Dicen que los ojos son el espejo del alma, pero Cristina Plazas nos confiesa que tiene que controlar los suyos cuando actúa. Forma parte de uno de los personajes clave en Asamblea, película que Álex Montoya estrena en Filmin a partir del 17 de abril. La hemos visto en series de toda la vida, como Los hombres de Paco. Ha sido Miranda en Vis a vis. Rebeca en El Nudo y Laura Bertrán en Estoy vivo.
Pero estos días es Cristina. La que vive el teatro con pasión, la que está deseando hacer un personaje de terror, la que se toma los papeles con responsabilidad y a la que le gusta virar de un estado a otro y jugar con el personaje. En cuarentena ha descubierto que sus mascarillas no eran de tela, sino en formato cuento. Experta en pedir la palabra en el mundo de la gestión colectiva, en esta ocasión su palabra convierte esta entrevista en un ejercicio de diálogo puramente interesante. Se abre el telón.
Te hemos visto protagonizar los giros de guion más interesantes de El nudo ¿Cómo es que te den papeles tan relevantes para la trama como esos?
En el caso de El nudo, hay una cosa muy divertida y es que cuando me llegó el proyecto solo había tres capítulos escritos. Con lo cual, yo no tenía ni idea de todo lo que iba a pasar.
Sí que recuerdo que muchos días me daba cuenta de que la responsabilidad era enorme y que tenía que ponerme al 100% porque si no iba a ser complicado que alguien se creyese que yo iba a viajar por todos esos lugares. Pero la verdad es que fue divertidísimo, me lo pasé pipa como actriz. No se si el resultado está a la altura de esa aspiración que yo tenía, pero me lo pasé super bien.
Has dicho en alguna ocasión que la forma de hacer series ha cambiado totalmente incluso en detalles como el maquillaje. ¿Cómo se explica eso?
¡Uy! No se exactamente a qué me refería pero yo creo que lo que más ha cambiado es en los profesionales. Es alucinante ver cómo trabajan a esa velocidad. Es increíble el poco tiempo que se tienen a veces para preparar.
Todo ha cambiado totalmente. Aparte de que yo me he hecho más mayor (risas) y ahora soy más pesada, antes no lo era. Antes me dejaba ir y a veces veo cosas antiguas, sin meterme con los profesionales ¿eh?, y pienso: «¿Y yo por qué no dije que no me pusieran esa sombra plateada, que me sienta fatal?» No era capaz. Y ahora soy… bueno, más mayor. Más pesada.
¿En qué cambia la Cristina Plazas que se sube al escenario con la que trabaja para las cámaras?
Cambian muchas cosas. A mi cuando me preguntan qué es lo que más me gusta siempre digo que depende más del proyecto que del medio. Porque a mi me encanta hacer teatro, cine, tele… pero depende efectivamente del proyecto.
Pero sí que he cambiado mucho. Era un poco paranoica. Bueno, creo que casi todos. Ahora estaba viendo una serie que se llama El método Kominsky, que está muy bien, con Michael Douglas. Y una de las cosas que más me gustan es ver a los alumnos, porque él es un profesor de teatro. Porque digo: si yo era así. En el sentido más intenso, entregado, inseguro…todo a la vez. Con el tiempo me he calmado bastante.
«como espectadora me apasiona lo que ocurre aquí y ahora, nunca una función es igual a otra»
Me encanta hacer teatro. De hecho, en estos momentos de pandemia a veces me entra realmente mucha angustia pensar cómo vamos a recuperar algo que solo existe con espectadores en presente. Me da un poco de angustia pensar en eso.
Lo hablamos mucho estos días por aquí, el deseo de que el público luego siga apostando por la cultura en directo y presencial.
