En los ochenta todo el mundo temía la llegada de una Tercera Guerra Mundial. Eran los tiempos de la Guerra Fría, cuando el planeta estaba liderado por Estados Unidos y la Unión Soviética, las dos potencias vencedoras de la carnicería que resultó ser la Segunda Guerra Mundial. En aquellos ochenta los guionistas de Hollywood crearon tramas relacionados con la tercera contienda a escala mundial, una tercera guerra suicida que será la definitiva ya que se producirá con armas nucleares.
Antes de los años ochenta la humanidad también pudo desaparecer. Fue en 1962 y por culpa de trece días de infarto causados por el descubrimiento de misiles nucleares soviéticos en Cuba. El mundo tal y como lo conocemos estuvo a punto de desintegrarse un 27 de octubre, cuando un U-2 fue derribado en Cuba y los americanos estudiaron bombardear la isla. Pero Kennedy paró la invasión. Todo el conflicto está muy bien contado en Trece días, película de Roger Donaldson.
En aquellos años sesenta la película mas célebre sobre un final nuclear para la raza humana fue ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, de Stanley Kubrick. En la película, nominada a mejor película, director, actor secundario y guión en los Oscar, un general pirado pretende comenzar a una guerra nuclear dando la orden de bombardear objetivos dentro de la Unión Soviética, país que cuenta con un “Dispositivo del Fin del Mundo” que se activa automáticamente al detectar un ataque nuclear.
Aunque muy valorada por la crítica, la película ha quedado algo anticuada. Quizás ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú debería haber sido sencillamente un buen un thriller, género en el que se maneja la novela de Peter George en la que se inspiró la película. El final de aquella novela es idéntico a otra película de mismo tema y estrenada ese mismo año: la estupenda Punto límite, de Sidney Lumet. Curiosamente, en 1964 también se estrenó otra gran película con tema similar: Siete días de mayo, de John Franhenheimer.
Ese 1964 el mediocre actor Ronald Reagan estrenaba su película más famosa: Código del hampa, dirigida por Don Siegel y con Lee Marvin y Angie Dickinson de protagonistas. Además, el 64 es un año clave para Reagan porque es el año en el que arranca una carrera política que lo llevaría a la Casa Blanca. El 27 de octubre de 1964, Reagan pronunció un famoso discurso en el que dijo: “Los Padres Fundadores sabían que un gobierno no puede controlar la economía sin controlar a la gente. Y ellos sabían que cuando un gobierno se propone hacer eso, debe usar la fuerza y la coacción para lograr sus propósitos. Así que hemos llegado a un tiempo para elegir”.
En la administración Reagan, presidente del 20 de enero de 1981 al 20 de enero de 1989, el conflicto nuclear entre los Estados Unidos (líder del bloque militar de la OTAN) y la antigua URSS (cabecilla del bloque militar del Pacto de Varsovia) fue muy preocupante y Hollywood se hizo eco de la alarmante escalada de tensión y sus aterradoras consecuencias.
Un acontecimiento que marca un antes y un después en la relación entre el cine y el presidente más cinematográfico de los Estados Unidos fue la polémica e impactante emisión de la película de la ABC El día después, la tv movie más seguida de la historia y que que vieron 100 millones de estadounidenses. El film impactó a la población de una manera que muchas otras películas no habían logrado jamás. En ella aparecía el temido hongo nuclear y familias enteras convertidas en cenizas, entre ellas gentes que viven en Lawrence, Cansas, población cercana a una base de misiles nucleares americanos. Fue tal el impacto, que esa misma noche de la emisión 500 personas se manifestaron en las calles de Lawrence y la cadena ABC puso a disposición de los espectadores líneas telefónicas especiales para calmarlos.
Además, en la noche de su estreno y tras la emisión, se emitió en directo un programa especial de noticias al que fueron invitados el célebre científico Dr. Carl Sagan (en contra de las armas nucleares) y el escritor conservador William F. Buckley (a favor de los beneficios de lo que él denominaba la “ disuasión nuclear”). En esta discusión en directo Sagan introdujo al mundo el famoso concepto de “invierno nuclear”.
