Alex Sardà (Barcelona, 1989) quería investigar las relaciones que se establecen entre pasado y presente con la arqueología como conector. Esta reflexión le llevó hasta Jordania, al yacimiento arqueológico de Gneyya, con un equipo de arqueólogos españoles del CSIC. Este es el punto de partida de su ópera prima, Hafreiat, que llega a los cines el próximo 19 de mayo.
Tras su premiere en el prestigioso documental de Sheffield y con el Premio a Mejor Documental en Seminci, Hafreiat sigue a Abo Dya, un palestino jordano que permite a Alex y al espectador entrar en su vida y reflexionar sobre las masculinidades contemporáneas y la vida desde los márgenes.
Hablamos con Alex Sardà para conocer más a fondo detalles de la película.
¿Cómo surge la idea de Hafreiat?
Hafreiat no fue una idea buscada como tal, sino una historia encontrada a partir de una premisa que sí nos planteamos. ¿Qué relación se establece con el presente en un yacimiento arqueológico que busca respuestas a la vida en el pasado? ¿Y qué preguntas nos deja hacia
su futuro? A partir de aquí y con los condicionantes claros en cuanto a la relación de occidente con los países con un pasado colonial, nos lanzamos a la aventura siguiendo durante dos meses a un grupo de arqueólogos y a los trabajadores locales que emplean en el yacimiento
cada año.
¿Conocías Jordania antes del rodaje de la película?
No, nuestro punto de partida nos permitía adaptarnos a cualquier territorio donde se estuviera realizando una excavación. Fue en colaboración con el CSIC que establecimos contacto con el equipo de Juanjo Ibañez, que viaja a Jordania cada año desde 2013, aproximadamente.
¿Cómo conoces a Abo Dya?
Abo Dya era uno de los trabajadores y desde el primer día había algo en él que destacaba del resto de una forma intuitiva. Así empezamos a acercarnos, buscando desde su mirada el yacimiento. Este acercamiento que aun no estaba muy claro en los primeros días debió mover
algo en él, porque al final de la primera semana, en la que aun íbamos siguiendo a los arqueólogos y a los trabajadores de forma general, nos advirtió de que traería a su hijo a trabajar después del día de descanso. Ese día sin saber qué pasaría llegó con Dya. Toda la secuencia en el yacimiento entre ellos fue lo primero que grabamos realmente juntos y lo que estableció la base para empezar a descubrir su historia.
¿Cómo os acercáis a él para grabar escenas íntimas de su vida?
Siempre digo que la película funciona como la descubrimos nosotros, desde las capas superficiales a las más profundas a medida que avanzaba el proceso de hacerla. Desconocíamos su pasado criminal. Cuando lo conocimos y no fue esto lo que nos movió a seguirlo, sino su relación con su hijo, que demostraba una sensibilidad muy especial en un entorno rural y tradicional tan fuerte. Ese acercamiento nos permitió crear la confianza y cercanía que respira la película, con una cámara que está enganchada a los personajes como si nada.
¿Cómo ha sido el tema del idioma durante el rodaje?
Fue complejo, pero gracias a la ayuda de Muhannad, nuestro productor local, que hacía de traductor, fuimos creando juntos, como equipo, el acercamiento. Fue todo un acto de confianza de los unos en los otros, dónde rodábamos a partir de unas premisas que habíamos hablado
primero, pero que luego crecían en la dirección que Abu Dya decidía. Así nosotros no descubrimos la película en su totalidad hasta que pudimos traducir todo el material, de ahí que el montaje se alargara 3 años.
¿Qué es lo que más te llamó la atención de su historia para centrarte en él?
Abo Dya es un outsider, con una mirada que permite radiografiar todo lo que le rodea, ya sea su entorno como la presencia de los arqueólogos en el pueblo. Pero que justamente por esta fuerza te hace cuestionar que futuros se pueden presentar, tanto para él en su realidad como para la película. Porque su pasado está presente en toda esta energía por mucho que intente enterrarlo.
A día de hoy, ¿mantienes algún tipo de contacto con él?
Rodamos la película en 2018 por lo que ha pasado mucho tiempo y su vida no se ha detenido desde entonces. Durante este tiempo hemos podido mantener el contacto, pero ha habido muchos cambios que han hecho que a día de hoy no sepamos dónde está. Esperamos que
este verano podamos volver a Jordania a proyectar la película y encontrarnos de nuevo.
Como documentalista, ¿tu mirada en la historia de Abo funciona como voyeurista o marcas ciertas pautas para construir el guion del filme?
Intento moverme por la conexión con los personajes y por el viaje que quieran iniciar ellos con la película, que en Hafreiat creo que es la necesidad de Abo Dya de dejar constancia de su vida, de ser escuchado. Abrir este proceso nos permite discutir juntos qué es lo que queremos retratar y cómo buscarlo, estando abierto a que la dirección cambie, escribiendo el “guion” día a día. Creo que esta forma de hacer se da de la mano con una necesidad propia de observar el mundo, no negando la implicación que se establece cuando te involucras en la vida de alguien. Cosa que el voyeurismo, creo, intenta evitar siendo invisible a lo que espía.
¿Referentes en cine documental?
No me gusta diferenciar entre documental y ficción, para mí se dan la mano siempre, haciéndolo todo más interesante.
En la revista nos gusta que nos recomienden talento, ¿última expresión artística (libro, película, serie, canción, cuadro…) que te haya emocionado?
La película Función de noche de Josefina Molina que es un buen ejemplo de la pregunta anterior. Hacía tiempo que la quería ver y no me imaginaba que me impactaría tanto. Por cómo se abre en canal Lola Herrera, por la sensibilidad e inteligencia de todos los mecanismos
fílmicos que la forman y los temas que trata en la España de ese momento.
La revista se llama Más de Cultura y siempre preguntamos, ¿más de cultura y menos de qué?
Menos fachas 🙂
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