Fotografía: El hombre y el lienzo, por David Ruiz.
Hasta el 2 de febrero se puede disfrutar en el Teatro Fernán Gómez de Madrid la obra El hombre y el lienzo. Es una obra, también, la que se gesta dentro del espectáculo. Una cada noche, que se expone en formato cuadro en el propio espacio cultural. Así, el público asiste cada día a la creación de un cuadro nuevo para la exposición.
Javier Ruiz de Alegría protagoniza la historia de un hombre que se sumerge en su propio proceso creativo. Vive, desarrolla su arte, siendo una incógnita para sí mismo. Se busca a través de los trazos, de los colores, de las formas que imprime en el lienzo y, mientras indaga, a medida que el lienzo toma forma, comparte con los espectadores, sus ideas sobre el arte y los descubrimientos sobre su propia vida.
Un monólogo escrito y dirigido por Alberto Iglesias. Al llamarle para la entrevista, nos atiende también Kurt, su perro, que parece celoso de que le robemos tiempo a su amo. Sin embargo, el dramaturgo me confiesa que se llama así, como Kurt Cobain o Kurt Vonnegut. porque es un perro muy pequeño: «necesitábamos un nombre fuerte. Cuando lo recogimos el pobre estaba abandonado y dijimos que le íbamos a poner un nombre que le gustara, que le hiciera sentirse fuerte».
Charlamos con él de los orígenes de El hombre y el lienzo. Una obra muy personal. ¿Su fórmula perfecta? Combinar el pan con la poesía. Mientras tanto, nos buscamos en la calma y en la cultura.
Cuando hay tan pocos elementos como en El hombre y el lienzo. ¿En qué se centra un director?
Pues es muy interesante esa pregunta. No me lo había planteado. Es el segundo monólogo que dirijo. Dirigí un monólogo de Domingo Miras: La tirana.
Te centras en encontrar interlocutores, rascar todo lo que hay de la puesta en escena. Todo lo que puede ser interesante para el espectador. En los cambios, en los tiempos, en las dinámicas del personaje…
La única referencia que tiene el espectador es el propio personaje. Es un personaje que cuenta directamente. Que se comunica directamente utilizando la convención.
En este caso, el hombre y el lienzo es un tipo encerrado en su estudio que, sin embargo, está compartiendo lo que le pasa, lo que piensa, lo que sufre, lo siente, desea… lo está compartiendo con el espectador. Y eso entra dentro de la convención del teatro y del monólogo.
«Es una negociación con el actor para que pueda desarrollar la pintura»
Por ahí, digamos que estamos salvados. Como director, trabajar muchísimo con el actor para que él se encuentre cómodo. Trabajar mucho el texto, la palabra, el sentido de lo que está diciendo y buscando y buceando en los posibles colores que este texto tiene y también las diferentes cosas que cuenta. Todas tienen un valor distinto.
Y luego por otro lado, es un espectáculo tan especial porque Javier, además de narrar y emocionarse con el público, también está teniendo una actividad, la de pintar un cuadro.
Es una negociación con el actor/pintor para que él pueda desarrollar esa otra parte que es importantísima, casi tan fundamental como el texto: la pintura. Y que eso combine de una manera que al público le resulte fácil de ver, que lo pueda entender rápidamente, que no vea el esfuerzo con la pintura.
Esto ha sido un trabajo de mucho tiempo. Hemos tenido la suerte de poder empezar muy tranquilamente analizando el texto, con un trabajo de memoria.
Me lo decía el otro día Javi, haces más el trabajo de coach. Porque claro, como solo tienes un actor, ese actor tiene la suerte y la desgracia de que la mirada del director va a él todo el rato.
Hemos tenido la ocasión de afinar y para mi ha sido un regalo. Porque puedes hacer todo lo imposible para que ese actor esté lo más seguro y confiado. Para que pueda transmitir lo que tú quieres que llegue al público.
Además, los cuadros se exponen en el propio teatro. Se crea arte de manera doble ¿no?
Pedimos permiso al Fernán Gómez para exponer los cuadros que se iban generando a lo largo de las funciones para que el público, cuando llega al teatro, pueda ver antes de entrar en la sala una muestra.
«Sacamos el escenario fuera como si le diéramos una pequeña galería y la función de teatro»
Es casi una exposición de lo que el actor ha ido haciendo. Es bonito porque la gente ve esos cuadros y se pregunta qué es y de repente entran en el estudio del artista que está pintando uno de esos cuadros, el que expondrá al día siguiente. Sacamos el escenario fuera como si le diéramos una pequeña galería y luego la función de teatro.
Se puede ver la evolución del propio actor a través de los diferentes trazos en cada cuadro.
No lo dudes. Si algo tiene esta función es que depende de como esté Javi y como esté el publico, hay días que es de una manera y hay días que es de otra. Javi todo eso lo va traduciendo en el color, la textura, la impronta, en el gesto que le va dando al lienzo.
Cada cuadro es una función diferente. Va variando en función de cómo él está sintiendo el monólogo. Por otro lado, hay una estructura que es como si fuera una partitura de violonchelo. Pero claro, aunque está escrito lo mismo, la partitura se mantiene pero el toque es diferente. Su propia música interna hace que la pieza varíe.
El artista siempre deja algo de si mismo en sus creaciones ¿te pasa eso también a ti?
En este caso sobretodo porque el personaje tiene la necesidad de encontrarse a si mismo pintando, en ese autorretrato.