Entre los millones de norteamericanos conmovidos ante la exitosa tv movie estaban Ronald y Nancy Reagan, que la vieron en su residencia de Camp David. Los dos quedaron impactados por la crudeza de las imágenes y el presidente anotó en su diario: “No ver jamás una guerra nuclear”.
El días después, que logró 12 nominaciones en los Emmy (incluyendo mejor telefilm, dirección y guión), fue dirigida por Nicholas Meyer, que sufrió una depresión durante la filmación por la dureza de lo que trataba. Además, tuvo que luchar contra los censores de la cadena y el gobierno porque querían mitigar la violencia de sus imágenes. Meyer, harto, llegó a abandonar la producción en montaje y amenazó con pedirle a la DGA (Sindicato de Directores de Estados Unidos) la eliminación de su nombre en los créditos. Al final cedió y volvió a la sala de montaje, pero prometió no volver a trabajar nunca más en televisión. No lo cumplió, volvió a ella en las series Cuento de hadas y en Vendetta. En la edición, por cierto, se cayó gran parte de lo rodado: las cuatro horas de su montaje inicial acabaron en dos horas y media.
Uno de los mayores aciertos de El día después fue su guión, narrado desde el punto de vista de los ciudadanos norteamericanos corrientes y no el de los políticos o los militares. Al estar protagonizada por gente normal, como los espectadores de ABC (y tener pocas estrellas, entre ellas John Lithgow, Jason Robards y Steve Guttemberg), la película causó un gran impacto en la población. Y en el mercado gustó tanto que se distribuyó en cines de Europa con un gran éxito de público y crítica.
Tras su estreno la tensión nuclear siguió. La URSS aumentó el gasto militar mientras su gentes sufrían y el sistema soviético se desquebrajaba. Tras la muerte de Konstantín Chernyenko llegó al poder Mijaíl Gorbachov, un tipo de 53 años y una mancha roja en la cabeza que se convirtió casi en una estrella del pop, algo que Reagan no podía entender. Gorby caía bien hasta a la Dama de hierro (la Tatcher), que llegó a recriminar a su amigo Reagan por su nueva locura armamentística.
Tatcher se refería a un sistema antimisiles para instalar en el espacio que Reagan bautizó como Star Wars. Hasta llego a usar en un discurso una famosa línea del guión de la película de George Lucas: “La fuerza está con nosotros”. Pero al verse con índices de popularidad tan bajos y masivas protestas callejeras por la paz, reculó y propuso una cumbre con Gorbachov en Ginebra. La relaciones estaban tan frías, que los líderes de las dos potencias mundiales no se hablaban desde hacía 6 años.
En pocos meses Reagan dio un giro a su política y anunció en la televisión: “Tenemos el poder de empezar el mundo de nuevo”. Y hasta dijo unas frases en ruso en su mensaje de navidad. Eso si: hasta el 31 de julio de 1991 no se firmo un tratado entre la URSS y los Estados Unidos. Fue cinco meses antes del colapso de la Unión Soviética y no entró en funcionamiento hasta diciembre de 1994. Lo llamaron el START I (Tratado de Reducción de Armas Estratégicas) y consistió en autolimitar el número de misiles que poseía cada potencia.
No fue El día después la única película ochentera que alertó de la pesadilla nuclear. En esa década se estrenaron también Silkwood, Testamento final, Threads, Juegos de guerra, El café atómico, Boletín especial, Zona cero: Alerta nuclear, Reglas de compromiso, Cartas de un hombre muerto, Memorias de una superviviente, Peligro: reacción en cadena, 70 minutos para huir y la maravillosa película de animación Cuando el viento sopla.
Hoy dormimos más tranquilos que los espectadores de la ABC aquella noche del 20 de noviembre de 1983, pero también porque no sabemos o recordamos que todavía quedan 15.000 armas nucleares (contabilizadas) en activo.
LA 3RA GUERRA MUNDIAL Y LA IRA DE DIOS ESTÁN CERCA
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