Ojalá. Nadie sabe qué va a pasar después de esto porque todavía estamos en esto. No se ha acabado ni la fase uno (ahora todos tenemos este lenguaje), pero es un poco el día de la marmota. Ayer me decía mi padre, que tiene 83 años: «pues no quiero poner mucho la tele porque tengo la sensación de que eso ya lo he visto». Y a veces digo: ¿cómo puede ser que estemos hablando de lo mismo?. Pero él me dice que para él las palabras son: muertos, picos, mesetas… Y pienso que tiene toda la razón.
Pero pensando en lo del teatro, hablo con compañeros y es maravilloso que se consuma también teatro grabado, aunque a mi no me guste porque lo que me apasiona como espectadora también es lo que ocurre aquí y ahora, nunca una función es igual a otra por mucho que haya actores más metódicos.
Yo tengo grandes recuerdos de grandes estrenos, funciones de teatro que me han emocionado, que solo vives ese día, ese jueves a las ocho de la tarde. Yo espero y deseo que se encuentre una vacuna para el coronavirus y dejemos de tener miedo.
El otro día hablaba con José Luis García Pérez y me decía: «Claro, el pánico es que si ahora en un teatro de 1.000 personas tose alguien de la quinta fila, el miedo a que haya una estampida». Toda la vida se ha tosido en el teatro, para desgracia nuestra (risas). Pero en ese momento la mente nos pondrá en un lugar donde nunca hemos estado.
Precisamente un jueves a las 20h de la tarde te vimos en Todas las mujeres.
Es que, fíjate, en Todas las mujeres también fue un Work in Progress bastante potente porque también era una película hecha obra de teatro. Cambiaban detalles que tenían mucha relevancia en la trama. En mi caso, hacía de psiquiatra que pasaba por muchos estados.
A mi además me encanta jugar en el teatro y tenía la suerte de no tener, como en El Nudo, esa responsabilidad de tener el peso de toda la trama como en el caso de Fele Martínez. Me podía permitir jugar a estados. Ahora soy más borde, ahora soy más simpática, ahora él me gusta, ahora no.
Efectivamente fuimos afinando el personaje y la relación con Fele para crear un crisol de mujeres lo más antagónicas posibles.
Aparte de que yo con Fele me lo paso muy bien. Por ejemplo yo nunca he tenido un blanco en escena pero por circunstancias profesionales que tienen que ver con que los actores para sobrevivir tenemos que hacer millones de cosas, se me juntó el rodaje de Estoy vivo con la obra, con Gigantes. Total, que llegué al teatro y Fele, cuando entro por la puerta, en vez de decir: «Andrea, pasa, pasa» que era lo que me tenía que decir, me dijo: «¡Hola! como: ¡Hombre! ¡Has venido!». Eso fue muy divertido pero luego tuve un blanco cuando tenía que hacer una pregunta. Aunque el espectador creo que no lo percibió. Pero claro, son 20 segundos de tensión. Me encontré. Pero ahí es cuando piensas que el compromiso tiene que ser 100% porque, aunque te lo sepas, se te puede ir.
Estrenáis ahora Asamblea. Tu personaje llega a escena para poner orden. ¿Te habrías imaginado poniendo orden en una asamblea? No se si te has enfrentado a eso en la vida real ya.
Bueno yo aparte de ser actriz, desde que tenía 20 años siempre he estado sindicada y no es una faceta que todo el mundo conozca de mi. Porque a veces justamente el trabajo como actriz me impide eso, pero a mi me encanta. La gestión colectiva es una cosa que siempre me ha gustado. Fui Secretaria de Organización en la Asociación de Actores cuando vivía en Valencia y ahora soy consejera de AISGE osea que ese rollo de pedir la palabra, tener que hablar…me lo conocía un poco.
¿Cómo llegas a este proyecto? porque la película está basada en una obra de teatro.
Sí, efectivamente. Está basada en la obra de teatro previa de Jaume Pérez y Juli Disla. Ellos son amigos y compañeros desde hace muchísimos años en mi etapa valenciana. Yo ya conocía la obra de teatro y me parecía fascinante. Entonces cuando me llaman de Nakamura y Álex Montoya para la película me hizo muchísima ilusión.