Quiere mirarse en el lienzo para descubrir quién es. Es el punto de partida, esa obsesión. Alguien decía alguna vez que la historia del arte es la historia de las obsesiones y es verdad.
Los grandes artistas, o casi todo el mundo, tenemos nuestras obsesiones. Son muy semejantes las unas con las otras. Cambia la forma pero no cambia el modo de encararse a ellas, que es luchando para contar una cosa.
«No nos sirve absolutamente de nada que haya genios con obras metidas en un cajón»
En este caso, él habla de cosas de pintura que son muy mías cuando termino una obra. El cómo reconocerme a mi en esa obra. Quién soy yo o qué parte de mi hay en esas palabras. Incluso me hago preguntas. Que luego intento descifrar mediante un texto. Es el área del descubrimiento.
Ahora justo estoy escribiendo un texto en el que un personaje le dice al otro: “¿Ya sabes cómo vas a terminar?” Y el otro personaje le responde: “Si supiera como voy a terminar ni siquiera hubiera comenzado”.
Hay algo de esa búsqueda que yo en este caso me he permitido la absoluta libertad de llevar a cabo o de embriagarme y lanzarme al puro texto, las puras imágenes o emociones… la pura situación de este pintor que tiene mucho que ver conmigo y que tiene que ver con casi todo el mundo. El famoso “conócete a ti mismo”. Quiénes somos en relación a aquello de lo que venimos.
Tenemos al pintor que tiene la ausencia de su padre y tenemos una presencia de su madre que también está ausente. Una manera de jugar con el tiempo. Lo que si es cierto es que el personaje se desnuda emocionalmente durante la función. Ese desnudarse y observarse a si mismo le lleva hacia otro lugar, hace que él finalmente se reconozca o tenga una luz que tiene que ver con aquello de donde viene.
Resulta curioso que resaltéis lo de “este hombre, podría haber sido una mujer”.
Recuerdo la novela de Una pena en observación que dice “mi parte femenina encajaba perfectamente con su parte masculina y viceversa”. Todos tenemos estas dos partes.
Yo he puesto un hombre por la sencilla razón de que este proyecto está escrito para Javier, que es un actor con el que yo ya trabajé hace muchísimos años. Conozco muy bien sus cualidades como pintor.
Estudió Bellas Artes en Bilbao y luego se vino a Madrid a estudiar teatro y ha desarrollado su carrera como actor, escenógrafo e iluminador y quería escribir algo para él.
Pero si hubiera sido una amiga mía que tiene otra cualidad y se plantea de repente esta colaboración hubiera sido un poco distinta en algunas cosas pero básicamente la búsqueda de lo que le pasa a este personaje hubiera sido igual. A lo mejor es un poco soberbio por mi parte pensar que no es una pieza masculina.
El otro día reflexionaba con Marina Yvette sobre si un cuadro no ha visto la luz ante el público se podría considerar arte. En El hombre y el lienzo esto no pasa.
Esto me recuerda a una cosa que me pasó hace muchos años cuando empezaba a escribir. Un periodista me dijo algo así como: “bueno, habrá mucha gente con muchísimo talento que tenga grandes obras escritas”. Y yo le dije: “Sí, el problema de esto es que el arte, sobretodo el teatro, porque en la pintura no lo tengo tan claro, una de sus funciones es comunicar, está creado para compartir. No nos sirve absolutamente de nada que haya genios con obras metidas en un cajón. Ojalá el día de mañana haya muchísimos genios y muchísimas obras metidas en los cajones y esos cajones se abran y podamos disfrutar todos de esas genialidades; pero hasta entonces nos vamos a tener que conformar con la gente que tiene la osadía o el atrevimiento de poner las cosas en los ojos y los oídos de otras personas”.
Así es como se mueve el mundo en general. Entonces si, yo no se lo que pasa con ese cuadro. Lo que si se es que una pieza que está pensada para comunicar algo o para compartirla con alguien, si no ve la luz es casi como si no existiera aunque eso también depende de quien la hace,de la necesidad de quien lo hace.
Cuántas veces hemos escuchado lo de “yo escribo, pero para mí” Me parece muy lícito porque yo también escribo para mí muchas cosas. Lo que pasa es que luego hay otras que las escribo para sentir que hay alguien más que comprende o que comparte mis fantasmas, mis preguntas o mis obsesiones. También hay mucho de esto en esta función.
Hay un momento en el que a él le echan en cara en una entrevista en la radio sobre el autorretrato y él dice: “como no estoy solo en este mundo aspiro a que mi autorretrato sea el autorretrato de muchos”.
Digamos que el artista asume el riesgo de lanzar cosas con la esperanza de que ayuden a los demás a comprenderse a si mismos y al mismo tiempo se establece una vía de comunicación con otro ser humano.
Es una manera de contactar. Si no tienes la necesidad de hacer eso, estupendo, pero no podrás vivir de lo que te gusta hacer. Me parece respetable y es verdad que el mercado en el mundo del arte es complicado. Los artistas clásicos que yo conozco trabajan para ellos pero aspiran a poder seguir trabajando para ellos, a mantenerse a flote para que su obra llegue o se venda. Les dé de comer. Es el combinar el pan con la poesía.
¿Más de Cultura y menos de qué?
Y menos de odio. Que es lo que estamos viviendo. Menos falacia, discurso barrio-bajero, menos inquina y un poquito más de calma. Un poco más de cultura y más de amor. Busquémonos por ahí.
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