The L Word fue una de las series referentes en la visibilidad lésbica de la televisión. Creada por Ilena Chaiken y Rose Troche y producida por Showtime, esta serie retrataba el día a día de un grupo de mujeres lesbianas en Los Ángeles.
Ahora que acaba de terminar la primera temporada de su secuela, The L Word: Generation Q (o L: Generación Q en su traducción española), en Más de Cultura hemos pensado que es el momento de echar la vista atrás y analizar serie original comparándola con la nueva.
Así que nos vamos hasta 2004, cuando se emitió por primera vez esta serie sobre mujeres lesbianas con problemas del primer mundo. Porque The L Word contaba una historia (probablemente necesaria, no tanto por la trama, sino por sus protagonistas). Y la contaba a su manera. Ese es probablemente uno de los grandes fallos que tuvo la serie y al mismo tiempo, uno de los motivos que ayudó a su fama.
Porque debe existir un Los Ángeles real, a medio camino del que presenta The L Word y el que retrata Bliss de Joe Begos. Algo que no sea tan cuento de hadas ni el mismísimo infierno, quizá uno más cercano a Vida, en el que los problemas con, por ejemplo, la burbuja inmobiliaria, nos podamos ver reflejados. Porque lo que ocurría en The L Word era toda una fantasía. El estilo de vida, el nivel económico, los puestos de trabajo,… ellas (así, en general). Como un día en Port Aventura o las bodegas de La Rioja Alavesa.
The L Word fue pionera en la ficción protagonizada por bolleras. Por lo que todo lo comentado en el párrafo anterior no se debe tomar como algo negativo. Quizá fue ese mundo Disney en el que vivían las protagonistas era lo que hizo que se convirtiera en todo un éxito.
Quizá al revisitar la serie original desde nuestro 2020 nos echemos las manos a la cabeza. Camisetas de licra aparte, hay tramas con las que ahora mismo no empatizaríamos ni por nada en el mundo. Por eso, la secuela tenía la oportunidad de marcar la diferencia.
¿Y qué es lo que encontramos en esta The L Word: Generation Q? Pues una vuelta a los orígenes de The L Word, con la participación de tres de las protagonistas antiguas: Jennifer Beals – Bette Porter, quien se postula a ser la primera alcaldesa lesbiana de Los Ángeles; Leisha Hailey – Alice Pieszecki, que conduce un programa de televisión; y Katherine Moenning – Shane McCutcheon, peluquera de renombre que ha hecho unos dineros en estos diez años. Así de primeras, parece que vivimos en el mismo cuento que su predecesora.
A estos personajes se suman nuevas caras, quienes serán las encargadas de ajustar las cuentas pendientes en las que patinaba la serie original. Así tenemos una representación que vaya un poco más allá. Al elenco se suman personajes latinos, asiáticos, afroamericanos,… así como se hace hueco a la comunidad transexual, que no había sido buen retratada en las primeras temporadas.
Vale, siguen viviendo en casas que el público jamás va a poder permitirse, pero por lo menos han intentado representar algo más de población, ir más allá del nicho. Y por supuesto, siguiendo la estela de la original, tenemos en The L Word: Generation Q bollodrama, escenas en las que a más de un puritano se les caería un empaste y clichés.
Porque una serie no se convierte en referente porque sí, saltando de la televisión a las conversaciones. Así como en el patio del colegio elegías tu Spice Girl favorita, con The L Word te tocaba elegir personaje. La duda es saber si estos nuevos personajes aguantarán bien el paso del tiempo, y si en las futuras generaciones se habla de Gigis en vez de Shanes. Hasta que llegue ese futuro, podemos tener seguro que habrá segunda temporada de The L Word: Generation Q, así que quizá no es tan irreal.
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