Primo hermano del Origami e igualmente con precioso nombre, llega a nuestras vidas el Kirigami atiborrado de filosofía y calma japonesa.
Cuando oí por primera vez la palabra Origami pensé que sería todo un descubrimiento… después supe que se trataba de la papiroflexia de toda la vida, aunque con elementos claves que la refinaban. El Origami se elabora con un papel extraordinariamente moldeable, no el folio de toda la vida, y ofrece unos resultados increíbles materializados en todo lo imaginable: pájaros, flores tropicales, incluso en pequeños seres humanos…
El Kirigami, como buen primo hermano, tampoco es un desconocido entre nosotros. Si el Origami consiste en doblar papel, el Kirigami consiste en recortarlo. Quién no ha conseguido algo así:
Sólo que para llevar a cabo una buena práctica del Kirigami la actitud es otra y, esto, señoras y señores determinará radicalmente el resultado. Para entender esta práctica como algo a lo que hay que enfrentarse con cierto respeto, nada mejor que conocer sus orígenes y averiguar que sus delicados diseños servían como ornamento para santuarios sintoístas.
Y aunque el destino actualmente sea mucho más prosaico, si la actitud es casi tan reverencial como en épocas antiguas, en lo que revierte, y está comprobado, es en nuestra salud.
Si su día a día está caracterizado por altos niveles de actividad, equiparables al aire contaminado que le acompaña y esto le produce una comprensible infelicidad, una alternativa, en principio impensable puede ser el Kirigami.
Una de las maestras japonesas de este arte milenario es Kanako Yaguchi y su máxima es: «Cuando trabajo estoy totalmente absorta y sumergida en lo que estoy haciendo». Esto supone que, lejos de quedarse en una mera técnica de trabajo, el Kirigami supone toda una filosofía vital y un modo saludable de alcanzar calma y felicidad.
Vinculado a la práctica del mindfulness ó atención plena, cuando alguien es capaz de concentrarse sólo en la tarea que le ocupa en ese momento, la mente se despeja, la creatividad fluye, los pensamientos se desenredan y el bienestar se instala inmediatamente. El Kirigami con su intríngulis y la consecución de sus intrincadas figuras lo consigue.
La maestra Kanako Yaguchi también propone que la práctica se realice en un ambiente despejado y, a ser posible, caracterizado por el aire puro que según sus palabras “es alentador y fomenta la creatividad”.
Así que ya saben, una eficaz manera de aumentar nuestra calidad de vida queda resumida en un trozo de papel (asequible a todos los bolsillos), lo exigente del método está en encontrar tiempo y un espacio saludable. Quizá el esfuerzo merece la pena porque conseguirán el tan ansiado relax y unos resultados preciosos, que esto último también reconforta al espíritu.
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