El tap es el sonido de las placas de metal situadas en la suela del zapato al chocar con el suelo. De ahí nace el término “tap-dance”, más conocido como claqué. De ahí y de la fusión de danzas irlandesas y escocesas, combinadas con la juba afroamericana. El claqué, nació en Estados Unidos en el siglo XVIII, cuando se prohíbe que los esclavos negros utilicen instrumentos de percusión. Los movimientos, en su mayoría improvisados, han ido variando a lo largo del tiempo.
En plena mitad del siglo XX, se convirtió en uno de los bailes por excelencia de Broadway. Junto con el jazz, vivió su máximo esplendor en películas y en televisión hasta que el rock n’roll y las guitarras eléctricas arrasaron en las listas de éxitos.
Más que un baile, el claqué es una forma de comunicación. El lenguaje que se utilizaba cuando los idiomas no eran compatibles. Por eso arrasó en Estados Unidos, un país con una fusión cultural que le ha servido para que esta danza se asociara por periodos con el jazz, el swing, el funky o el house más actual.
Aunque siempre que pensamos en claqué lo relacionamos con los pies, lo cierto es que hay que tener en cuenta todo el cuerpo y en especial, el ritmo al que nos movemos. Es considerado uno de los bailes más complicados que existen por esta razón, la estrecha relación entre el claqué y los movimientos sincopados.
Los hoofers, son algo así como los puretas del claqué, y utilizan fundamentalmente los pies. Pero cuando llegaron estrellas como Fred Astaire, Ginger Rogers o Gene Kelly a la pantalla, el estilo cambió. Se volvió algo más “refinado”.
El claqué es de los pocos bailes clásicos que se puede bailar sin necesidad de una pareja y que no ha estado vinculado a ningún rol de género. De hecho, una de las escenas más conocidas en el cine es el famoso baile en las escaleras protagonizado por Bill Robinson y una minúscula Shirley Temple en The Littlest Rebel (1935).
Aunque yo como aficionada a este género me quedo con dos secuencias más actuales. La previa a ese magnífico temazo de David Bowie en Boy Meets Girl (1984) y como no, la explosión de rabia de Jamie Bell en Billy Elliot (2000).
De reminiscencias sobre musicales de Broadway, también trataba la adaptación al cine de Cats (2019), con tap dance incluido.
En España, más allá de las actuaciones entre premio y premio de los Goya, poco se ha visto el claqué en la pequeña y la gran pantalla. Aún así, es un baile con mucha aceptación y que se imparte en un gran número de escuelas.
Lo que no se puede negar, es que al igual que lo vintage, este estilo siempre vuelve y gana adeptos cada año (hasta sale en Los Simpsons). Poco a poco, va resurgiendo de sus cenizas para convertirse en el hobby de muchos y muchas. El claqué es coordinación y mucho sudor, pero también dejarse llevar. Una disciplina para practicar en cualquier sitio menos en casa si tienes vecinos abajo.
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