No es la primera vez que hablamos del colectivo Fango en estas páginas. Les conocíamos al inicio de esta cuarentena por poner a disposición del público confinado la obra F.O.M.O.  (Fear of Missing Out). 

Era el inicio de una trilogía, a la que le sigue TRIBU. Con su iniciativa, este grupo de actores estudia las propuestas, reflexiona sobre sus temáticas e investiga nuevas formas de transformar las artes escénicas y llegar al espectador.  Nos tomamos un tiempo para hablar con dos de sus miembros: Camilo Vásquez (director) y Trigo Gómez (intérprete). Están aprovechando esta cuarentena para poner en marcha la tercera parte de esta aventura: LA ESPERA. Que no le puede venir mejor al momento vital que estamos viviendo.

Trigo reconoce que es una buena época para encontrar «nuevas fórmulas para trabajar». Les pareció interesante mostrar la obra F.O.M.O en formato vídeo, puesto que ya tuvo su recorrido desde su estreno en 2017: «nos pareció bien darle esa visibilidad a la obra, compartirla. Y quedamos sorprendidos también por una repercusión inesperada».

Teatro alternativo 

Como ellos mismos se definen, son un espacio artístico que está vivo, por eso no hacen «teatro al uso». Se centran en las preguntas sobre cómo nos relacionamos en comunidad o qué responsabilidad deriva de cómo nos relacionamos. Incluso las herramientas que utilizamos para ello. De eso hablan sus propuestas teatrales.

LA ESPERA surge, precisamente y de manera involuntaria, como esa tercera parte de una trilogía. Según Camilo, el Colectivo Fango «va configurándose en torno a los montajes. La compañía no es funcional a una obra. Apostamos mucho por la investigación, por los laboratorios de creación. Nos tomamos muchísimo tiempo entre obra y obra. Una vez que estrenamos TRIBU el año pasado, empezamos a pensar en lo siguiente y ahí fue cuando se juntaron las piezas que armaron la trilogía».

De esa necesidad de búsqueda de identidad constante surge esta pieza. En el caso de F.O.M.O, nos cuentan que gira en torno al presente, así como TRIBU lo hace sobre el pasado. Era por tanto natural que LA ESPERA versase sobre el futuro: «Y mira por dónde…nos pilla justo con esta situación». Sin embargo, el haber arrancado con una colaboración en el Teatro La Abadía en formato laboratorio, hace que esa «espera» vaya a ser más larga por el covid-19.

Sobre eso, reflexionamos juntos. Sobre todos esos proyectos que van a cambiar su dirección por adaptarse a lo que sentimos en esta situación. Según Trigo, no sólo lo que se cree ahora, «incluso cualquier obra que anteriormente se haya hecho. Hace poco estaba revisionando F.O.M.O y TRIBU y es que han tomado directamente más sentido con todo esto que está pasando. Por eso, con más razón, lo que estamos creando ahora, LA ESPERA. Porque podemos adaptar lo que estamos haciendo a lo que está pasando. De hecho, los temas de  investigación que nos traemos entre manos ahora son los mismos que antes de la cuarentena pero desde la realidad confinada y eso lo cambia todo».

Camilo coincide en que «es inevitable. Estamos en un momento de enorme cambio, de crisis brutal. A nivel cultural es una incertidumbre porque seguramente el nuestro será el último sector en resolverse. Además,  los que nos dedicamos al mundo de las artes escénicas tenemos el plus de que los teatros se niegan a abrir con un aforo limitado porque eso implica una mayor pérdida que no abrir».

Son conscientes de que son acontecimientos que van a retrasar el calendario de estrenos teatrales: «el embudo se va a volver mucho más estrecho, porque hay que colocar todas las obras que no se han estrenado de marzo a junio. Si ya es difícil asomar la cabeza…».

Por eso, coinciden en que hay que pensar en otras maneras de funcionar. De esa necesidad surge precisamente el colectivo. Camilo Vásquez llegó a Madrid hace 17 años para estudiar teatro: «ahí conocí a Rodrigo y a otra de las compañeras, Ángela Boix. Hace unos 6 años comencé a interesarme por la dirección escénica y hace 4 años tomé la decisión de crear con amigos un espacio de investigación, de laboratorio. No había ninguna pretensión de exhibición. Había mucha necesidad en ese momento de crear, porque la situación siempre ha sido complicada. Había mucha frustración».

Trigo se reencontró con Camilo en un espectáculo que era Una puta mierda, que se llamaba así, vaya: «Camilo y yo llevamos mucho recorrido juntos. No queremos depender solo del teatro, sino diversificar un poco nuestra pulsión artística. De hecho, lo que está pasando ahora nos pone en esa situación. Intentar ver otros medios de canalizar nuestro arte. Eso para mi es una vía de escape brutal. Hacemos realmente lo que nos da la gana».

Sobre esos primeros recuerdos relacionados con las artes escénicas, ambos tienen que ver con actuaciones en directo. Por ejemplo Camilo, que recuerda el momento en que tuvo que hacer de Tino, el de Parchís, en parvulario: «me acuerdo perfectamente. Parchís me cambió la vida». También se acuerda de su madre sabia que desde muy pequeño le apuntó al prestigioso instituto vocacional de arte de Buenos Aires (labarden), donde hasta los 11 años estuvo empapándose de música, teatro, títeres, literatura y expresión corporal: «yo creo que eso para mi fue un clic en la niñez. Luego mi madre se arrepintió mucho: ¿por qué no lo habré apuntado a matemáticas?».

En el caso de Trigo, él siempre ha sido más tímido y vergonzoso y aunque reconoce haber deseado estar ahí cuando consumía teatro en la adolescencia, le llegó un poco más tarde. En concreto, trabajando de animador en un hotel: «Me tocó hacer un sketch de payasos. En ese momento me salió una adrenalina brutal. Nunca había estado encima de un escenario y me subí de una manera un poco forzosa. Fue como probar la droga más exquisita. Nunca más quise bajarme de ahí.

Ahora, ambos esperan volver a sentir esa adrenalina pronto. Por el momento, siguen creando cultura. Eso sí, ¿Más de cultura y menos de qué?: «Menos crispación y menos de televisión en abierto». Camilo ha decidido no encenderla más.