Conocí en su casa de París a Juan Luis Buñuel, hijo del genio de Calanda. Fue muy amable conmigo en aquel encuentro. En su casa, un envidiable apartamento en el centro de la ciudad rodeado de su colección de libros y sus esculturas (era cincelador de pequeñas piezas), Juan Luis, que nos dejó el año pasado, me enseñó emocionado un material inédito de Mayo del 68. Casi nadie lo había visto y era de buena calidad. Estaba rodado por él mismo, cámara en mano, cuando la ciudad se conmovió ante la revuelta estudiantil.
Debo decir que cuando Juan Luis me enseñó, arrobado, aquel desconocido e histórico material, no le respondí con la misma emoción. Le felicité por haber vivido aquello, pero lo hice de forma distante. Él lo notó. Mayo del 68 había sido una revuelta con buena publicidad en todo el planeta (hasta mi padre guardaba en casa el Libro Rojo de Mao) pero al final resultó algo inane, como lo fue en mi país en 15-M, en el que participé activamente, aunque no con una cámara, sino con un teclado. En los dos casos fueron el preludio del triunfo de la derecha en las urnas.
Medio siglo de historia
Este mes celebramos aquel histórico Mayo del 68 que empezó con la entrada de la policía en La Sorbona para desalojar a 300 estudiantes reunidos para protestar contra el cierre de la universidad de Nanterre. El cine francés se posicionó con esta revuelta. Por ejemplo el colectivo ARC, que ya rodaba cine militante dos años antes y que propició una asamblea formada por conocidas figuras del cine como François Truffaut o Jean-Luc Godard, que lograron parar el Festival de Cannes. Ellos también protestaban porque el ministro de Cultura francés había despedido a Henri Langlois, director de la Cinemateca.
Conocidos cineastas, como el citado Godard o Chris Marker, prestaron cámaras a obreros que trabajaban en fábricas y les enseñaron a rodar. Crearon los llamados grupos Medvedkine, gracias a los cuales currantes de las fábricas de Besançon y Sochaux hacían películas como Classe de lutte, firmada finalmente por Marker y estrenada al año siguiente.
Los cineastas profesionales (como Juan Luis) o los amateurs se lanzaron a las calles parisinas para rodar lo que estaba pasando, y eso que la policía cascaba de lo lindo y las huelgas en los laboratorios cinematográficos generaron una gran escasez de celuloide en toda la ciudad. Su objetivo era agitar la calle y el cine, hacer películas de milicia, de cambio. Querían montar el material cuanto antes para generar un debate y, en definitiva, cambiar el mundo. En fin, que además de cámaras y dinero estos jóvenes tenían mucha candidez.
Carlos Saura en el centro del huracán
Saura, que por entonces estaba muy de moda en el circuito de festivales y se había liado con la hija del multimillonario Charles Chaplin (su musa Geraldine), recorría Europa con ella en furgoneta, a lo hippie. Su destino era París y finalmente Cannes. Cuando llegaron a la ciudad del Sena descubrieron, excitados, la que se estaba montando.
Lograron llegar a Cannes para presentar Peppermint frappé. La película iba a ser proyectada por la tarde y por la noche, primero en un pase para prensa y luego otro para el público del festival, el que paga la carísima entrada del certamen. Preocupados por la situación de revuelta que también se trasladó a Cannes, Carlos, Gerladine y el joven productor Elías Querejeta le dijeron al director del festival que no podían proyectar la película en esas condiciones. Pero no les hizo ni caso y la proyección empezó… hasta que aparecieron tras el telón Godard, Trufaut, Polanski y Malle. De proyección nada, el festival se paraba, algo que sucedió finalmente un 19 de mayo.
Louis Malle, Monica Vitti y Roman Polanski dimitieron como miembros del jurado y Alain Resnais, Saura y el recientemente desaparecido Milos Forman retiraron sus películas del concurso. Este último comprendía la situación en la calle, pero no podía creer que aquellos jóvenes “camaradas” enarbolaran banderas rojas. Él sabía bien qué significaban esas banderas y la represión cultural y política que simbolizaban. Venía de Checoslovaquia y de lo que allí estaba perpetrando el brutal régimen comunista.
En aquella proyección abortada, Truffaut cogió un micro y dijo a los espectadores: “Todo lo que es digno e importante se detiene en Francia y yo no sé de qué forma hay que hacerlo, pero lo que sé es que esta tarde o esta noche debemos anunciar, por los medios que podamos, que el Festival de Cannes está parado”.
Godard dijo: “Los camaradas estudiantes nos han dado ejemplo partiéndose la cara. No se trata de continuar o no continuar viendo películas. Por el momento es evidente que debemos proyectar y ver la mayor cantidad de películas posibles. Pero hoy y mañana no las veremos. Se trata de manifestar, con un retraso de semana y media, la solidaridad del cine con el movimiento estudiantil y obrero que recorre Francia”.
El cine de Mayo del 68
Las posteriores películas sobre Mayo del 68 son pocas y olvidables, como la trascendencia social de esta revuelta. Por ejemplo May Fools, de Louis Malle y de 1990. En ella la madre de Milou fallece y su funeral sufre el impacto de las manifestaciones del 68. Movida familiar entre diferentes generaciones.
En 2003 Bernardo Bertolucci estrenó Soñadores, una película basada en el flojo libro de Gilbert Adair The Holy Innocents. No está a la altura de sus grandes títulos y se centra en un joven norteamericano que estudia en París y conoce a dos hermanos franceses. Trío al canto. Dos años después se estrenaba Los amantes regulares, historia de un poeta y una escultora que se conocen en una de las tertulias coñazo del mayo francés.
De 2009 es Nacido en el 68, de Olivier Ducastel y Jacques Martineau. Su protagonista busca el amor libre y también juega con el sexo más allá de lo heterosexual. También Olivier Assayas estrenó en 2012 Después de mayo, desarrollada en los años posteriores a la revuelta y cuyo protagonista es un joven pintor que quiere ser cineasta pero que tiene como losa ese cambio que no pudo ser. Y la última ha sido Mal genio, estrenada el año pasado. En ella Michel Hazanavicius (autor de la muy sobrevalorada The Artist) volvió al cine dentro del cine con Godard (Louis Garrell) como protagonista.
La diferencia entre las películas sobre el 15-M (ni las hay, ni las esperamos) y el Mayo francés es que nuestros vecinos tienen una conciencia sobre su propia historia mucho más responsable y madura. También que su industria nos da mil vueltas. Tanto sus productos como sus espectadores. Sea como fuere, el Mayo del 68, del que ahora cumplimos medio siglo, fue tan emocionante y peliculero como vano. Una ocasión perdida. Otra más.
Genial repaso histórico sobre cines políticas. También bonito y muy acertado el nombre de la revista.