Fotografía: Brock Scott.
Tenían 14 años y se recorrían las calles de Alameda de Osuna dándole al graffiti. A finales de los 90 aquello no era real, pero de esa amistad entre Pablo, Javi, Juan y Pablo, hoy surge su modo de vida: el colectivo Boa Mistura. Y el nombre no es aleatorio, puesto que todos sus trabajos surgen de esa buena mezcla con el entorno y sus gentes.
Con una técnica colorida muy marcada y trabajando conceptos artísticos como la anamorfosis, desarrollan su arte a gran escala. Hablamos con uno de sus integrantes, Pablo Purone, que recalca la importancia de sus raíces provenientes del arte callejero en el que, muchas veces, el artista es perseguido. Para él, la cultura es lo que te alimenta el alma, así nos lo demuestra con sus palabras. Como también lo hacían los versos que decoraron en los pasos de peatones de Madrid con el proyecto Versos al paso.
¿Qué es Boa Mistura y de dónde surge?
Boa Mistura nace de una amistad desde los 12 años. A día de hoy el colectivo es Boa Mistura, pero mucho antes eramos Javi, Pablo y Juan. Éramos del mismo barrio, de Alameda de Osuna, nos conocimos pintando graffitis con 14-15 años. De hecho, Javi y yo íbamos al colegio juntos desde los 4 años.
Igual que otros chavales montan un equipo de fútbol o hacen un grupo de música, a nosotros lo que nos unió fue el graffiti. Ese ese es el germen real de Boa Mistura.
Pero luego hay un punto de inflexión, después de 10 años pintando juntos en la calle. Cuando terminamos las carreras en 2010. Ya habíamos formado un grupo empastado y nos lo pasábamos muy bien pintando. Por eso decidimos intentar hacer de ese hobbie nuestro modo de vida.
Fue cuando empezamos a dedicar todo el tiempo a pintar. Nos alquilamos un espacio en el centro de Madrid, una oficina, y fue cuando Boa Mistura empezó a trabajar más en serio y a hacer los proyectos más parecidos a lo que es hoy. Pero el germen es finales de los años 90 pintando en las calles de Alameda de Osuna.
¿Seguís manteniendo la filosofía del arte del graffiti?
Del graffiti mantenemos cosas. Para empezar, la pasión por el espacio público como lugar de expresión. Para nosotros es el mejor sitio para hacer cosas porque es de todos.
Por un lado no es de nadie, pero es de todo el mundo. Trabajar el espacio público es algo muy democrático que no lo es en una galería de arte o un museo. Porque para ver una pieza de arte en un museo o galería tienes que tener una predisposición de ir y muchas veces hay que pagar. La calle es ese espacio que es de todos y hay una comunicación muy directa con el espectador, que en este caso son todos los ciudadanos.
Y luego otra cosa que nos ha dado es la valentía o el empuje a hacer las cosas, aunque no te las permitan. Venimos de hacer algo que está perseguido. Inviertes tu dinero, tu tiempo y eso es algo que, a día de hoy, muchísimos años después, a pesar de habernos alejado del graffiti más convencional y estar muy lejos de lo que se considera el graffiti, si que mantenemos.
«intentamos involucrar a las personas que van a convivir con la obra. Lo que pintas en la calle se queda en la calle»
También que seguimos haciendo proyectos auto-gestionados, que nadie nos ha encargado, pero que sí que consideramos que son una transformación o una implementación de la calle. La herencia que traemos del graffiti nos ha dejado estas cosas que quizá nos diferencian de otros artistas de estudio más convencionales.
¿En qué consisten los proyectos de arte participativo?
Muchas veces lo marca también la circunstancia de cada proyecto. En los que son propicios para ello, los que se prestan, intentamos involucrar a las personas que van a convivir con la obra.
El espacio público también tiene algo muy característico que lo diferencia de la obra de estudio: que lo que haces se va a quedar ahí y eso lo que va a hacer es convivir con las personas que rodean a la obra. No es un cuadro que te lo puedes llevar de un sitio a otro. Lo que pintas en la calle se queda en la calle.
«Sentimos que la obra tiene que estar en armonía con el sitio. Hablar de la identidad de los sitios»
Entonces, a base de hacer proyectos nos dimos cuenta en Sudáfrica en 2011. Fue la primera vez que hicimos participación de una forma totalmente fortuita por funcionalidad. Teníamos muy pocos días para hacer una obra que nos habían propuesto. En un Township, que son los asentamientos informales de África.
Teníamos muy poco tiempo y la única manera de poderlo ejecutar era que nos ayudaran los vecinos. Y así fue. Nos dimos cuenta del poder que tenía la participación en el empoderamiento de ellos con el lugar. Ya no con la obra sino con el lugar en el que viven.
