El documental 918 GAU, dirigido por Arantza Santesteban, se estrenará en cines el próximo 30 de septiembre. 918 GAU llega a las salas tras un gran recorrido por festivales nacionales e internacionales que han situado el filme de Santesteban como una de las propuestas españolas más esperadas de este año.
El 4 de octubre de 2007, Arantza, directora de la película, es detenida y llevada a prisión. De aquellos días conserva algunos recuerdos: las interminables vueltas por el patio, los campeonatos de natación, el periplo carcelario de Rasha… Tras pasar 918 noches encerrada, Arantza queda en libertad. A partir de ese momento, registra en una grabadora sus recuerdos y sus dudas, que se van desplegando a lo largo de la película a modo de una memoria fragmentada.
Un gran éxito en festivales
El documental 918 GAU llega a las salas de cine avalado por un gran recorrido por festivales. Ha ganado el Premio a Mejor Película Documental en el Festival de Cine de Torino, el Premio Ciudad de Lisboa a Mejor Película en la sección Competencia Internacional del Festival de Cine Doclisboa y el Premio Latexos en el Festival Novos Cinemas de Pontevedra. También la Mención Especial del Jurado y el Premio Especial del Público en el Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, Punto de Vista. El filme ha pasado también por el Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay, en la Sección Panorama de Largometrajes Internacionales, el DOK.fest München, el Festival Internacional de Derechos Humanos y Cine Documental One World de Rumanía y Sección Oficial Nacional de L’Alternativa.
La directora, Arantza Santesteban
«Las cartas que recibí durante mi estancia en prisión siempre estuvieron en una caja de cartón en casa de mis padres. Cuando iba a visitarlos, solía pasar por delante. La miraba, pero no quería abrirla. Únicamente un día, 6 años después de abandonar la cárcel, me senté y comencé a sacar las cartas y las fotografías que conformaban aquel archivo. Miles de caligrafías, de fotos y de mensajes de apoyo aparecieron ante mí. Fue entonces cuando me di cuenta del gran valor que tenía ese archivo, no solo por su valía emocional, sino también por el sentido visual que contenía.
Ya había empezado mis estudios de cine algunos años atrás y fue en ese momento cuando decidí hacer una película con todo ello. Comencé a releer las cartas y tuve emociones contradictorias. Por un lado, sentía una profunda gratitud ante todos esos mensajes de ánimo. Me conmovía pensar en todos los afectos que guardaban: habían sido importantísimas para poder sostenerme mientras duraron aquellos años encerrada. Sin embargo, algo me generaba un gran extrañamiento. Hacía años que había abandonado la cárcel cuando las leí y sentía que yo había cambiado mucho durante esos años. Encontraba guiños que formaban parte de mi pasado pero que no hablaban de mí en la actualidad.
La vivencia de la cárcel es compleja. Indudablemente, es una situación hostil para quien la padece, en un marco donde las relaciones de desigualdad marcan lo cotidiano. Las relaciones de poder entre la propia institución y las personas presas, entre las presas locales y las presas extranjeras, entre las blancas y las negras, entre las presas políticas y las presas comunes. No hay un único relato sobre la cárcel, lo que sucede es que los estereotipos no permiten desvelar otras formas de estar en los mundos que habitamos. He aprendido que la diversidad y la diferencia entre las personas, lo singular de cada cual, no es algo que se pueda borrar fácilmente. Es por ello, que esta película habla de una colectividad y un tiempo común desde una visión subjetiva», explica.
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