Lamentablemente ha dejado de ser noticia que la obra pictórica de una mujer permanezca oculta para el gran público.

Casi 60 años después de la muerte de Natalia Goncharova -1881/1962- se hace la primera retrospectiva de su ingente y fantástica producción artística.

Pintora muy original, apasionada escritora, ilustradora adelantada, diseñadora de vestuario y decorados exóticos, abrazó las vanguardias de principios del siglo XX con tanto ahínco como el primitivismo del arte folclórico de su patria -Rusia. Dando lugar así a un arte diferente, colorista, ecléctico y rupturista.

Con sólo 32 años ya se rebeló con solidez como la máxima representante de la vanguardia rusa, después de exponer en una gran muestra en Moscú más de 800 trabajos artísticos propios, y no dejó a nadie indiferente.

Influenciada por los iconos religiosos, los plasmó en sus lienzos provocando primero el escepticismo y la condena posterior por parte de la Iglesia, al considerar «raro» que una mujer, en ese tiempo, recurriera a esos temas pictóricos.

Lejos de amedrentarse pintó a un Cristo negro junto a siete candelabros que representaban las siete iglesias del mundo. Los que se echaron las manos a la cabeza, siguieron con ellas en alto cuando Goncharova presentó una tendencia más mundana: sus magníficos desnudos femeninos.

Desnudo de Natalia Goncharova

Desnudo de Natalia Goncharova

Libre y cautivadora siguió trabajando en un arte que, con pasión, trascendió los lienzos.

Junto al coreógrafo Sergei Diaghilev diseñó trajes de ballet y decorados para los ballets rusos en su gira por Europa, eran los años 20 y todo lo ruso resultaba atractivo al público. El objetivo principal fue llevar a París una imagen diferente y exótica de Rusia. De alguna manera supuso una respuesta contundente a los artistas vanguardistas europeos que no valoraron el arte de Goncharova en tan alta estima como la artista, generosa, lo hizo con ellos.

La retrospectiva con la Tate Modern londinense dedica a Goncharova, a través de 170 obras, incluido vestuario, es un auténtico espectáculo para los sentidos, pero también es una reparación de la memoria artística, injustamente no rebelada. Si pueden, no se la pierdan.

La obra de Natalia Goncharova podrá verse en la Tate Modern de Londres hasta el próximo 8 de septiembre.