De alguna manera estaban mejorando y transformando un espacio estigmatizado y se sentían muy orgullosos. Le vimos ese poder al involucrar a los vecinos, el empoderarse con la obra. No es algo que lleguen unos tipos del otro lado del mundo, pinten y se vayan, sino que se sentían co-autores.
Desde entonces, siempre que hemos podido, intentamos involucrar a los vecinos. Ya sea en la fase de ejecución de pintar o si no también en la de concebir el proyecto. Sentimos que la obra tiene que estar en armonía con el sitio. Hablar de la identidad de los sitios. Muchas veces es en la fase de concebir el proyecto con los vecinos y son ellos los que nos dan las claves de qué hacer en ese lugar.
Hay otras veces que directamente nosotros desciframos el lugar y hacemos algo que creemos que tiene sentido ahí. Hay obras más universales que podrían estar en cualquier sitio pero que también suponen una mejora. Depende de la circunstancia de cada proyecto.
Con ese mural de la Calle Olite, 32, volvéis al barrio madrileño de Tetuán después de ese otro proyecto también que se llamó Muro de la convivencia ¿no?
Esto estaba preparado para finales de marzo principios de abril y claro, esto se paró. Es de lo poco que hemos podido recuperar. En ese caso si que es una obra que habla de algo más universal que son los ciclos, pero si que tiene un vínculo con el barrio de Tetuán y con nuestra propia historia personal.
«el reto que tiene trabajar en la calle es adaptarte a lo que ya existe»
Volver a un barrio en el que hacía varios años que ya habíamos hecho una intervención que además también tenía que ver con los ciclos, curiosamente, también de la vida, de la huerta de Tetuán, del ciclo vital…
Si que es una obra que tiene ese concepto universal, pero ha pillado también en un momento de estas veces que ocurren carambolas cósmicas y se hace cuando tiene que ser. En este comienzo de nueva normalidad es como el comienzo de algo. Para nosotros ese mural, independientemente de la idea que tuviera en un comienzo, representa ese principio, ese estadio cero en el que nos encontramos ahora.
La anamorfosis es la técnica que más destaca en Boa Mistura. ¿En qué consiste?
Es una técnica que se lleva haciendo desde hace cientos de años. No es algo que ni mucho menos hemos inventado nosotros. Hay grandes maestros como Geoffrey Rush, que es un pintor francés. Pero nosotros lo hemos llevado a la calle con la tipografía.
Cuando trabajamos con la anamorfosis es una respuesta a la complejidad de un soporte. Porque el reto que tiene trabajar en la calle es adaptarte a lo que ya existe. No creas el soporte, trabajas sobre lo que hay. Esto fue en una fabela en Brasil en 2012.
Por la manera en la que construyen allí las casas se generan estas callejuelas que son muy serpenteantes y muy estrechas, tanto que no tienes una pared blanca en la que pintar y ahí decidimos valernos de toda esta complejidad para convertirla en un único plano con la técnica de anamorfismo. Tu te sitúas en un punto y desde un punto se ordena todo y puedes leer una palabra o una forma geométrica.
En el momento en que te mueves eso estalla y se convierte en un montón de formas abstractas que solo se ordenan desde un único punto en todo el universo. Eso surge como una respuesta al soporte, en este caso a la fabela, pero si que lo hemos ido incorporando en nuestro trabajo porque nos parece una manera de interesante también de generar una obra que se relacione con el espectador de una forma lúdica. Tienes que encontrar el punto, la puedes recorrer, va cambiando. Hay tantas obras como pasos puedes dar a través de ella.
Algunos encuentran la magia en el sitio exacto en el que se ordena y otros en el detalle de cuando se desmarca todo eso y se convierte en un montón de formas. Si que es algo que nos parece interesante y lo que investigamos prácticamente siempre.
Esta es difícil ¿Un trabajo que recuerdes con especial cariño?
Sí, es la más difícil de todas. Porque al final de cada proyecto sacas una lectura o una lección. Todos tienen mil anécdotas, aprendizajes o cosas que los hacen especiales. Pero bueno, quizá el de Sudáfrica.
Eso fue lo que nos cambió la vida y lo que supuso un giro de 180º en nuestra manera de entender el trabajo en la calle. Hasta entonces veníamos de trabajar en nuestra zona de confort y aquí fue la primera vez que salimos de ella y nos enfrentamos a la realidad de las comunidades, de los asentamientos informales, de un nivel de pobreza y un estilo de vida al que nosotros, obviamente, nunca nos habíamos enfrentado.
