Autor de la fotografía: Papix
Pasear a orillas del Ebro por el Gr-99 a su paso por Tudela es una de esas cosas que hay que hacer, al menos una vez en la vida.
He visto al Tajo desembocando en Lisboa, la belleza que forman el Miño y el Sil cuando se unen, el gran Duero a su paso por Soria y Zamora. He visto al Guadiana y al Guadalquivir, nada menos que en Mérida y en Córdoba.
He visto al Tíber en Roma, al Támesis en Londres y al Sena en París, incluso al majestuoso Loira, al que además de sauces, alisos y juncos le crecen fabulosos castillos en sus orillas. He visto al Moldava bajo los soberbios puentes de Praga y también rodeando con sus meandros a la bella Cesky Krumlov.
Ninguno de ellos, ninguno, me impresionó tanto como el Ebro.
El Ebro es verde y llena todo de verde a su alrededor. Llena de verde los sauces, fresnos y álamos de sus orillas, llena de verde, incluso, las higueras y las hierbas de las huertas al otro lado del camino. Es generoso y también llena de violetas y amarillos sus orillas, con sus violetas, margaritas y dientes de león.
El Ebro es grande y poderoso, se percibe su fuerza y su grandeza con sólo mirarle.
Hay que pasear por sus orillas después del amanecer, ir por el GR-99 a su paso por Tudela para ver y escuchar a cientos, quizá miles de aves. Aviones, golondrinas y vencejos sobrevolando la ciudad y el río, una y otra vez, una y otra vez. Urracas y cientos de gorriones trinando a primera hora de la mañana.
Ahora que están descendiendo vertiginosamente las poblaciones de gorriones en nuestro país, pareciera como si éstos, junto con otros pájaros, hubieran decidido reunirse en el camino que lleva el Ebro a su paso por Tudela.
Parece como si se hubieran dicho unos a otros: “Si nos coge la muerte que nos encuentre sobrevolando el Ebro y observando su grandeza, que nos encuentre subiendo hacia la empinada torre de su catedral o deleitándonos con el pórtico románico de su iglesia. Que nos encuentre en una tierra donde se bebe bien y se come mejor y se disfruta de la vida, con gente culta, educada, fuerte y vigorosa».
Que nos coja donde salen las piraguas a remar, la gente a correr o pasear, los jóvenes y mayores a montar en bici. Donde van a pasear después del amanecer las parejas de jóvenes que vienen de hacer el amor.
¡Qué nos encuentre la muerte aquí! Si ha de hacerlo, donde se celebra la vida y ésta muestra su fuerza y su belleza. A orillas del más fuerte, bello y poderoso, del Ebro.
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