Vendedoras ambulantes, hechiceras, expertas en botánica y plantas medicinales, viajeras e incluso brujas, las trementinaires son un grupo de mujeres que habitaban el Pirineo catalán y cuya historia resulta clave para el desarrollo de su ecosistema, de la agenda femenina y de los conocimientos naturales.

En el conocimiento científico y el saber colectivo, la historia de las trementinaires es bastante desconocida. La autora Elisa Garrido Moreno, Doctora en Historia y Teoría del Arte, investiga y divulga la repercusión histórica de las trementinaires.

Género y cosechas

Para ubicar a este grupo de mujeres temporalmente, tenemos que irnos a los siglos XIX y XX, antes de que la industrialización llegase a las zonas más rurales del Pirineo catalán. Los movimientos demográficos de mediados del siglo XIX obligaron a muchas familias que habitaban los valles a moverse a zonas más ricas. En este marco de desmembración, nació el oficio de trementinaire. Era una fórmula de sustento económico familiar.

Las mujeres de las zonas identificaban y recolectaban plantas. El amplio conocimiento que tenían les permitía saber dónde recoger, plantar y cultivar las mejores hierbas y qué usos tenían. Conocían la flora local y sus propiedades medicinales, por lo que también hacían remedios. Durante los meses cálidos, se encargaban de recoger las plantas y semillas y durante los meses fríos dejaban sus hogares para vender de forma ambulante por la zona.

Viajes y cambio de roles

Este sistema de trabajo desafiaba totalmente los roles de género establecidos. Eran las mujeres el pilar económico de la familia y eran ellas quienes se iban del hogar a vender. Además, las trementinaires acostumbraban a ser mujeres de clase social baja que desarrollaban sus propios métodos de recolección. Los instrumentos que usaban para ello eran de fabricación propia. Hay muy pocas referencias escritas de sus saberes porque los conocimientos se transmitían de forma oral de generación en generación.

Sus viajes podían durar desde unos días hasta varios meses. Solían viajar en pareja, por cuidado y protección pero también por aprendizaje. Lo más común es que la pareja la formase una mujer con más veteranía y sabiduría y una aprendiz. La imagen de dos mujeres viajando en solitario no era una idea a la que la sociedad de la época estuviese acostumbrada. Durante sus travesías, era habitual que repitiesen las rutas temporada tras temporada. Esto les permitía fijar clientela, familias que año tras año esperaban la llegada de las trementinaires para abastecerse.

El origen del nombre

Aparte de las plantas más habituales como la achicoria, el té, el comino, el orégano también sabían identificar setas y hongos. Sin embargo, lo que les dio nombre fue la trementina. La trementina se extrae de la resina de pino y una vez que se purifica, se puede usar. Cada trementinaire fabricaba su propia trementina, por lo que había diferentes texturas y colores. Se usaba mucho en forma de parche para picaduras, torceduras o úlceras. El aceite lo solían transportar en latas metálicas que llevaban colgadas al cuerpo durante sus viajes.

Sofia Montaner i Aranu es considerada la última trementinaire, falleció el 14 de diciembre de 1996. En la provincia de Lleida, en Tuixent, se puede visitar el Museo de las trementinaires para conocer mejor la historia de este grupo de mujeres.