Fuimos allí a una residencia artística a la que nos invitó un artista sudafricano y esta residencia estaba en un barrio con una problemática de bandas, de prostitución, de venta de droga, de violencia, totalmente ajena a nosotros.
Entonces, digamos que fue la primera vez que nos enfrentamos a un entorno así y precisamente por la crudeza de este lugar fue donde nos dimos cuenta de la responsabilidad que tenemos al trabajar en la calle. Los propios vecinos nos decían: cualquier cosa que hagáis aquí puede influir o inspirar a los chavales que viven aquí a hacer algo importante y cualquier cambio que generáis, aunque sea muy pequeño, puede dar pie a cambios mucho más grandes.
Eso, de alguna manera, nos hizo ver que trabajar el espacio público tiene una responsabilidad más allá de embellecer. La de inspirar y la de lanzar algo. Un mensaje que pueda agitar a las personas.
Este proyecto es importante para nosotros en cuanto a que nos reventó la cabeza y a partir de ahí empezamos a trabajar con el mensaje, la palabra, a tener mucho más en cuenta a los vecinos… es casi como otro hito. Como lo de 2010, cuando acabamos las carreras. Un año después podría ser también un hito de como empezamos a andar un camino que hasta entonces no sabíamos que existía. Y luego que de todos los proyectos sacas una lección una lectura porque lo hace especial.
Hablando con muchos artistas urbanos coinciden en que a Madrid se le podría sacar mucho más partido en este sentido ¿Desde Boa Mistura también lo creéis?
A nosotros siempre nos parece poco ¿no? Porque para nosotros las ciudades son un campo de experimentación y de trabajo enorme. Entonces, cuanto más grandes son las ciudades, más posibilidad de trabajo le ves. Y Madrid sobretodo es una capital muy pulsante con mucha gente haciendo cosas. Existe ese espíritu y esa energía de crear y hacer cosas, pero es verdad que no se apoya.
Lo que tenemos los artistas urbanos es esa voluntad de hacer las cosas aunque nadie te las pida. Eso hace que Madrid sea una ciudad muy viva en cuanto a las cosas que pasan en la calle. Pero es por la energía que tenemos quienes trabajamos la calle. No es porque se apoye especialmente el arte urbano. Hay algún destello por ahí, alguna pequeña pincelada de esperanza pero esto depende mucho de las administraciones.
Se han vivido unos años en los que si se apoyaban más, por ejemplo nosotros hicimos el proyecto de Versos al paso es lo más grande que se ha hecho nunca en una ciudad a nivel extensión. Ahora no nos dejan hacer nada.
¿Qué proyectos tiene Boa Mistura entre manos ahora mismo?
Estamos en el proyecto de re-inventarnos porque teníamos el año entero cerrado y parte del que viene y claro, con este nuevo orden mundial, ahora mismo estamos con la incertidumbre de no saber qué es lo siguiente.
Ha coincidido también que justo antes de la pandemia nos estábamos mudando al nuevo espacio, porque llevábamos 10 años en el mismo estudio en Conde Duque, pero ya se nos había quedado muy pequeño. Nos hemos mudado a una nave industrial en Puente de Vallecas, también pensando en desarrollar obra de estudio y hacer cosas que luego tengan una aplicación en museos o galerías y que nos permita también campo de experimentación en otras líneas que no sean la calle.
Esto nos ha pillado así. Teníamos un proyecto en Luxemburgo, en París y Berlín que parece que eso es lo siguiente que vamos a tener y se mantiene pero no se sabe… Teníamos todo el año de viaje y ahora estamos obligados a estar en Madrid. De alguna manera estamos encontrándonos en este nuevo espacio, conociéndonos con él y es un momento muy introspectivo a nivel artístico, experimentando. Eso seguramente tenga una repercusión en el momento que podamos volver a salir a la calle.
¿Más de cultura y menos de qué?
Menos de no contar con la cultura y no tenerla en cuenta, en este caso, para reconstruir un país.
De las pocas cosas buenas que creo que puede haber dejado esta pandemia es la oportunidad de empezar a construir otra vez sobre pilares diferentes a los que veníamos construyendo la sociedad. Es una oportunidad para que a la cultura, que realmente es uno de los tesoros que tenemos aquí, se la ponga en valor.
Creo que en la pandemia ha quedado más que demostrado la necesidad vital que es la cultura en nuestra sociedad, pero siempre parece como que es secundario, que el cuerpo puede estar bien y el alma da igual. Pero la cultura es lo que te alimenta el alma. Por eso más de cultura y menos de no tener en cuenta a la cultura.
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