He aquí a Marc Badía. Artista, licenciado en Bellas Artes, Máster en Investigación Artística, pero también trabajador de supermercado -cajero para más señas- incisivo, gran lector, curioso y perplejo.
La combinación de un enorme talento pictórico, ya reconocido internacionalmente, con una permeabilidad ante las experiencias vitales fuera de lo común, da lugar a un artista que cree en la autonomía absoluta del arte como arte y en el absurdo como esencia final de la vida.
Marc Badía es un artista que trabaja desde el momento presente. No le es ajeno, más aún lo analiza concienzudamente en sus investigaciones artísticas, el mundo virtual, los memes o los gifs y les busca una correspondencia con la historia de la pintura tradicional.
Tampoco renuncia a su pasado -7 años trabajando como cajero de supermercado- incorporó a los tickets ilustraciones propias, según sus palabras «hackeando la máquina» e incluso desarrolló una exposición compuesta de largas tiras de ticket. Estas piezas a las que tituló “Cashier’s don’t cry” y “Another day in paradise”, son perfecto ejemplo del gusto por el absurdo y la ironía del artista, no exenta de crítica social.
Apasionado del lienzo, si bien su concepción del arte es un absoluto inabarcable, él se enfrenta al blanco del soporte como una pieza con limitaciones. Dice Badía que estas limitaciones no sólo son las obvias del lienzo, sino que vienen dadas por todo el background histórico que soporta un elemento como éste, utilizado por los grandes genios de la pintura universal. «Me fascina la pintura por toda la herencia que tiene detrás», dice el artista.
Actualmente prepara una «segunda temporada» junto a Jan Monclús -interesante artista leridano- de palas pintadas de ping pong con mensaje. La que encabeza el artículo pertenece a la primera serie que realizaron juntos.
Marc Badía encontró, entre ciertos escritos medievales y renacentistas, un oxímoron que le llevó a una profunda reflexión. «Foolosopher»-necio de la sabiduría. Aparentemente contradictorio, como buen oxímoron, supone la certeza de que un sabio puede fracasar y un bobo puede acertar, aunque sea por carambola.
En esas está Marc Badía, desentrañando la sabiduría que de alguna forma emana del absurdo de la vida. Todo un reto. Seguiremos atentamente sus propuestas.
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