Llega al Museo Guggenheim de Bilbao una retrospectiva de Lucio Fontana, artista argentino con una de las trayectorias más extraordinarias conocidas.

Comenzó a mediados de los años 20 incorporando su arte a las esculturas de la funeraria familiar. De ahí a las conocidas pinturas a nivel internacional con rasgaduras, un camino repleto de investigación, innovación y rupturas con la tradición artística.

Amante de la escultura de los sacórfagos etruscos, le decidió a instalarse en Italia. Allí los reinterpretó añadiéndoles oro y policromía. Ese gusto por el brillo, que nunca abandonó, junto a su pasión por la ruptura en el arte que supuso el futurismo y que él adoptó de manera literal, le llevó a un arte muy personal sobre el que no dejó de investigar y transformar hasta conseguir cierta trascendencia, cierta conexión con algo metafísico.

Su etapa experimental en la que las pinturas parecían esculturas por la cantidad exagerada de material pictórico que empastó y las esculturas se asemejaban a cuadros, le llevó a rasgar los primeros soportes y a agujerear los primero volúmenes. Ahí comenzó su búsqueda por el origen. Concretamente en las esculturas de terracota, una serie que denominó como Naturaleza, se preguntaba si podía considerarse la Nada o el origen de todo. 

Naturaleza de Lucio Fontana

Naturaleza de Lucio Fontana

A partir de ahí no dejó de agujerear soportes, indagar con sus propias manos creando aperturas como inicio de algo más trascendental que la propia materia. Esta acción artística no quedó exento de críticas ya que llegaron a acusarle de sabotaje. Pasado el tiempo, con las aguas más calmadas, se consideró, en un acto de justicia, que además de trascender el aspecto material, también superó el aspecto bidimensional de la pintura.

En este sentido siguió experimentando y añadió a su pasión por las disecciones, su interés por el brillo que antes apuntaba. Incorporó así fragmentos de vidrio a sus cuadros, junto a oro, plata, cobre, aluminio o latón.

Su trayectoria artística continuó hasta llegar a la experimentación con la luz. Pionero en instalaciones de experiencia inmersiva, entre sus innovaciones en los años 60 el Guggenheim recupera, reconstruyéndolo por primera vez en nuestro país, su Estructura de neón para la IX Trienal de Milán, un experimento que consta de dos ambientes coronados por un gran arabesco realizado a partir de luces de neón.

Interesantísima propuesta de uno de los artistas más ambiciosos, experimentalmente hablando, del siglo pasado. Si es posible, no se lo pierdan.

 

Lucio Fontana. “En el umbral”

MUSEO GUGGENHEIM BILBAO

Avenida Abandoibarra, 2. Bilbao

Hasta el 29 de septiembre de 2019