Alma Anciana Mbha Jhiwo llega a los cines el próximo 27 de mayo. El documental, obra del director Álvaro Gurrea, funciona como una triple alegoría sobre las creencias. Con el volcán Kawa Ijen como protagonista, el filme retrata como se transforma el paisaje según las creencias de quien lo observa. Atraviesa así una mirada que va desde al animismo, al islam y acaba finalmente en el capitalismo.
Es una película documental producida por Rocío Mesa y distribuida por Begin Again Films.
Alma Anciana Mbah Jhiwo retrata la historia de Yono, o Mbah Jhiwo (Alma Anciana), uno de los mineros que cargan a diario grandes rocas de azufre por la ladera del cráter del Kawa Ijen. Una mañana, de forma inesperada, su mujer abandona el hogar familiar alterando una rutina en la que el tiempo parecía suspendido. Desde entonces, atrapado como Sísifo en un eterno retorno y guiado por la fe en recuperarla, Yono se enfrentará a sucesos parecidos que irán mutando de aspecto según sus creencias cambian del animismo al islam y al capitalismo.
Hablamos con su director, Álvaro Gurrea, para conocer el proyecto más de cerca.
¿Cuándo llegas a Indonesia por primera vez?
La primera vez fue en 2013, fui de viaje. En 2014 tuve la fortuna de volver con un proyecto que no tenía relación con el cine pero me permitía pasar allí más o menos la mitad del año. En 2015 empezamos el rodaje de la película.
¿Cómo te enfrentas a la cuestión idiomática?
Al comienzo yo no hablaba indonesio, así que nos comunicábamos fundamentalmente a través del ejercicio de rodar la película. Con el tiempo aprendí el idioma, empezamos a idear historias y el proyecto derivó gradualmente hacia la ficción.
¿Alguna anécdota a destacar en el rodaje?
Me gusta el hecho de no haber elegido a ninguno de los actores, no hicimos casting ni nada similar. Yono fue el primero al que conocí y siempre fue el protagonista, aunque al principio el relato era más coral y con el tiempo se fue centrando en su historia. Los demás personajes tienen en la vida, más o menos, la misma relación con Yono que en la película. No tendría por qué haberse dado así, pero todos ellos, casualmente, funcionaban muy bien ante la cámara.
En la película, la naturaleza y el paisaje son un personaje más, ¿cómo trabajas esta parte?
El proyecto surge de la atracción hacia el volcán Kawa Ijen, que puede que sea, junto con Yono, el personaje principal. Lo que más me interesa es como el espacio se transforma según las creencias compartidas por quienes lo transitan: de lugar encantado, a espacio de penitencia y, finalmente, producto de consumo. El paisaje también tiene mucha importancia en la escena final: es un lugar que eligió Yono y lo interesante en este caso es como lo vemos a través de él, cómo el hasta entonces observado, deviene tanto observador como observado.
Por qué decides estructurar la película en tres partes, el animismo, el islam y el capitalismo. ¿Estaba pensado desde el principio?
Al inicio tenía más interés en las creencias animistas, mientras los actores confiaban más en la ortodoxia islámica y el desarrollo económico. Eso nos llevaba a un territorio absurdo que era interesante explorar, cuestionando el mito del progreso sin idealizar épocas pasadas. No recuerdo pensar mucho sobre ello, en algún momento me di cuenta de que era la estructura lógica. También funcionaba bien geométricamente, en tres planos paralelos. Creo que sí ocurrió bastante al principio.
En la última parte hay imágenes de los turistas sacándose fotos en el cráter, ¿te identificas con ellos al grabar allí?
En el cráter se me identifica como a uno de ellos, indudablemente. Sin embargo, yo nunca me he considerado un turista estando allí, ni la primera vez, cuando me llevaron unos amigos de la zona y no sabía a donde iba. Hay un cierto voyerismo al grabarles e intento no hacerlo con una mirada demasiado despectiva, pese a mi aversión hacia el turismo en general. Cuando aparecen en la película puede que se perciba esa extraña relación.
¿Cómo fue el paso por la Berlinale?
Fue una suerte que nos seleccionaran en el Forum, por el bien de la película, y porque además de su programa, me gusta mucho su espíritu, diverso y no competitivo. También me sentí afortunado por participar en esa edición irrepetible, en verano, con buen tiempo y al aire libre. La primera proyección fue en unos estudios de cine centenarios y la segunda en un antiguo crematorio, un lugar misterioso que se relacionaba bastante bien con la película.
Ahora que llega a salas de cine en España, ¿cómo te sientes?
Hay una escena en Mbah Jhiwo, sobre la mitad, en la que Nurus, el imam, pide que recen todos juntos para que el proyecto tenga éxito y pueda verse en otras partes del mundo. Imagino que llegar a las salas en España se puede considerar un éxito para una película así.
¿Próximos proyectos?
Hemos empezado un nuevo proyecto en el mismo pueblo, con gente que participó en el rodaje anterior. Lo protagoniza Sumito, quien aparece brevemente en Mbah Jhiwo como vendedor de criptomonedas. En realidad se dedica a la concesión de préstamos, algo sorprendente porque nació sordo, es analfabeto y vive en un situación de gran marginalidad ya que no conoce ningún tipo de lenguaje, tampoco el de signos. En esta ocasión, la idea es que Sumito conciba e interprete una película sobre sí mismo.
En la revista solemos acabar las entrevistas con la misma pregunta, ¿más de cultura y menos de qué?
Menos de mercancía, especialmente en la cultura.
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