Josep María Pou, el hombre que me enamoró.
Debo reconocer que cuando supe que iba a trabajar con Josep María Pou temblé un poquito. Un señor tan grande físicamente como su talento, supuse que tendría un ego más o menos del mismo tamaño y ante estimaciones como ésta yo suelo menguar hasta la mitad de mi estatura, más o menos.
Me tranquilizaron los directores, Esteve Riambau y Elisabeth Cabeza, a quienes conocía como prestigiosos periodistas y excelentes personas y que con MÀSCARES, la peli que promocionábamos, volvían a presentar, por segunda vez, su trabajo en el Festival de Cine de San Sebastián.
Me tranquilizaron, digo, porque me hablaron de él con tal cariño y admiración que conseguí sacudirme el temor y le llamé, tan ufana, para comentarle las primeras entrevistas que se agolpaban en mi bandeja de correo electrónico. Al otro lado de la línea me contestaba esa voz, única, con una serenidad y una amabilidad que me dejó pasmada. Tanto fue así que me envalentoné y le conté todas las peticiones de entrevista, incluida una para una revista de un Colegio de Arquitectos o algo así, no recuerdo bien. Entonces al otro lado se hizo el silencio, yo temí lo peor y empecé a hablar en off…«No tenías que haberle contado lo de esa entrevista, ahora va a pensar que…»
Entonces me soltó, riendo como un jovenzuelo: «Fíjate que siempre me pasa esto…ese tipo de revistas siempre quieren entrevista conmigo». A mi también me pareció curioso porque en 15 años de profesión, nunca más, ni esa ni otra revista de Colegios profesionales, me ha vuelto a solicitar entrevista con nadie… Misterios de la promoción cinematográfica…
La juventud en la risa de Pou, la encuentras generalizada en todo su 1,95 de estatura…sí, sí, para quien no le haya visto en persona, así de alto es. No podría decir qué edad tiene, ni quiero saberlo, porque en él es lo de menos y porque su actitud, su porte y su espíritu es jovencísimo. Le conocí en San Sebastián, le esperábamos a su llegada al hotel y para mí fue como un amor a primera vista. Ligero, con sus preciosas deportivas, su sonrisa franca y sus ojos…Los ojos de Pou son magníficos. ¿Verdad que hablo como una enamorada? Pues así me sentí.
Trabajaría durante dos días con él y ya, desde el principio, me parecía poco. Las jornadas transcurrieron fáciles, ágiles, Pou vino con toda su energía y eso que tiene una de las agendas más apretadas del mundo: actor, director, productor… Pero claro, cuando ves Màscares te das cuenta de que su disciplina a la hora de trabajar la extiende a todas sus tareas, incluida la promoción y así tuve la suerte de vivirlo yo. Puro lujo para un agente de prensa.
Esta estupenda película permite conocer cómo es el proceso que realiza un actor a la hora de componer un personaje, cómo estudia el texto, cómo memoriza, dónde se prepara…cómo hace uno para convertirse en Orson Welles… Debería ser de visionado obligatorio no sólo en las Escuelas Superiores de Interpretación, yo lo extendería a todos los estudiantes, digamos de Grado, para que aprendan cuál es el concepto de pasión, constancia y trabajo para hacer las cosas como las hace Pou, bien hechas.
Durante el festival coincidí con una amiga que ardía en deseos de conocer a Pou y recuerdo que me preguntó, «¿Cómo le definirías?» . Yo lo tenía claro: «Es muy atractivo». «Fíjate– decía ella- a mi se me ocurren muchas cualidades, pero atractivo…». Y le conoció y le miró a los ojos y tuvo que darme la razón.
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