Hablar de una exposición de Pablo Picasso es un hecho cotidiano. Sus muestras permanentes y temporales se suceden a lo largo del tiempo y a través de distintos países de manera natural. Pero no por ello se atenúa su interés.
Este genio parece no agotarse, es lo que tiene haber creado obras universales. También es cierto que lo convulso de su existencia, al vivirla tan apasionadamente como pintaba, aporta un valor impresionante.
Su relación con las mujeres, cómo influía en su etapa artística, cómo incluso los temas que abordaba tenían que ver con un momento dulce -niños, arlequines y colores suaves, o con momentos atormentados -crispación, crucifixiones, color negro…siempre despertará nuestro interés.
Ahora y hasta el próximo 2 de junio el Museo Picasso de Málaga lleva a cabo una exposición dedicada a la que fue mujer del genio desde 1918 hasta 1935: Olga Kokhlova.
Ella bailarina rusa bajo la dirección de Diaghilev, época dorada de los años 10, él pintor genial que ya había destacado con el cubismo y que al disfrutar la dulce cotidianeidad junto a Olga, optó por un estilo clásico -el preferido por ella- pero, además, el idóneo para expresar la felicidad de aquel momento.
Durante los años 20 Picasso aumentaba su reconocimiento por lo que la vida de la pareja transcurría apacible, durante largas temporadas, en la Costa Azul donde recibían visitas y disfrutaban de la vida. Además fruto de aquel matrimonio nacía Paulo. Picasso influido por Ingres realiza, en aquella época dorada, retratos de su mujer leyendo, escribiendo, sonriendo, de su hijo vestido de arlequín, estampas maternales o de juegos infantiles.
Larga etapa en la que al parecer Olga guardaba en un baúl recuerdos de ese día a día feliz, casi vaticinando que aquello llegaría a su fin. Porque llegó y tuvo nombre propio femenino: Marie-Thérèse Walter. Los retratos de Picasso de ésta última rezumaban erotismo, mientras Olga se consumía de celos y el matrimonio agonizaba hasta llegar a su fin con el nacimiento de Maya -hija de Picasso y Marie-Thérèse.
Dicen que la correspondencia entre Olga y Picasso acabó cuando ella murió y que nunca se divorciaron. Después de casi dos décadas de felicidad junto al genio, Olga sólo conservó aquel baúl de viaje en el que guardó cartas e imágenes que han permitido escribir su historia personal y que cuenta, a su vez, la historia de Europa durante el periodo de entreguerras. Un relato que ahora puede contemplarse en el Museo Picasso junto a centernares de obras, dibujos, fotografía y retazos de películas que recogen aquellos momentos de vida cotidiana…bueno, todo lo cotidiana que podía ser la vida junto a un genio.
Imprescindible.
“Olga Picasso”
MUSEO PICASSO MÁLAGA. MPM. C/ San Agustín, 8. Málaga
Hasta el 2 de junio de 2019
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