Fotografía: Jordi Cotrina
Un pueblo fantasma donde los autóctonos luchan por sobrevivir a los foráneos. En Magaluf, todo es posible, como también lo es en el cine. Más si cabe cuando la línea divisoria entre el documental y la ficción se nos presenta difuminada. ¿O es quizá que la segunda le va robando terreno al primero sin que nos demos cuenta? En este universo tan particular nos mete de lleno el equipo de Magaluf, ghost town.
Con Miguel Ángel Blanca como maestro de ceremonias, vamos descubriendo a unos personajes, que no lo son, dentro de un escenario, que no sabemos si es real o no. Así, entre alcohol, turismo de masas y almas perdidas se vislumbran los sueños de los que entran y de los que quieren salir de la localidad mallorquina. Un documental, a caballo entre la ficción y la auto representación que llega a los cines este viernes 26 de noviembre de la mano de Begin Again Films.
En Más de Cultura hemos hablado con su director, el también cantante de la banda Manos de Topo, que nos cuenta lo que hay detrás del telón de esta ficción tan particular.
Lo que más sorprende de la apuesta de Magaluf, ghost town es cómo la ficción se va comiendo poco a poco al documental. ¿Estaba eso ahí desde el principio?
Esto evolucionó desde que llegamos allí. Nuestra intención era hacer un documental más clásico, un docu social, donde poder ver las problemáticas que había en Magaluf. El tema de la estacionalidad, el turismo de borrachera, el cómo se puede crecer en Magaluf siendo adolescente…
Analizamos todos estos temas pero nos dimos cuenta de que nos ofrecía esa idea de la posibilidad de que todo ocurra. La deconstrucción de nuevas mitologías, un universo propio. Nos da pie a pensar qué pasaría si poco a poco, la ficción que es Magaluf, se fuera comiendo también el lenguaje audiovisual.
Es entonces cuando entendemos que la ciudad fantasma no solo es la idea o lugar común de ciudad en invierno, sino que entendemos que hay unos fantasmas que pueden poblar también la película y por lo tanto llevarla a la fantasía. Ya sea el fantasma de los turistas, el marido de Tere, el islote al que hay que hacerle un ritual…
La duda era cómo podíamos hacer esta transición del documental a la ficción siendo todo bastante orgánico y que el espectador no se sintiera engañado. Y esto es de lo que estamos más satisfechos. De esa evolución del lenguaje.
Los fantasmas van a apareciendo por Magaluf… ¿Ocurrió lo mismo con vuestros personajes?
Hicimos un casting muy amplio pero era curioso cómo iban apareciendo los personajes que también eran esos fantasmas. Me acuerdo de ver a Tere en el Chippy, que es un bar de allí. Estaba tomando un café y la vi de perfil, fuimos hacia ella y ya vimos que tenía un súper flow. Habíamos hablado con muchas mujeres de ese mismo perfil y edad que trabajaban en hoteles pero esta luz que tenía Tere era la que necesitábamos para contrarrestar esa oscuridad que la gente piensa que es Magaluf.
A Rubén lo conocimos en Barcelona. Me dijo Javi que había un chaval que era de Magaluf, fuimos a conocerle.
Teníamos strippers, enanos, varios adolescentes… pero al final vimos que estos eran los que nos ayudaban mejor a explicar esta idea de la auto representación. De cómo imaginamos ficciones para poder sobrevivir al turismo extremo.
¿Hay algo que se haya quedado fuera del montaje final?
En montaje se descartaron muchísimas escenas que no tenían cabida, porque improvisábamos muchas situaciones. Pero de los personajes ya sólo grabamos a los que nos interesaban. Por el camino ya vimos que, o no se presentaban cuando los citábamos o nos dábamos cuenta de que no eran tan valiosos.
Esto nos pasó mucho con los adolescentes, que teníamos adolescentes que tenían el discurso de lo que significa crecer en un lugar turístico pero no tenían esa luz y ese carisma que tenía Rubén, que es muy exagerado. Él está muy acostumbrado a auto representarse en redes sociales y fue todo muy orgánico.
El paraguas rosa nos recuerda a uno de los símbolos del surrealismo, ¿Forman parte estos simbolismos del universo de Magaluf, ghost town?
Conozco el cuadro de Magritte pero no iba por ahí. Pero sí que hay una cosa que me interesaba mucho. Quería trabajar mucho como cuando construimos el universo de Manos de Topo. Era una cosa surrealista pero que siempre partía de costumbrismo. Las cosas que se iban de madre tenían que partir de algo muy cotidiano.
Por ejemplo, el personaje de Tere, que es un personaje a lo Harold Pinter, parte de su cotidianidad para, de repente, torcerla. Pero necesitábamos que el espectador se sintiera muy identificado con cosas que él tiene en casa y a partir de ahí, nos vamos.
Es la idea con lo del paragüas. Tú tienes paragüas en casa que no les das valor. Era esta idea de construir el universo propio de Magaluf que tenga rituales propios. Nos interesaba partir de elementos muy cotidianos pero con un toque extraño.
El personaje de Javier cuenta que la gente que llega a este peculiar lugar cree que en Magaluf todo es posible. Esa es la clave de su éxito. ¿Ocurre lo mismo con el cine?
Sí, supongo que sí. El cine es muy amplio, por suerte, y hay espacio para todos. Pero creo que la gracia del cine es poder montar cosas que no veríamos en nuestra vida. Es la excusa para conocer gente que nunca conoceríamos, meternos en lugares que nunca conoceríamos si no fuera por esta coartada de hacer una película.
Y, sobre todo, nos da el poder construir mundos, situaciones y tonos. De hecho, eso es por lo que estamos en esto del cine. Y luego ya por el reconocimiento y el cariño, que nos quieran, y tal.
A ver, ahora en serio ¿Cuántas veces has dicho mamading en la promoción de la peli?
(Risas). Mamading y Balconing por bandera pero para mí el éxito fue decirlo en TV3. Siempre hay que desbloquear retos y mini juegos y, de repente, ir a TV3 en el horario de tietas y decir mamading… increíble.
¿Para cuando un musical y así unir también la vertiente musical de Manos de Topo?
Hay mucha gente, incluso productores, que nos dicen lo de hacer un musical con las canciones de Manos de Topo. Pero nos queda lejos todo ese universo. Si alguien nos paga 25 años después… nos lo pensaremos.
¿Más de Cultura y menos de qué?
¿Qué le podemos quitar al mundo? Menos ajo en el sofrito.
Yo también odio el ajo.
Cada vez más ajo en todo, tú…
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