La exposición al ojo crítico de la subjetividad es el reto al que tiene que enfrentarse a menudo cualquier creador de contenido. Las opiniones, como diversas son, diversas reacciones pueden provocar en el autor. En la representación Punto y Coma, que se puede vivir hasta el 25 de febrero en el Teatro Lara de Madrid, conocemos a Sara Susto (Carmen Navarro), una dramaturga que se encuentra en un momento clave de su carrera. Las conversaciones con Inés Monteleón (Amparo Vega-León) le llevarán a enredarse en una trama sobre su propia vida. ¿No son, en última instancia los guionistas creadores de tramas? ¿Qué pasaría si una guionista se aprovecha de los recovecos e incongruencias de nuestra sociedad en beneficio de su carrera? El autor de esta obra, Juanma Pina, reflexiona sobre ello en esta comedia.
Charlamos con él también de su labor como dramaturgo, puesto que es uno de los que puede presumir de haber estrenado tres de sus obras en una peluquería. De hecho, el título que le dio esta oportunidad, Lavar, marcar y enterrar, aterriza en formato musical el 21 de octubre después de una carrera prolífica por distintos escenarios.
Y es que al final Juanma Pina no es tan diferente de Sara Susto, él mismo nos cuenta que cuando era niño una de sus aficiones favoritas era crearles tramas a sus amigos cuando jugaban en la calle.
Dos personajes femeninos muy potentes y un guion basado en las conversaciones. ¿Son diálogos que ya tenías en la cabeza?
Esta obra surgió hace cinco años. El argumento, la idea que yo quería contar y el texto lo he ido rehaciendo. en la pandemia le di un empujón gordo, aproveché ese momento que tuvimos todos de estar encerrados. Y luego durante los ensayos también le di el otro empujón cambiando cosas con las actrices. Ha sido una obra que ha estado en eterno movimiento desde hace cinco años.
¿Por qué estas actrices y no otras?
Hemos trabajado durante todo el verano. Carmen Navarro ya ha trabajdo en cuatro de mis proyectos anteriores. Nos conocíamos ya muchísimo. Estaba claro que ella iba a liderar este proyecto. Con Amparo Vega-León nunca había trabajado pero se incorporó en el verano a los ensayos y ha sido muy fácil con ambas.
En propuestas cotidianas como Punto y Coma existe un alto poder de identificación. ¿Sueles modificar el texto una vez lo pones en escena o eres fiel al texto original?
Depende del proyecto. Hay proyectos en los que sí que he hecho ese trabajo de ir viendo las cosas que funcionan y reforzándolas, las que no funcionan quitándolas. Sobre todo en obras que son más de comedia donde lo que persigues es más la carcajada del público y vas viendo lo que funciona y lo que no.
En esta obra se cuenta una historia desde la comedia pero la historia ahonda más en los sentimientos de estos dos personajes y no ha habido tanto cambio, por no decir ninguno desde el estreno. El texto quedó muy cerrado en los ensayos y ha funcionado muy bien y aquello que funciona, ya sabes, mejor no moverlo (risas).
¿En la comedia es más fácil nutrirse de las reacciones del público?
Yo creo que a cualquiera que haya puesto en pie un proyecto de comedia le ha sucedido. En la comedia hay un tercer personaje que es el público. El público lleva el ritmo, decide con qué se queda.
Es muy curioso lo que ocurre con la comedia y el público, que no ocurre, a lo mejor, con otros géneros. Sin embargo, en esta, al ser un género mixto entre comedia y drama, veo que nosotros llevamos más las riendas y el público nos sigue más que en mis proyectos anteriores. Es curioso.
Eres uno de los pocos dramaturgos que puede decir que estrenó sus obras en una peluquería. ¿Cómo fue aquello?
Hace siete años la estrenamos en una peluquería en la misma calle donde está el Lara. Para 30 personas en un espacio pequeño y esa obra ha ido creciendo. De ahí pasamos al teatro Príncipe Gran Vía, y luego ya estuvimos siete años consecutivos en el Lara con ese proyecto.
Ahora llevamos dos años con el proyecto Lavar, marcar y enterrar descansando pero va a dar un crecimiento más grande porque se convierte en musical y se estrena el 21 de octubre. José Masegosa ha escrito la versión musical y la estrena en el Teatro Lara.
¿Cómo es dar el salto a un teatro y adaptarse después de trabajar en espacios tan pequeños?
Da un vértigo tremendo. No necesitábamos escenografía porque la hacíamos en la peluquería con las sillas, los espejos, con todo lo que había alredededor.
Hasta con el pelo que había en el suelo. Nos metíamos cuando cerraba la peluquería. Todavía quedaba pelo por el suelo. Había una escena en la que el actor barría y era pelo de verdad de ese día.
De ahí pasamos a un teatro donde tuvimos que montarlo todo, hacer la obra más grande, más larga, con más espacio…fue un cambio importante.
¿Tienes en mente tu primer recuerdo relacionado con la dramaturgia?
Pues yo siempre he contestado de una manera muy ordenadada a esa pregunta con la universidad, porque hice filología inglesa, empecé a estudiar Shackespeare… pero fue anterior. En realidad mi contacto con contar historias fue anterior.
El otro día recordé que en mis juegos de pequeño, todos estos juegos de calle, mi juego favorito era darles a cada uno un papel. Contarles lo que tenía que ocurrir y tras una charla empezábamos a jugar.
Es curioso porque se me había olvidado a mi esto. El otro día ahondando empecé a recordar que eso es teatro también. Yo hacía de dramaturgo y me montaba mis propias historias.
¿Más de Cultura y menos de qué?
Y menos confrontación. Hoy por la mañana no he parado de leer periódicos, twitter… y cada día veo que hay más confrontación de ideas, de gente que piensa distinto y se cree que tiene la razón.
Cada vez estamos llegando a unos términos para todo en los que reñimos por lo astronómico, no solo por lo político, por lo cultural, por todo. Creo que tenemos que rebajarnos un poco todos. La cultura apacigua. Los que creáis cultura estáis haciendo una labor social de paz. Con la cultura ves las cosas desde otro prisma y aprendes.
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