos en el estreno de «Un obús en el corazón» que tiene una lectura diferente a otros momentos. La necesidad de este espectáculo en vivo hace que las representaciones sean muy interesantes. Ese volver a un espacio común. Esa necesidad de contacto en un momento en el que la presencia y el contacto casi que se nos está negando.
Para quien no conozca el texto, ¿de qué trata Un obús en el corazón?
Lo primero es que estamos delante de uno de los grandes autores europeos del siglo XXI, Wajdid Mouawad. La obra trata de una llamada a medianoche. A las 3 de la madrugada suena el teléfono de un personaje que vemos un tanto desubicado, descontrolado, fuera de lugar. Una voz al otro lado del aparato le dice, Wahab, ven deprisa. Vemos que ese personaje sale a la noche a las 3 de la mañana. En ese viaje vamos a descubrir que está fuera de lugar y desubicado porque ha tenido que dejar su país, el Líbano, a causa de la guerra. Por tanto, estaríamos hablando de un refugiado político. Ha dejado el calor del Líbano por una ciudad que podría ser cualquiera de las de Europa.
En el viaje vamos a conocer que su madre está muriendo, está falleciendo de un cáncer, y lo que en principio es toda la rabia, sobre esa madre que de alguna manera le arrancó de su lugar para trasladarlo a ese nuevo sitio, en ese viaje, va a descubrir el tremendo perdón de como precisamente esa mujer le salvó la vida, para apartarlo de ese horror de la guerra y llevarlo a un lugar seguro.
En ese trayecto descubre algo que para mí es clave, la comprensión y el perdón. No solo el perdón sino el reconocimiento.
La historia de «Un obús en el corazón» es dura, hay que digerir el texto y la pieza, ¿os daba miedo entrar con esta historia en esta época?
Yo creo dos cosas. Primero, es una obra fuerte pero es tremendamente esperanzadora, es sanadora. Hay algo en esto del perdón que hace bien al alma. En el fondo uno libera la emoción y eso es bueno. Creo que estamos en momentos en los que necesitamos situaciones catárticas porque estamos un poco en shock y esta obra sin duda nos sacude.
Segundo, es tremendamente poética. Es una obra fuerte, densa, pero poética y esperanzadora. Al principio teníamos dudas pero creo que no nos hemos equivocado. Es una obra pensada para aquellas personas que tengan el deseo de confrontarse, emocionarse, sufrir e incluso llorar con lo que va a ver en el escenario.
¿Recuerdas la primera vez que leíste el texto de «Un obús en el corazón»?
Perfectamente. Fue muy revelador, al punto que yo, después de esa lectura, decidí por puro placer traducir el texto sin un objetivo de ponerlo en pie. De hecho, mucha gente, como el texto no está editado, nos llama y nos pide tenerlo. Es un texto que te apetece saborear. Hay mucha gente que ha visto la obra dos o tres veces para escuchar las frases.
A mi me emocionó muchísimo.
Ahora Hovic es muchísimo más conocido, después de su paso por La Casa de Papel, pero esta es la sexta temporada de la obra, ¿cómo descubriste a Hovic?
Es una historia muy curiosa. Hovic no viene del mundo de la interpretación, viene del mundo del boxeo. Había sido campeón de España de los pesos pesados. Cuando Carlos y Javier Bardem deciden hacer Alacrán, había un personaje que era entrenador de boxeo y proponen a este personaje, a Hovic, que en ese momento estaba haciendo comedia. A raíz de esto lo nominan como mejor actor revelación en los premios Goya.
Justamente, días anteriores a la gala de los Goya, escucho una entrevista suya. Lo primero que me llama la atención es que es alguien igual que Wajdid e igual que el personaje, nacido en el Líbano, que tiene que dejar el Líbano a los 4 años a causa de la guerra. De padre armenio y de madre navarra, viene a Navarra y luego llega a Madrid y tiene mucho parecido con el personaje del obús. En la entrevista descubro que es alguien con un discurso y con una capacidad de pensamiento que muchas veces no es lo más habitual en una entrevista de promoción.
Nos hablamos primero por teléfono y a las dos o tres semanas nos conocimos personalmente y vimos que los dos teníamos muchas ganas de embarcarnos conjuntamente en este proyecto.
Después de seis temporadas, ¿cambia tu manera de dirigir el obús?
Sí, totalmente. Esta ha sido una experiencia muy diferente a otros textos y a otras puestas en escena. Lo primero porque Hovic no había hecho nunca teatro. En este tiempo, Hovic ha rodado con Michael Fassbender, Jeremy Irons, Marion Cotillard… yo lo primero que vi fue que era un actor nato de una gran capacidad interpretativa y, sobre todo, de una gran intuición. Pero cuando empezamos a trabajar no había hecho nunca teatro. Recuerdo que ensayábamos y hablábamos del mundo del teatro casi con términos más cercanos al mundo del boxeo, a esta idea de estar en guardia, de oler la situación. Ahora, después de toda su experiencia, es un gustazo, porque se suma a todo ese talento nato.
¿Cuáles son las historias que te despiertan interés para llevarlas a las tablas?
El otro día vino un crítico a ver el estreno y me dijo que conmigo estaba absolutamente desconcertado porque las últimas cosas que había visto eran «Por los pelos» o «La crazy class». Me encanta ser absolutamente ecléctico e hibridar. Lo que me gusta es contar historias, manejarme en el lenguaje teatral y a partir de ahí, tanto en formatos como en géneros, cambiar.
Para mi lo fundamental del teatro es la emoción. A veces está en la carcajada y en la risa y otras en la poesía e incluso en la lágrima.
¿Más de cultura y menos de qué?
Menos banalidad, menos odio, estamos en un momento que hay una tremenda rabia. Esta incertidumbre que ha traído esta situación ha exacerbado lo peor de esta confrontación política.
Más cultura, más sensibilidad, más emoción, más humanidad.
Deja tu comentario