Es una adaptación, obviamente, porque había que hacerla más cinematográfica, pero lo que es fascinante es de qué va. Porque Asamblea va de todo y de nada. Eso es lo que es fascinante.
Es un proyecto que habla precisamente de la necesidad de dialogar y mostrar diversos puntos de vista, ¿Fue también así el rodaje?
Un poco sí, porque Álex Montoya se tuvo que enfrentar a un rodaje complicado por el hecho de ser una única localización. Como todo ocurría en un tiempo limitado de una hora y media de ficción real. Ficción real, qué cosa más paradójica. Tenía muy pocos días para rodar.
«podemos utilizar las mismas palabras para hablar de cualquier tema»
Imagínate, tantos actores, en una película rodada en 10 días, poner orden… La ficción dentro de la realidad y la realidad dentro de la ficción todo el rato. Además, Álex escucha mucho a los actores y los actores y actrices tenemos mucho que decir siempre. En Asamblea, como teníamos que tener ese espíritu también, lo trasladábamos a la propia vida. Fue un rodaje muy intenso.
Para mi la gracia que tiene Asamblea es que es una comedia en realidad. Habla de el intento de comunicación y la posibilidad de entenderse, aunque aparentemente todos hablemos el mismo idioma. Da igual el tema, podemos utilizar las mismas palabras para hablar de cualquier tema. Siempre decimos: daños colaterales, consenso, pacto… en cualquier situación pactar es la única manera. Pues Asamblea habla de eso.
Un registro que no hayas probado y te gustaría hacer?
He tenido suerte porque a pesar de que muchas veces hago de dura, siempre hago personajes que tienen diferentes caras. Por ejemplo, El Nudo es un ejemplo, ¿Rebeca es buena o es mala? A mi esto es lo que más me apasiona.
Por ejemplo, para mi el personaje que si que ha sido un antes y un después es Laura en Estoy vivo. Que, de repente, me llegue un personaje que es buena persona, que no es jefa y que no es rica. Claro, yo tengo esta voz que supongo que determina que puedo hacer personajes tipo jefa del CNI, directora de una cárcel… tengo cierta dureza.
Y luego tengo la suerte de que en el teatro es donde me he quitado las espinitas. Porque yo en teatro si que he hecho de niños, podía cambiar la voz, un personaje super dulce en agudos…
Pero tengo muchas ganas de hacer terror. De hecho, en El Nudo lo rocé. Como sé que tengo estos ojos que tengo que medir un poco… porque espantan un poco. Y siempre he pensando: «ostras si hiciera una película de terror no tendría que controlar eso, sería genial».
Estos días estamos descubriendo nuevos hobbies ¿Te está pasando también a ti?
Yo no se si se me da bien, pero desde luego he descubierto una cosa. La historia es graciosa porque en la primera semana de confinamiento nosotros somos tres en casa, en un barrio de Barcelona donde aparentemente no hay ninguna actividad social relevante. No es Gracia o San Andreu que son barrios con más movimiento.
Entonces, por otra amiga, me entero de lo de las mascarillas y yo tengo una máquina de coser. Coso regularmente fatal ¿eh? Pero dije: «bueno, esto lo podría hacer». Pero no tenía tela e intenté contactar con alguien y me dijeron que era muy complicado. Lo intenté pero me sentí tan inútil…
Entonces, con mi compañero Òscar Rabadán, que también es actor, hicimos algo que nunca habíamos hecho. Grabamos un cuento para niños en Instagram y mira, hemos tenido un éxito bonito porque mucha gente nos manda mensajes del tipo: «mi hijo de cuatro años lo ve en bucle…» y yo pensé: «Qué maravilla». Y un amigo me dijo: «¿Ves? Esas son tus mascarillas». Y he descubierto que eso es un hobby.
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