Una fiesta de locos, eso es Festum Fatuorum, la apuesta teatral escrita y protagonizada por Daniel Ramos con la compañía «La Matraca«. Una serie de actores (Idan Yechieli, Paula Vilaur, Alejandra Rodrigues, Ana Álvaro y Daniel Ramos Lorenzo) ataviados con ropaje ya denotativo de lo que el espectador va a ver, presentan una fábula, una manera de reirse de nuestro mundo al más estilo de los bufones reales.
De ahí viene la idea original del dramaturgo para crear esta obra que se puede ver durante noviembre y diciembre a las 19:00h en el Teatro de las Aguas de Madrid.
Daniel nos cuenta que todo esto viene de la propia tradición de «La Fiesta de los Locos»: Un día al año, se abrían las puertas de la ciudad y se permitía el acceso a una troupe de extravagantes y misteriosas criaturas que se paseaban por las calles de la ciudad y daban un grotesco espectáculo a los habitantes de la ciudad que miraban asombrados, ocultos tras el cristal de las ventanas. Estas criaturas eran seres que habían sido expulsados de la sociedad por su anormalidad y que vivían desde entonces en las cloacas: Leprosos, deformes, brujas, enfermos, extraños, locos… Al finalizar el día, estas criaturas abandonaban la ciudad y al día siguiente los ciudadanos volvían de nuevo a sus quehaceres.
¿De dónde surge la idea?
Viene del trabajo que hice en la escuela Jacques Lecoq en Copenhague. El estilo de Bufón es uno de los estilos pedagógicos de la escuela de Lecoq y fue de los que más me fascinaron. En cuanto volví a España tenía la idea de seguir explorando o profundizando con ese estilo.
De ahí viene la cosa, de la fascinación por este estilo teatral, que a su vez viene de una tradición también de los carnavales, de los propios bufones del rey. Este juego burlón.
Incluís temas controvertidos con apelación directa al público. ¿Crees que es necesario esto?
Sí, creo que es necesario y es además la esencia de este estilo y lo que lo hace diferente a otros. Un poco como ese bufón que actúa delante del Rey y es el único que le puede contar las verdades al Rey de manera humorística.
En este caso, el público que viene, que representa al pueblo, es ese Rey. Por eso estos bufones le cuentan las verdades y, obviamente, le incluyen, porque, de alguna manera, le están diciendo la verdad de su mundo al público. Por eso creo que es fundamental que sea directamente al público.
Siempre decimos que la gracia del arte es provocar una reacción o una emoción en el espectador. ¿Crees que además el teatro a veces debe incomodar para hacer remover al espectador?
Sí, este es un tipo de teatro que sin duda va a eso. Va menos a entretener o a darle una experiencia grata o entretenida al espectador, sino más bien a removerle, a hacerle consciente, a hacerle pensar e incluso a liberarle en el caso de que alguien del público se identifique con alguna de las víctimas que los bufones ponen sobre el escenario.
Porque en el escenario se ponen constantemente opresores y oprimidos. Entonces, si entre el público tú perteneces a un grupo opresor en la sociedad te puedes sentir incómodo, te puede remover o, espero, reflexionar. Y si perteneces a un grupo oprimido, tienes otra cosa ahí. Te puede liberar el hecho de que se exprese esa presión en un escenario.
Pero sí está claro que tiene una cosa muy clara. Burlarse o poner sobre el escenario a los opresores, que es algo que en el montaje también tenía muy claro al escribirlo. Era como una norma básica. Que el objetivo de la burla sea siempre un grupo opresor, nunca un grupo oprimido.
¿Habéis cambiado algo por la actualidad más reciente? ¿Pensáis hacerlo?
Es algo que se planteó después en este reestreno. Me planteé si, con este nuevo mundo de coronavirus, debíamos incluir eso. De hecho era mi intención. Pero me di cuenta de que si íbamos a hablar del coronavirus y de este nuevo mundo, si los bufones van a hablar de eso, tienen que hablar de eso muy en profundidad.
Entonces, decidí que eso sería otro espectáculo y finalmente preferí no hablar directamente de ese tema y que nos de un respiro de esa temática constante.
Pero sí que han cambiado cosas. Los mismos textos tienen otra connotación. Por ejemplo, al principio, cuando habla uno de los bufones de que va a hablar de nuestra locura. Del horror de nuestro mundo, lo que dejamos a nuestra espalda. Ahora tiene otra connotación sin haber cambiado el texto.
Dada la nueva situación del teatro. ¿Vamos a tener que cambiar la forma de ofrecer cultura?
Pues espero no. Me imagino que los cambios pueden ser como el de irnos cada vez más a lo virtual. Todos los cambios que veo son a mal para un arte vivo como el teatro. Por eso espero que no. Espero que poco a poco recuperemos la normalidad de ir a ver un espectáculo y hacer espectáculos en vivo con actores en vivo que puedan estar cerca del público.
Han cambiado cosas. Por ejemplo, aunque nosotros en ningún momento nos metíamos entre el público, ahora no podríamos hacerlo. Hay que tener un poco más de distancia con la primera fila… lo que ha cambiado principalmente es en el desastre de la taquilla. No viene casi nada de público, nos cuesta muchísimo que el público venga. Los ensayos han sido un desastre con el tema del confinamiento. Por ahí noto mucho más la crisis.
¿Más de cultura y menos de qué?
Y menos de Netflix.
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